La banca aún no se ha recompuesto del anuncio sorpresa de un impuesto sobre sus beneficios extraordinarios. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio un giro a la izquierda con nuevas tasas. Este impuesto será por los beneficios extraordinarios obtenidos por la subida de tipos y se impondrá a las entidades financieras que facturen más de 1.000 millones de euros. Con esta medida que estará vigente entre 2023 y 2024 pretende recaudar 3.000 millones de euros.

Sin embargo, la banca, que perdió en bolsa más de 5.000 millones de euros, ha rechazado este impuesto por varios motivos. Uno de ellos porque los beneficios obtenidos por la subida de tipos no son extraordinarios. Además, el sector considera que esta medida encarecerá los créditos, por lo que los clientes se verán perjudicados. Una afirmación con la que ya se mostraban de acuerdo desde BBVA Research en 2018.

El informe ‘Efectos macroeconómicos de los impuestos al sistema bancario’ señala que “la evidencia empírica disponible apunta que, en general, los impuestos bancarios terminan aumentando los tipos de interés y reduciendo el volumen de crédito, alterando la estructura del balance bancario en función de las partidas que se ven gravadas y de las que no”.

Y añaden que a largo plazo “los bancos reducen su capital y sus balances, y encarecen el crédito, por lo que los impuestos disminuyen el tamaño del sector bancario con el coste de una menor actividad económica”. Así, explica que el impuesto aumenta los tipos de interés de los préstamos al incrementar el coste de capital, “que da lugar a una disminución de la inversión similar a la provocada por un aumento del impuesto de sociedades”.

El informe analizaba los efectos que la introducción de tres impuestos alternativos a la banca puede tener sobre las principales variables macroeconómicas. En particular, se plantea un impuesto sobre los beneficios, sobre los préstamos y sobre los depósitos. Según apuntan en el informe “los impuestos afectan negativamente a la actividad real de la economía, con una elasticidad negativa sobre el PIB cercana a la unidad”. Este efecto negativo en el PIB es consecuencia de efectos distorsionadores sobre la oferta, “que no son compensados por las mayores transferencias del sector público a los hogares”.

Fuentes del sector apuntan a que este año será de transición para la banca y que el cambio de ciclo llegará ya en 2023. De esta manera, se espera que haya una moderación del crédito, debido a su encarecimiento, y un aumento de la morosidad, aunque no a tasas importantes, sino porcentajes asumibles. Tal y como señalan esas fuentes, el impuesto de Sánchez ha supuesto una merma más a un futuro un poco menos bueno para la banca.

La subida de tipo les puede beneficiar en un primer momento porque los créditos serán más caros y recibirán más dinero por ellos en intereses. Pero Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, ya pidió prudencia ante la nueva situación porque aunque en el corto plazo puede ser un balón de oxígeno, todo apunta a que habrá un escenario de desaceleración económica y de mayor dificultad para empresas y familias para hacer frente a los pagos.

Chiara Romano, directora asociada de instituciones financieras de Scope Ratings, explica que la tasa prevista supone alrededor del 7% del beneficio neto atribuible de los 10 mayores grupos bancarios en 2021. Sin embargo, a falta de más detalles, “es demasiado pronto para cuantificar los impactos, incluyendo cualquier cambio en los planes para devolver capital a los accionistas”.

La experta añade que el desfase entre el aumento de la curva de rendimiento y la capacidad de los bancos para reajustar los precios en beneficio de los márgenes de interés significa que los efectos completos no se producirán hasta 2023. “Este nuevo impuesto frenará la esperada mejora de la rentabilidad”, asegura.

Por su parte, no esperan que los grandes grupos bancarios españoles cambien radicalmente sus previsiones a causa de este impuesto, aunque podrían estar justificados algunos ajustes.