Un viñedo no es un tomatal y una vid no es una tomatera, no basta con echar agua si no llueve. El difícil equilibrio entre la planta, el suelo y el clima es determinante para la calidad de un buen caldo. Por esta razón las oleadas de calor y la sequía tienen un impacto directo en el sector y presagian un futuro -marcado por el cambio climático- más caluroso y con menos agua al que los viticultores tienen que adaptarse sin perder ni la calidad ni la identidad de sus vinos.

La vendimia se ha adelantado, aproximadamente, una semana respecto a otros años. La ausencia de agua es la gran protagonista de la recogida de la uva en todas las regiones. Tras un invierno con escasas precipitaciones, las lluvias del mes de marzo provocaron una buena brotación de los viñedos. Pero tras la primavera, todo se truncó. A finales de mayo, llegó la primera ola de calor y, desde entonces, las altas temperaturas no han cesado.  

“Eso ha machacado las plantaciones, pese a que en un principio no venían mal”, explica Joaquín Vizcaíno, responsable vitivinícola de COAG. Y eso se traducirá en una caída de la cosecha. “Si una normal está en torno a 43 millones de hectolitros, el año pasado se alcanzaron 39 y este año esperamos incluso 37”, añade. Salvo Extremadura, que mejorará previsiblemente la menguada recolecta del año pasado, el resto de regiones se verán afectadas de manera homogénea por la sequía. Y no solucionará mucho el problema si en las semanas que restan de recogida se pone a llover. 

“La vendimia 2022 va a estar marcada por las tres olas de calor y por la sequía. Como consecuencia, el ciclo se ha adelantado y hay bastante merma productiva”, explica Pablo Tascón, director técnico de Barón de Ley. “En zonas más vitícolas con suelos cortos las defoliaciones y la exposición excesiva al sol ha incrementado el problema”, añade. 

El estrés hídrico provocado por la sequía y las olas de calor inusualmente largas, intensas y repetidas, ha condicionado la maduración de la uva. “Por encima de los 35 o 37 grados, la planta se para para sobrevivir”, detalla Santiago Mora, director general de la DO Rueda. De momento, en esta zona ya se han empezado a vendimiar variedades como sauvignon blanc y chardonnay, que tienen una maduración más temprana. Ahora comienza la recogida de la verdejo, la uva estrella de la zona. 

Una tormenta importante, eso sí, puede cambiar el patrón de maduración del fruto, por lo que desde la DO situada en plena meseta castellana prefieren guardar cautela en cuanto a las cantidades hasta que termine la campaña. 

Kepa Sagastizábal, director técnico de Bodegas Marco Real (DO Navarra), afirma que la vendimia la han comenzado con 120 días sin lluvia seguidas (4 meses), algo excepcional, y con temperaturas por encima de lo normal. Las olas de calor llegaron muy pronto (en mayo) con temperaturas altas y la viña se ha desarrollado muy rápido, empezando en mayo, y ya el ciclo ha venido muy adelantado. “La vendimia viene con las bayas pequeñas, poco peso, poco mosto, poco rendimiento pero buena calidad y estado sanitario óptimo'', afirma Sagastizábal.

La ausencia de agua tiene un impacto directo en el tamaño del fruto. “Llovió mucho en primavera y eso le vino muy bien, pero luego en julio el calor hizo que la uva no engordara tanto”, dice Maite Sánchez, enóloga de Bodegas Arrayan (Méntrida). 

La vendimia viene con las bayas pequeñas, poco peso, poco mosto, poco rendimiento pero buena calidad y estado sanitario óptimo".

Kepa Sagastizábal, director técnico de Bodegas Marco Real (DO Navarra)

Las altas temperaturas también afectan a otras características de la uva y, por consiguiente, del vino. “El periodo ha sido anormalmente alto y continuado de altas temperaturas, y ha tenido un claro efecto en la maduración de las uvas, con cierto adelantamiento de la vendimia en el caso de nuestras variedades de blanco, aunque menor o incluso inexistente en el caso de las tintas”, explica Manuel Álvarez Arenas, propietario de Finca Tinedo de Ciudad Real. “Un efecto más evidente ha sido el de formación de pieles más gruesas en las uvas, que anticipan vinos más concentrados”, añade.

Por su parte, en Finca Villacreces, en Ribera del Duero, están tranquilos porque “los viñedos están resistiendo muy bien a las altas temperaturas, las uvas siguen madurando y la planta funciona correctamente. Los viñedos de 15 a 20 años están resistiendo muy bien la sequía y hace prever una buena vendimia, pero con reducción de la producción. Será más corta de lo habitual, entre un 20 y un 25% de producción”, afirma Iván Pérez, director de comunicación de Artevino Family Wineries.

Pero no todo pueden ser malas noticias. El estrés hídrico que han sufrido las viñas tiene una vertiente positiva. “Lo que sí ha dejado la sequía a la uva es muy sana, prácticamente sin enfermedades y, aunque con poca cosecha, vendrá con muy buena calidad”, destaca Vizcaíno. “No hay exceso de humedad, que es el origen de muchas de las enfermedades que sufre la viña, como el oidio. Por lo que este año, la uva está en unas condiciones de sanidad máxima”, abunda Mora. 

Adaptación al cambio climático

El cultivo del viñedo está protegido a nivel europeo con fuertes inversiones, debido al gran peso de países como Francia e Italia. “Sin embargo, a nivel de país nos falta el apoyo para adaptarnos a la problemática específica que tenemos o para paliar la falta de agua que no tienen en otros países”, se queja Vizcaíno. 

En su opinión, para que el viñedo tenga futuro, es necesario impulsar las variedades más resistentes a la sequía como las autóctonas. “Las tradicionales de aquí de siempre se verán menos afectadas por la sequía porque tienen una maduración más tardía; por ejemplo, las airen, las tempranillo o la monastrell”, explica. Las variedades tempranas, que se empezaron a plantar hace 20 años (chardonnay, merlot, cabernet, moscatel de grano menudo), al tener una maduración temprana, se ven mucho más afectadas por las altas temperaturas.

Un manejo inadecuado del riego puede condicionar la pérdida de autenticidad y de identidad y de origen. El riego mal usado unifica los vinos".

Joan Lliberia propietario de Edetària

Frente al estrés hídrico, desde COAG creen imprescindible que la Administración pública permita que los agricultores instalen sistemas de regadío de apoyo. El consumo de agua es de apenas un 10% de una plantación tradicional de maíz. “Si no, las explotaciones son prácticamente inviables”, remata Vizcaíno.

Por su parte, en la D.O. Rueda fían la supervivencia de los cultivos a las defensas naturales de la zona frente al cambio climático. Por un lado, la altitud de la meseta y, por otro, la uva autóctona verdejo que lleva diez siglos siendo cultivada. “Ha superado períodos mucho más cálidos en el siglo XV y XVI u otros mucho más fríos en el XVIII y XIX. Es una uva que se ha sabido adaptar siempre a los cambios climáticos. Las uvas autóctonas que llevan más años aquí tienen más capacidad de adaptarse. La meseta significa un mínimo de altitud de 720-750 metros y un máximo de 930 metros. Eso garantiza zonas más frescas y también a que no sea tan extremo el efecto del cambio climático”, explica Mora. 

Uvas adaptadas al clima mediterráneo

Joan Lliberia, propietario de Edetària en la región mediterránea de Terra Alta, está embarcado en esa adaptación climática y la mejor forma para él es el uso de variedades autóctonas.  “Las garnachas blancas, tintas, peludas y cariñenas que son las que mejor adaptadas están a este clima mediterráneo extremo desde hace décadas y son las que además nos dan mayor autenticidad”, explica. 

Su bodega lleva a cabo un proyecto de investigación que durará tres años sobre el uso adecuado del agua en irrigación de viñedo para elaboración de vinos auténticos, de vinos de calidad. “Necesitamos agua, porque no llueve, pero un manejo inadecuado del riego puede condicionar la pérdida de autenticidad y de identidad y de origen. El riego mal usado unifica los vinos de todos los sitios, así que estamos trabajando con sensores de profundidad, de tallo y con pantallas de estrés calórico que se obtienen por vía satélite. Todo ello para buscar el momento óptimo y la cantidad justa y necesaria  para infligir a la viña el nivel de estrés idóneo para producir uva de calidad para conseguir adaptarnos a este cambio climático que tan duro nos está acechando”.

Juan Glaría, coordinador de enólogos de Masaveu Bodegas, destaca cómo en su empresa también están trabajando la adaptación. “Conscientes de que los vinos dependen del clima y están ligados a los territorios en los que son elaborados, llevamos a cabo, en todas las bodegas, labores para atenuar y adaptar nuestros viñedos al cambio climático como mantener los suelos, regular el crecimiento vegetativo de la planta, fertilizar y adecuar la producción mediante la poda, estrategias de riego para controlar el estrés hídrico o una evaluación continua y sostenible del terroir con el fin de conocer en todo momento cómo responde”, explica Glaría.

En sus bodegas también están inmersos en un proyecto de I+d+i estudiando acciones en viñedo y en bodega para luchar contra los efectos del cambio climático. “Es esencial comprender las variaciones climáticas pasadas, actuales y futuras para actuar en consecuencia y preservar la excelencia de los vinos”, concluye.

Godello, la uva de moda sufre

A la uva godello, que vive una importante expansión, no le ha servido ser una variedad autóctona para verse afectada por el calor. En Dominio Tares el Bierzo, la uva Godello ha sufrido mucho el impacto directo del sol.  “A la godello le ha afectado el efecto de los rayos de sol, la luz ultravioleta sobre la piel de la uva, sobre todo, en los racimos expuestos al sol en las plantas en espaldera, no en las que están en vaso que están tapadas por la vegetación. Las uvas que dan al sol de la tarde son las más afectadas porque el sol es más abrasivo. En las viñas de godello se ha perdido una gran cantidad de cosecha por el quemado de las uvas, se secan y por la falta de agua“, explica Rafa Somonte, director técnico de la bodega.

“¿Qué tendremos? ¿Qué no estamos encontrando?”, se pregunta Nacho Álvarez, enólogo de Pago de los abuelos, también en el Bierzo. “Pues mostos muy largos y con menos aromas primarios en la fermentación”, afirma sobre la vendimia de godello. “El problema que se encuentra es que hay poco líquido y poco rendimiento. Pero con ello tendremos vinos buenos de alcohol y más grasos en boca que al final es lo que también se está buscando”.