Hay grietas que no ponen en riesgo una estructura. Incluso que son fáciles de cubrir. Esas no preocupan. La inquietud llega cuando se trata de movimientos que pueden desencadenar en fisuras peligrosas. En el País Vasco existen referentes tradicionalmente concebidos como rocas sólidas, casi blindadas. Sin duda la Corporación Mondragón es uno de ellos. Sus 95 cooperativas conforman el mayor grupo empresarial vasco y el décimo en España. Hace semanas que las grietas en su seno comienzan a tensionar el traje, la estructura. El día 16 se sabrá si las costuras pueden romperse en alguna de sus piezas o si todo queda en un susto. Dos de sus principales cooperativas industriales, Orona y Ulma, decidirán en asamblea si abandonan la corporación o continúan en ella.

En 2008 se fue Irizar, el gigante de los autobuses. En 2016 la crisis de FAGOR fue otro mazazo para Mondragón y ahora, la posible salida del fabricante de ascensores y de la agrupación de nueve cooperativas que aúna Ulma puede ser un nuevo revés. Entre ambas cooperativas generan el 50% de los beneficios de la división industrial (172 millones), emplean a 10.842 personas y suponen el 30% de las ventas. Las discrepancias y diferencias sobre el modelo de gobernanza y organización en el seno de la corporación están en el fondo del debate de continuidad o salida.

El modelo cooperativo tan arraigado en Euskadi se basa en gran medida en un concepto de responsabilidad compartida entre todos los socios trabajadores entre sí y una solidaridad entre las cooperativas que integran un grupo. En un entramado tan grande como Mondragón, con casi un centenar de organizaciones, las necesidades y situaciones de cada una de ellas son dispares. A algunas les va muy bien, a otras no tanto. Las hay que aspiran a crecer, a abrirse camino y las que su estrategia pasa por consolidar el ya recorrido. Pero todas ellas responderán solidariamente si alguna lo necesita. Para eso realizan aportaciones al fondo solidario con parte de los beneficios.

También los elementos básicos de las estrategias se deciden de modo solidario y no siempre todos están de acuerdo del resultado. Es ahí donde la tentación de salirse, de ir por separado, aflora.

"No beneficiaría a nadie"

El año pasado la corporación cerró el ejercicio con un 5% más de ventas, 11.400 millones de euros y este año prevé cerrar cerca de los 12.000 millones. En su última asamblea Mondragón evitó profundizar en la grieta que puede suponer la salida de Orona y Ulma, “no beneficiaría a nadie”, insistió el presidente de Mondragón, Iñigo Ucín. Incluso les instó a reconsiderarlo apelando a la capacidad que siempre ha mostrado “para superar obstáculos practicando la solidaridad y dando un paso al frente para ayudar a todos y cada uno de las cooperativas que lo han necesitado”.

Orona y Ulma son dos de las principales cooperativas de la división industrial, que también cuenta con un área de distribución, encabezada por Eroski, otra financiera, con la entidad de cabecera que es Caja Laboral y el área dedicada a la formación y el conocimiento con Mondragón Unibertsitatea a la cabeza.

La posible salida de empresas de referencia vuelve a generar preguntas sobre si el modelo cooperativo es capaz de absorber situaciones de crisis o cubrir las demandas de un abanico tan dispar de empresas. También si el modelo de toma de decisiones, de gobernanza centralizado puede convertirse más como un lastre que como una red de seguridad. “No diría que el modelo cooperativo está en crisis, para nada. Son cambios dentro de una organización, pero tanto Olona como Ulma, tomen la decisión que tomen, seguirán siendo cooperativas”, asegura Marta Enciso, experta en cooperativismo y profesora en la Universidad de Deusto.

Considera que la salida de dos empresas no tiene por qué afectar al modelo. Tampoco al concepto de solidaridad entre socios sobre el que se soporta el cooperativismo: La solidaridad en el cooperativismo es interna y externa. En el primer caso es una solidaridad entre los socios trabajadores y en el segundo con el entorno, y en ambos casos, aunque fuese fuera de Mondragón, esa solidaridad se mantendría”.

Un modelo sólido

Enciso subraya incluso que en tiempos de inestabilidad y crisis como los actuales, el modelo cooperativo tiende a evolucionar mejor en comparación con el tejido empresarial que no funciona en régimen cooperativo: “Este modelo no está resentido. En todo caso, lo que sucede es que hay empresas a las que la crisis sí les afecta, como a cualquier otra, pero eso no afecta al modelo”. Más aún, apunta que ahora muchas empresas se inspiran en valores y mecanismos de funcionamiento propios de las cooperativas para implantarlos, como las organizaciones con carácter más democrático, estructuras más horizontales, la política de destino de beneficios o el impacto en su entorno social.

El cooperativismo que representa Mondragon es un referente en la economía vasca que se ha convertido en uno de los ejes de su economía desde que lo fundara el Padre José María Arizmendiarrieta (Markina, 1915). Este religioso trasladó la doctrina social de la Iglesia en la que se formó en un modelo pragmático de creación de riqueza en el entorno social a través de la formación y el impulso de iniciativas empresariales.

ULGOR fue la primera cooperativa, fundada en 1959 y que se convirtió en el germen de lo que posteriormente sería Fagor. Arizmendiarrieta defendió la apuesta por lo comunitario frente a lo individual y la idea de que una empresa en ningún caso podría traducirse en personas trabajando para otras. Es ahí donde la figura de los trabajadores propietarios, dueños de su empresa, comenzó a extenderse por Guipúzcoa y el resto de Euskadi hasta conformar la corporación que hoy agrupa a casi un centenar de cooperativas.