Organizar un Mundial de fútbol es una oportunidad histórica para la mayoría de los países. El mayor evento deportivo es ansiado por hinchas, jugadores y, por supuesto, por el país organizador. Durante poco más de un mes, además del prestigio deportivo, hay mucho dinero en juego. Los ingresos en hostelería, turismo y empleos derivados del crecimiento de estos sectores se multiplican. Los primeros estudios que maneja el Gobierno ya hablan de 5.000 millones de euros en impacto positivo para las arcas públicas españolas. Sin embargo, albergar este torneo también tiene secuelas negativas para las economías de los países que abren sus puertas al fútbol internacional.

Ante la organización de un evento de estas magnitudes, se suele referir al “efecto multiplicador” de las inversiones requeridas. También lo ha hecho el Gobierno en esta ocasión. Según consta en el Boletín Oficial del Estado (BOE), se calcula que “por cada euro de gasto en inversión y en organización para el desarrollo de la Copa del Mundo de 2030 se generarán, solo para España, 4,28 euros del PIB”. Además, en términos de recaudación fiscal, el Ejecutivo prevé ingresar 1,32 euros, por cada euro invertido.

A nivel laboral, el Mundial también tendría efectos positivos. Calculan que por cada millón de euros en inversión se generarán 78 puestos de trabajo en España. En resumen, se espera una generación de empleo para 82.513 trabajadores y una aportación al producto interior bruto (PIB) de 5.120 millones de euros.

Las cifras son prometedoras, pero contrastan con la radiografía que dejan los datos macroeconómicos de anteriores organizadores de mundiales y con las investigaciones académicas al respecto. En resumen, concluyen que el gran beneficiado en la organización del torneo es la FIFA, pues es quien ingresa los derechos televisivos, la mayoría de los contratos de publicidad, así como quien recauda el dinero de la venta de entradas a los partidos.

En cambio, quien tiene que acometer las inversiones más importantes son los países organizadores. De cara al Mundial de 2030, se estima “una inversión global de infraestructuras deportivas de 750 millones de euros, y unos gastos de organización de 683,2 millones de euros”.

Una investigación publicada en 2004 estudiaba el impacto económico del Mundial organizado por Estados Unidos en 1994 y concluía que las ciudades implicadas habían acumulado deudas por valor de 9.300 millones de dólares, frente a los 4.000 millones que se había calculado que generaría la organización. En cuanto al empleo generado, Alemania no fue capaz de mantener los puestos de trabajo creados en el medio y largo plazo, tras ser la anfitriona de la Copa Mundial de fútbol en 1974, según un informe publicado en 2008.

“Ser el anfitrión del Mundial no conlleva ningún beneficio económico, al menos en el corto y medio plazo”, afirma con rotundidad otra investigación que demuestra cierto crecimiento en el producto interior bruto (PIB) del país que gana el torneo. 

“Ser el anfitrión del Mundial no conlleva ningún beneficio económico, al menos en el corto y medio plazo”

Este periódico ha recopilado la evolución del PIB de algunos de los países que han organizado mundiales a lo largo de la historia, así como los niveles de endeudamiento público y del índice de precios al consumo (IPC). Los datos muestran que el crecimiento del PIB se mantiene estable o incluso se frena tras la organización del torneo. En cambio, los precios sufren un incremento significativo, llegando incluso a marcar récords en su momento. En términos de deuda no se observan evoluciones significativas.

En 1999, Francia cerró el año con una inflación del 1,2%, la mayor en tres años, según recogen publicaciones de ese momento. En el año de celebración del Mundial, el índice de precios apenas avanzó un 0,22%. En el caso de Alemania, que organizó el Mundial en 2006, los precios crecieron un 1,39% ese año y un 3,17% en el año siguiente.

Sudáfrica, celebrado en 2010 y el primero que ganó España, también sufrió una inflación mayor tras convertirse en anfitrión del Mundial. En concreto, ese año el IPC fue del 3,34% y el año siguiente se situó en el 6,32%. 

Brasil, un mal ejemplo

Las cifras económicas dejan en muy mal lugar el Mundial de Brasil de 2014. En un año, los precios pasaron de crecer un 6,41% a hacerlo un 10,67%. No solo eso, el nivel de endeudamiento con respecto al producto interior bruto (PIB) aumentó en diez puntos en solo un año, del 63,31% al 72,57%. Cabe señalar que este incremento se produjo en parte porque el PIB fue menor. Brasil pasó de un crecimiento prácticamente plano, del 0,5% del PIB, a una recesión que hundió su economía un -3,5%.

Cuando se conoció que el país de Pelé iba a organizar el Mundial y hasta el comienzo del mismo, hubo protestas en el país porque algunos consideraban que las inversiones que tenía que realizar el Gobierno para convertirse en anfitrión del evento más importante en el mundo del fútbol se deberían destinar a zonas desfavorecidas del país. “Queremos escuelas y no estados”, era uno de los lemas de las protestas.

Qatar, último anfitrión, también notó el impacto del Mundial en su economía. El año de su celebración, el país creció tres puntos porcentuales frente a 2021. Según el informe Credit FAQ: World Cup Will Give An Additional Near-Term Boost To GCC, elaborado por S&P Global Ratings se generaron 17.000 millones de euros que fueron a las arcas del Estado. Sin embargo, el alza se moderará en los próximos años y no superará el 4%.

“El exceso de demanda en un periodo muy concentrado de tiempo también provocará que aumenten las presiones inflacionarias, lo que duplicará la tasa de inflación en el cuarto trimestre, hasta superar el 4%. Al mismo tiempo, el país espera un éxodo de trabajadores tras el evento, ya que el 44% de la fuerza laboral del país en 2019 eran trabajadores embarcados en la construcción de los estadios”, subrayaba el informe.

España 82

Esta será la segunda vez que España sea la organizadora de un Mundial. Para el recuerdo queda el evento que se disputó en territorio nacional en 1982. Si bien las cosas en lo deportivo no fueron como se esperaba y el combinado nacional quedó apeado a primeras de cambio, supuso un antes y un después para la sociedad y la economía. Durante ese año, la economía creció un 1,2%, mientras que 1983 fue aún mejor y el PIB aumentó un 1,8%.

No obstante, la Administración tuvo que rascarse el bolsillo para mejorar estadios e infraestructuras y la deuda pública se disparó durante 1981,1982 y 1983. La inflación, por otra parte, estaba completamente desbocada y en el año que se celebró el Mundial cerró en el 14% mientras que al año siguiente se mantuvo en el 13%.

Según las cifras oficiales de FIFA, el impacto económico en España fue de 3.800 millones de pesetas (unos 18 millones de euros actuales), si bien el Gobierno solo se quedó un tercio debido a las condiciones que el organismo internacional impone a la hora de otorgar el papel de anfitrión a un país. 

Un Mundial que deja dudas

Antes de anticipar lo que puede o no puede ocurrir en materia económica, lo cierto es que este Mundial ya tiene sobre sí muchas incertidumbres. Y eso que aún quedan siete años para que el balón eche a rodar durante el verano de 2030.

Fue Marruecos el que confirmó que organizaría junto a España y Portugal el mayor evento futbolístico. Lo hizo en una declaración oficial de su rey, Mohamed VI. El desconcierto durante las primeras horas fue mayúsculo puesto que ni FIFA ni los otros dos países lo comunicaron de forma oficial. La noticia ya era demasiado grande como para guardar silencio, así que los implicados no tuvieron más remedio que oficializarlo. 

Las sorpresas no acabaron ahí. Un día después, el máximo organismo del fútbol dijo que, por primera vez, se jugaría un Mundial en tres continentes diferentes. Argentina, Uruguay y Paraguay fueron obsequiados con los choques inaugurales de las primeras jornadas. Así, se jugarán en seis naciones diferentes en un acontecimiento sin precedentes. Y lo que es más novedoso: por primera vez se dará la circunstancia que en los cuadros que se sorteen habrán seis cabezas de serie que se clasificarán directamente por albergar la fase final del campeonato.

No todo es de color de rosa. Como se mencionaba anteriormente, las sombras ocupan mucho más lugar que lo que lo hacen las luces puesto que algunos de los países organizadores han pedido una cuota de importancia mayor que la que en un principio iban a tener. Matías Lammens, ministro argentino de Turismo y Deportes, ya aventuró que pedirá a la FIFA más choques. "Vamos a pelear por más, por tener más partidos", afirmó en rueda de prensa junto a Claudio Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

Pero las grandes diferencias por la cuota de importancia se centran en España y Marruecos. El país africano, que entró a última hora en la candidatura que habían apalabrado Portugal y el Ejecutivo de Pedro Sánchez, expresó la voluntad de albergar la final del Mundial. El presidente de la Real Federación Marroquí de Fútbol (FRMF), Faouzi Kekjaa, aseveró que Casablanca era la ciudad idónea para albergar el último partido del campeonato. "La final será en el gran estadio de Casablanca, si Dios quiere", dijo.