A la economía española se le pueden poner muchos peros: tasas de desempleo permanentemente más altas que la que tienen países del entorno (especialmente entre los más jóvenes), excesiva dependencia de sectores que se desploman con facilidad en tiempos de crisis como el turismo; una deuda pública que no deja de crecer ni siquiera en tiempos de bonanza; una vivienda permanentemente en crisis y una baja productividad. Son todos males endémicos, enfermedades que llevan décadas condicionando los grandes números. Sin embargo, el consenso entre los expertos es claro: 2024 ha sido año de buena cosecha.

Lo dicen instituciones tan poco sospechosas de ser indulgentes como el Banco de España, que prevé que la economía española crezca un 3,1% en 2024, cuatro décimas
más que el año anterior y tres más de lo esperado en el informe de septiembre
. La mejora del pronóstico, explican, tiene que ver con los nuevos datos de PIB publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y con una aceleración de la economía en la segunda mitad del año mayor de lo esperado. Esto, a pesar de la DANA, que restó entre una y dos décimas el crecimiento trimestral del PIB, y en un contexto de moderación de la inflación que coincide por otra parte con una bajada de tipos de interés.

Entre los indicadores que explican este crecimiento en 2024 figura en primer lugar, según el propio Banco de España, una demanda exterior neta (importaciones menos exportaciones) que ha contribuido al menos con un 0,5% al crecimiento del PIB en un país tradicionalmente importador. A ello hay que sumar un punto porcentual correspondiente al gasto público y un 1,5% que se corresponde con el gasto privado, que, con todo, advierte la propia entidad, no ha crecido tanto como cabría esperar de un momento en el que, por primera vez en la historia, se ha superado la barrera de los 21 millones de cotizantes.

Pero, de cara a los próximos años, la situación no está tan clara. Para 2025, el Banco de España estima que las aguas vuelvan a su cauce y que la demanda exterior neta no solo no sume al crecimiento del PIB, sino que reste incluso alguna décima. El gasto público, por su parte, también tendrá que descender debido a los compromisos adquiridos con Europa, que no permiten aumentar el gasto por encima de lo que suba el PIB. Aunque el consumo privado podría aumentar, no lo haría lo suficiente como para compensar lo que se pierde en otros ámbitos. El resultado es que la economía española crece, pero lo hace un 2,6% en 2025. Para 2026 y 2027, el Banco de España estima crecimientos por debajo del 2%.

El diagnóstico coincide en lo fundamental con el que ha llevado a cabo BBVA Research, que espera un crecimiento del PIB del 2,3%. Este se vería sustentado por el gasto de las familias, que tendrían más acceso a capital en un entorno con tipos bajos, por el turismo y por la mejora demográfica, que a su vez guarda relación sobre todo con la inmigración que llega al país y suma manos para trabajar. Finalmente, la inversión, que tiene margen para crecer, y los fondos Next Generation tendrán también su papel.

"Hay bastante consenso. Seguiremos creciendo, no al ritmo actual, aunque en comparación con países del entorno, lo haremos a buen ritmo. Lo haremos si el turismo no falla, y en principio no tiene por qué pasar nada, si la población crece al ritmo actual", explica a El Independiente Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas.

El fantasma de Trump afecta a las previsiones

Entre los aspectos negativos, Pich recuerda que la economía española crece en renta nacional, pero no en renta per cápita. A ello hay que sumar factores externos como la inestabilidad política que vive Alemania, que celebrará en febrero elecciones anticipadas. Por ahora, la CDU, la derecha democristiana, y la AfD, la extrema derecha recientemente apoyada por Elon Musk, lideran los sondeos. "Habrá que ver cómo reaccionan los sectores más dependientes de la industria alemana", recuerda el economista.

No obstante, si hay que hablar de política internacional, en 2025 esta tiene nombre y apellido: Donald Trump, el nuevo ocupante de la Casa Blanca. La política arancelaria con la que el nuevo presidente electo de EEUU pretende proteger su industria inquieta en todo el mundo.

El problema puede alcanzar tales dimensiones que el propio Banco de España se ha animado a un ejercicio de economía ficción. Sus expertos imaginaron tres escenarios: uno con aranceles solo por parte de EEUU, otro con respuesta por parte de China, y un último escenario en el que todos enloquecen y acaban imponiendo aranceles de hasta el 50%. Sus conclusiones fueron claras: en todos los escenarios la economía mundial perdía, pero EEUU perdía más que nadie. "La nueva presidencia de EEUU supone un cambio de ritmo", comenta Pich, y añade: "Es una persona muy práctica y que tiene un concepto de negociación que se basa en ir al extremo, pero finalmente suele buscar solución".

Miguel Cardoso, economista jefe para España y Portugal de BBVA Research, también se muestra inquieto por las políticas que quiere poner en marcha Trump: "De cara a los próximos meses, se espera que la recuperación continúe, aunque en un entorno condicionado por dos perturbaciones significativas. Por un lado, la DANA que afectó con más intensidad a Valencia, y por otro, los cambios que previsiblemente se producirán en la política arancelaria de EEUU en 2025. Ambos factores podrían reducir el crecimiento durante los próximos meses", explica en declaraciones a El Independiente.

"El gran actor que irrumpe este año es Trump. Esto traerá un periodo de negociaciones comerciales tensas, lo que afecta a la inversión. Finalmente, se podría llegar a pactos. Los anuncios de Trump hay que leerlos desde la óptica de una posición negociadora. Pero el proceso de negociación es largo, y esto traerá incertidumbre", opina Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas. "La negociación va a durar por lo menos un año. Tendremos que invertir en defensa y comprar armamento a EEUU, con lo que las barreras arancelarias serán menos de lo que se ha dicho. Pero hasta llegar a ese punto, pasará un tiempo".

La falta de reformas estructurales, un palo más en la rueda

No obstante, por encima de Trump, que entra dentro de lo que no se puede controlar, a los expertos les preocupa la economía doméstica, es decir, aquellas reformas que sí que se podrían hacer y no se terminan de llevar a cabo. El actual contexto de crecimiento del PIB, argumentan, incentiva el dejar las cosas como están. En muchos casos, puede ser un error que la economía española puede terminar pagando.

Pich enumera algunas de las reformas que se deberían abordar: "Productividad, fomento de la inversión privada, educación universitaria, imposición sobre el factor trabajo, replanteamiento en profundidad de las administración pública para evitar duplicidades y gasto sin sentido, revisión de ayudas para evitar lo mismo y abordar la vivienda desde la inversión público-privada".

El presidente del Consejo General de Economistas añade un elemento más a la discusión: los impuestos a la banca y a las energéticas. "Tendemos a demonizar sectores. Lo que necesitamos de los bancos es que ganen dinero y se capitalicen, y de las energéticas lo que necesitamos es que reinviertan. Que ganen mucho, paguen mucho y contraten mucho. Se están poniendo y quitando impuestos en base a la coyuntura política. No sé si es el camino", comenta.

Cardoso tiende a ver más el vaso más medio lleno: "Varios factores podrían compensar parcialmente el impacto negativo de estos cambios, consolidando un aumento del PIB del 2,3% en 2025 y del 1,7% en 2026. Entre ellos, una respuesta de la política económica que sea rápida, focalizada y eficiente. Además, se esperan mejoras de competitividad dada la caída en el precio del petróleo y el aumento en la oferta de energía renovable".

A la economía española, detalla Cardoso, se le podría poner incluso el tiempo atmosférico a favor: "Las lluvias intensificarán la recuperación en el sector agroalimentario. La demanda interna se apoyará en la caída de la inflación, el aumento de los salarios, el avance del empleo y la reducción de tipos de interés. La economía ha mostrado una mayor capacidad de crecimiento que la esperada gracias a la inmigración, el aumento en la tasa de empleo y en la productividad por hora trabajada".

Con estos ingredientes sobre la mesa, Torres, vaticina un arranque de año dinámico seguido de una segunda mitad más lenta: "El principal desequilibrio que veo es la vivienda. Afecta mucho porque tenemos un crecimiento muy basado en incorporación de fuerza laboral, y para eso hace falta vivienda. Para paliarlo, haría falta un cambio en el modelo productivo, pero llevamos decenios hablando de esto y no se termina de producir".