En el sector espacial, no hay dudas de que Elon Musk ha sido un auténtico disruptor. Durante las últimas dos décadas, su visión ha llevado a SpaceX a revolucionar y liderar en multitud de ámbitos gracias a iniciativas como Starlink, una constelación de 8.000 satélites que permite ofrecer Internet a los usuarios de todo el planeta. Un cambio enorme, teniendo en cuenta que la tecnología espacial es, probablemente, la más compleja que se desarrolla en la Tierra.
De manera consciente o no, Musk ha logrado que Starlink triunfe cambiando el enfoque. Hasta ese momento, las compañías habían lanzado satélites que costaban cientos de millones de euros, lo que significaba que un pequeño fallo hacía, directamente, que la misión fracasara. Por eso el objetivo siempre era el mismo: desarrollar dispositivos de máxima calidad que no tuvieran errores.
Starlink es todo lo contrario. Su tasa de fallos es mucho más alta de lo habitual, pero ha dejado de importar porque han conseguido desplegar tantos satélites que las conexiones entre ellos no se resienten y pueden seguir operando con normalidad. Y le ha salido a Musk mucho más barato de lo que jamás se pensó.
Ahora las demás empresas aeroespaciales ya conocen la receta de su éxito. Y sin embargo, ninguna ha logrado competir con SpaceX en este aspecto. Tiene su explicación, porque el resto de compañías estaban estructuradas, enfocadas y dimensionadas para trabajar bajo ese enfoque de calidad máxima. Y hacer la transformación para empezar a trabajar como Musk es realmente complicado. Hasta ahora, de hecho, ha sido imposible.
En ese contexto, la incógnita era cómo entrar en la carrera. Y Europa cree haber encontrado el camino. "La respuesta se llama IRIS², que es el programa de la Comisión Europea para lanzar una constelación de satélites propia", explica Antonio Abad, director técnico y de operaciones de Hispasat. "Es un movimiento inteligente, porque la primera reacción podría ser intentar copiar a Starlink. Es una opción, pero más allá de que no es fácil lograrlo, incluso aunque lo consiguiéramos iríamos siempre detrás del líder, que es SpaceX. Así que lo que hemos hecho ha sido darle una vuelta e intentar adelantarnos al siguiente movimiento de Musk", añade.
Para ello, han identificado lo que consideran que es el "punto débil" de Starlink, que es su integración con las redes terrestres. "SpaceX ha querido correr mucho, y es algo que ha dejado de lado. Se pueden hacer algunos parches, pero lo cierto es que su constelación, aunque tiene una funcionalidad muy buena, no se integra de manera natural con la red terrestre", desliza Abad.
En ese sentido, relata el experto, la constelación de Musk presenta muchas limitaciones. La solución sería poner en marcha una que integre en la misma red la parte terrestre y la parte satelital. Algo complejo, que nadie ha conseguido todavía, pero que Europa quiere lograr con IRIS².
Para lograrlo, la nueva constelación europea va a basarse en el 5G. Una tecnología, como detalla Abad, que suele definirse como la última generación de redes móviles, pero que en realidad es mucho más que eso. Es una red de redes capaz de integrar las comunicaciones celulares, la infraestructura terrestre y las redes no terrestres.
"Esa es nuestra fortaleza, y tenemos claro que debemos ir en esa dirección. IRIS² va a ser la primera constelación satelital 5G del mundo. Con el tiempo vendrán otras, pero nosotros vamos a tener la primera. Es la demostración de que en Europa no tenemos que sentirnos peores. Hay cosas que hacemos mejor que nadie, y esta es una de ellas", resume Abad.
Cada uno de los 290 satélites que tendrá IRIS² se configurará en un nodo de la red 5G. Lo que hará que, en el futuro, los operadores de telecomunicaciones gestionen la parte móvil, la parte fija y la parte satelital desde una misma red integral de infraestructuras.
El papel de Hispasat
En diciembre de 2024 la Comisión Europea firmó para desarrollar este proyecto con el consorcio SpaceRISE, que está integrado por los tres operadores europeos más relevantes: el luxemburgués SES (que factura más de 2.000 millones anuales), el francés EUTELSAT (que ingresa 1.200 millones) y el español HISPASAT (250 millones). No obstante, la idea es que el consorcio cuente con toda la industria espacial europea, ayudándose de las pequeñas y medianas industrias.
En ese contexto, Hispasat se encargará de diseñar, desarrollar e implementar todas las instalaciones necesarias para la gestión y operación de las diferentes capas orbitales de la constelación, así como la interconexión con las redes terrestres. El 60% de la financiación del proyecto (6.500 millones de euros) saldrá de fondos públicos europeos. El resto del dinero lo pondrán los tres operadores.
La constelación debe estar desplegada al 100% a finales del año 2030, y estará formada por satélites que se moverán en diferentes órbitas terrestres para ofrecer "una conectividad sin interrupciones y con retardos mínimos". En total, contará con 18 satélites de órbita a media altura (MEO, 5.000 kms.); una constelación de 264
satélites de órbita baja (H-LEO, 1.200 kms.) y una última capa de satélites en órbita aún más baja (L-LEO, 750 kms.).
Para la Unión Europea, IRIS² es otro paso para lograr la autonomía estratégica, puesto que le permitirá contar con sistemas satelitales propios en un momento geopolítico clave. Especialmente porque la constelación europea, al contrario que Starlink, no estará enfocada tanto en ofrecer servicio residencial, sino más bien en "las comunicaciones seguras de los gobiernos y la defensa europea".
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