Bilbao no es Washington, ni Euskadi Estados Unidos. Pero los graves sucesos ocurridos la tarde del miércoles en la Cámara de Representantes, con la irrupción de manifestantes proTrump en el salón de plenos y en los despachos de los congresistas, además paralizar la sesión parlamentaria que debía celebrarse, tuvo su réplica, a pequeña escala, en el País Vasco. Ocurrió el 26 de junio de 1980 durante la celebración de un Pleno del Parlamento Vasco y en el que la protesta de los trabajadores de la empresa Nervacero, apoyada por la izquierda abertzale, derivó en el ‘secuestro’ del lehendakari y los parlamentarios durante 12 horas, la entrada de los antidisturbios de las Policía y la salida, de madrugada, de Carlos Garaikoetxea y su Gobierno escoltados por ertzainas –entonces servicio policial del PNV – formando un `pasillo de desagravio’ por el ataque padecido por el aún reciente Parlamento y Ejecutivo vasco.

La empresa de acero acumulaba siete meses de protestas y cierre a la espera de una solución. Su delicada situación no encontraba salida, ni los accionistas ni las instituciones habían logrado los créditos necesarios, estimados entonces en algo más de 1.100 millones de pesetas. El 26 de junio de hace 31 años, en una Euskadi con las instituciones en construcción, la Diputación de Vizcaya hacía las veces de Parlamento  Vasco. En torno a las seis de la tarde todos los parlamentarios y miembros del Gobierno vasco –el segundo desde la Transición- con su recién elegido lehendakari, tomaban asiento en el salón de plenos.

En el exterior el clima de protesta de cientos de trabajadores de Nervacero no dejaba de crecer. La familia Arbulu, accionista principal, no había formalizado su compromiso para solucionar a situación. Ahora la búsqueda de soluciones se reclamaba a la clase política. Entre los manifestantes concentrados ante la Diputación el malestar no dejaba de crecer y lo hacía ante la atenta mirada de las Fuerzas de Orden Público (FOP). El forcejeo entre manifestantes y policías no tardó en producirse. Un grupo de trabajadores logró acceder al Parlamento Vasco. Las crónicas de la época cuantificaron el asalto en cientos de trabajadores.

Ocupación de escaños

La irrupción de los manifestantes pronto fue visible en el salón de plenos, donde varios de los protestantes accedieron, a gritos, hasta la mesa presidencial mientras el presidente Juan José Pujana intentaba poner orden. Para entonces, algunos de los trabajadores, visiblemente alterados ocupaban algunos de los pupitres de los parlamentarios. Ante la sorpresa y perplejidad de los diputados, los manifestantes lograron paralizar la celebración del Pleno. Tres agentes de policía también habían accedido al salón de plenos para expulsar a los manifestantes, golpeando a varios de ellos en un clima de gran tensión y que generó varios heridos.

Los intentos por dialogar con ellos se hicieron desde varios frentes. El entonces consejero de Industria, Javier García Egocheaga, y el titular de Trabajo, Mario Fernández, defendieron sus acciones por poner solución a la situación de la compañía pero subrayaron que la salida a la misma estaba fuera del Ejecutivo vasco, en manos del Banco de Crédito Industrial y la Familia Arbulu, accionista mayoritaria. La presencia de la policía fue otro de los motivos de tensión. Los manifestantes exigieron su salida y forzaron al lehendakari Garaikoetxea a mediar para ello.

Entretanto, todos los diputados y miembros del Gobierno se retiraron a varias salas de la Diputación vizcaína. En torno a las 23.00 horas varios de ellos intentaron abandonar el inmueble pero a ninguno de ellos se les permitió hacerlo, al bloquear los manifestantes las salidas hasta que no se les diera una solución a la situación de su empresa. Y así, hasta las 5:30 horas de la madrugada.

Mucho antes, en el exterior del inmueble, además de una decena de furgonetas de la Policía, decenas de ertzainas –entonces cuerpo de seguridad del PNV, aún no constituido como Policía Autonómica- rodeaban el edificio. La idea inicial de acceder al edificio quedó finalmente descartado y se optó por esperar el exterior.

Acuerdo con la izquierda

Mientras tanto, las horas transcurrían en el interior del Parlamento Vasco. El Pleno que apenas comenzaba cuando los asaltantes entraron en el edificio, había quedado suspendido. Garaikoetxea y su antecesor, el lehendakari Jesús María de Leiozaola, se habían retirado a una de las salas advirtiendo de que no abandonarían el edificio hasta que éste fuera completamente desalojado. Sólo los representantes del PSE, el Partido Comunista y Euskadiko Ezkerra permanecieron junto a los trabajadores en el encuentro que a modo de Asamblea de Trabajadores de Nervacero terminó por cerrar tres compromisos: condenar la actuación de las FOP, conformar una comisión que viajara a Madrid en busca de una solución y promover una huelga general con el apoyo de los sindicatos en caso de no lograr una salida.

La larga Asamblea logró calmar la tensión y los compromisos alcanzados facilitaron poner fin a la toma del pleno de la Cámara vasca. No fue hasta las 05.30 horas de la madrugada hasta cuando los trabajadores decidieron terminar la ocupación de la sede parlamentaria iniciada doce horas antes. Fue entonces cuando abandonaron el inmueble y permitieran que lo hicieran los representantes políticos.

El lehendakari Garaikoetxea fue el último en abandonar el edificio. En el exterior alrededor de un centenar de ertzainas esperaban para llevar a cabo un acto de desagravio por lo sucedido y al considerar, aseguraron entonces fuentes del Ejecutivo, que aquello fue una violación por la fuerza de una institución como la Cámara vasca. A la salida de Garaikoetxea, todos ellos formaron un fuerte cordón humano para proteger al lehendakari mientras cantaban el ‘Gernikako Arbola’, himno que honra al Árbol de Gernika, símbolo de las foralidad vasca.

Sólo días más tarde, y gracias a la presión de partidos y Gobierno, se logró un acuerdo con el Ejecutivo central para que el Banco de Crédito Industrial autorizara la concesión de un crédito por un importe de 679 millones de pesetas. Se obtuvo un primer pago de 195 millones pero las exigencias de reestructuración de la compañía y las duras condiciones impuestas para el resto del crédito complicó sobremanera llevarlo a cabo. Aunque con dificultades, la compañía logró salir adelante y hoy sigue operativa.