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Entrevista a Luis Martínez Meijide, jefe de la UME

El jefe de la UME reconoce que "a los soldados les viene el bajón" tras la "misiones duras"

El general jefe de la Unión Militar de Emergencias (UME), Luis Martínez Meijide.

El general jefe de la Unión Militar de Emergencias (UME), Luis Martínez Meijide. EFE

Es mediodía en el cuartel general de la Unión Militar de Emergencias (UME) y reina una calma inusual en las últimas semanas. "Hoy está vacía, hace unos días había 20 personas aquí". El que habla es el teniente general Luis Martínez Meijide y de lo que habla es la sala de operaciones, el corazón de la gestión de las emergencias de la unidad más famosa del Ejército.

Dispuesta en diferentes escalones, con decenas de ordenadores y sillas ergonómicas en las que pasar muchas horas, toda ella mira hacia dos pantallas enormes al fondo de la sala, con mapas acompañados de símbolos y textos de colores indescifrables para un lego.

Meijide (coruñés de 60 años) atiende a EFE en ese Centro de Operaciones Conjuntas, donde esa misma mañana ha valorado con su equipo las consecuencias y previsiones de los terremotos de Granada. Al mando de la UME desde hace poco más de un año, este general, afable, hablador y cercano, ha hecho frente al virus en lo que llama la "más grave, importante y continua" emergencia que ha tenido España desde que se creó la unidad.

Un reto en el que sus militares, con los sanitarios como referencia, han velado fallecidos y reconfortado ancianos en la operación Balmis, y rastreado contagiados en su sucesora, la misión Baluarte, para enfrentarse luego a una catástrofe como Filomena con la pandemia en alza.

Pregunta.- Solo 15 años de historia y es la unidad militar más famosa, ¿en dónde reside su popularidad?

Respuesta.- Su punto de arranque es la controversia que hubo cuando se creó, porque fue controvertida hacia fuera y también dentro de las Fuerzas Armadas. Como consecuencia de unas grandes nevadas que hubo con conductores retenidos y el incendio de Guadalajara donde fallecieron once bomberos, se evidenciaron unos problemas de coordinación y se decidió crear una unidad, no porque fuera militar, sino para que tuviera una disponibilidad, unos métodos y una permanencia.

Es cierto que luego hemos recibido ese cariño popular. Hemos podido crear esa química que hay con la población española, que conocía a las Fuerzas Armadas, pero un poco a distancia. Las misiones de paz habían dado una imagen distinta en la transición y en los últimos 25 años, habían ido formando una imagen, pero era un poco distante. Cuando la UME tiene ocasión de establecer ese contacto con la población española se produce la chispa, porque la gente asocia que sus Fuerzas Armadas no solo sirven para estar en Líbano, en Irak o en Afganistán.

Actuación de emergencia con Filomena

P.- ¿Qué se ha aprendido de Filomena?

R.- Se han sacado lecciones muy interesantes, como la importancia de una magnifica previsión meteorológica. Nuestra Aemet nos dio información en tiempo, con capacidad suficiente para reaccionar, y clavó el resultado. Acertó hasta en la hora de comienzo de las primeras precipitaciones. Ha habido otras lecciones de la importancia de tener la disponibilidad, que cuando sabemos que se van a producir esas precipitaciones, el personal uno o dos días antes ya tiene que estar en la base.

Y también decisiones que fueron acertadas. Con la experiencia que habíamos tenido en la gran nevada de 2018 en la A-6, adelantamos una serie de efectivos a Segovia, para estar ya del otro lado de la sierra, y mandamos a Albacete a una serie de unidades. Otro gran éxito ha sido que el Estado funciona, las distintas administraciones, que a veces puede dar la sensación de que somos compartimentos estancos, trabajamos juntos. Estoy satisfecho de la estructura, de cómo se han recibido las instrucciones, de la capacidad de reacción y de sincronizar esfuerzos con medios del Estado, autonómicos y locales.

Meijide se explaya para exponer con pelos y señales cómo actuaron los suyos retirando la nieve. Primero, los "nudos periféricos" de las autopistas radiales de Madrid, luego despejar los accesos a los hospitales, paso tres los enlaces entre las arterias principales y los centros hospitalarios, más tarde liberar la M40 y las entradas a Mercamadrid y polígonos clave. Garantizada la atención sanitaria y la comida, "por capas concéntricas" fueron mejorando las vías de la capital y la periferia. Hasta que les ordenaron retirarse.

"Llega un momento en que los propios municipios y la comunidad deciden que no es necesaria la participación de los medios del Estado porque ya ellos, con sus medios, pueden continuar. Esto no hay que entenderlo como un abandono, es fruto de una reunión, hay consenso y si surgen necesidades sobrevenidas posteriormente eso se resuelve", dice explicando la polémica entre Gobierno y Comunidad de Madrid cuando la UME paró de actuar.

P.- ¿Siente que en Filomena las administraciones de diferentes colores políticos han usado a la UME para tirarse los trastos a la cabeza?

R.- Un observador que viniera de fuera de España, que escuchara a los medios o viera las televisiones, podría pensarlo, pero yo garantizo que no es así. Entre los responsables de las administraciones, lo que yo llamo la familia de las emergencias, esto se trata con seriedad, los colores están al margen. No niego que no haya algún fallo de coordinación, pero ese fallo se podía dar lo mismo con un color que con otro.

Si Filomena le llena de orgullo, Meijide baja ligeramente la voz y recuerda con ojos emocionados la lucha contra el coronavirus en la que el Ejército salió por primera vez a las calles en democracia.

Trabajo durante la pandemia

P.- La nieve llegó después de casi un año luchando contra el virus, desinfectando y trasladando cadáveres. ¿Cómo llevan sus militares la carga física y emocional?

R.- Es una situación que para nosotros fue dura, fue nueva, porque el mundo de las sensaciones y los sentimientos es un mundo duro y producen un desgaste. Una de las cosas que detectamos enseguida es que a los soldados que aguantan el tirón y son capaces de soportar esas situaciones complicadas, luego les viene el bajón. Pusimos en marcha reforzar con psicólogos todos los batallones creando la figura del psicólogo de campaña. Y con una terapia antes de la actividad, durante y después, tratar de ventilar emocionalmente a todas las personas que estuvieran en contacto con esas misiones duras.

No se trata de ser ni más débil, ni más fuerte, porque en España si un militar va al psicólogo parece que... hay que desdramatizar las cosas, de la misma manera que vamos al médico porque nos duele el estómago, es perfecto estar preparado y que nos adviertan de lo que vamos a sentir, de cómo lo vamos a sentir y de qué efectos tiene en nosotros.

P.- Si echa la vista atrás a esos momentos en que hubo que trasladar cadáveres, ¿qué es lo que recuerda?

R.- Eran los días con más de 900 muertos diarios. En Madrid en un día normal antes de la pandemia fallecían 70 o 75 personas, pero aquellos días estaban falleciendo 600 o 700. Se planteó la posibilidad de crear un depósito intermedio en el Palacio de Hielo. Eran prácticamente las ocho o nueve de la noche cuando se dio luz verde al proceso y nos ordenaron recoger una serie de féretros que estaban en unos hospitales.

Cuando llegaron al Palacio de Hielo eran las doce de la noche, había allí en torno a 15 féretros y nuestros soldados vieron que se había ido todo el mundo. Ellos, sin que nadie les dijera nada, se quedaron toda la noche para que en ningún momento estuvieran solos los cuerpos. Se dieron cuenta de que había muchas familias que no se habían podido despedir de sus padres, de sus abuelos, de sus hermanos, y que había habido un vacío, habían pasado de la UCI, a la morgue del hospital y a un depósito con un código, con un número. Ese vacío ellos lo tenían que llenar. Somos soldados y aplicamos el código que sabemos aplicar a los nuestros: el que da la vida lo da todo y nunca dejamos atrás al que ha fallecido, siempre lo acompañamos.

Una quincena de militares que se las apañaron para dormir en las oficinas de la pista de hielo, forrados con sus abrigos, y hacer turnos para velar a los fallecidos. "Eso no lo ordené, eso surgió de ellos", dice Meijide, a quien se le amontonan los recuerdos de un año intenso. Como el del soldado que desinfectaba una residencia y se encontró allí a su abuelo, que llevaba días aislado, o la mujer que, en medio de la nevada, dio a luz en el vehículo militar preocupada por si lo dejaba todo manchado. "Nació un pequeño Iván que lo tenemos ya apuntado para que venga a la UME". A la base de Torrejón de Ardoz, donde trabajan sus 3.400 militares de los 120.000 de las Fuerzas Armadas, que les prestan apoyo en los momentos "cumbre".

Futuro de la UME

P.- La UME se ha probado como una unidad muy demandada y demandante, ¿necesita más efectivos?

R.- Si nos enfocamos en lo que ha ocurrido en 2020 y en lo que parece que nos lleva 2021, la respuesta sería decir que sí. Pero las organizaciones no deben estar dimensionadas para el máximo pico que pueden sufrir, sino para un nivel medio y articular los mecanismos para solucionar esos picos integrando otras capacidades. Esto se aplica a un hospital, a la plantilla de un equipo de fútbol y a las Fuerzas Armadas. Si somos capaces de controlar más de 20 misiones en el exterior, somos capaces de organizar en el territorio nacional una misión de apoyo a la sociedad española. No es necesario un refuerzo, lo hemos visto en la nevada.

P.- ¿Cómo visualiza 2021?

R.- Espero que la campaña de vacunación sea exitosa y baje los índices de incidencia acumulada. Lo que pasa es que tenemos que mentalizarnos como sociedad a respetar las normas. Tenemos que ser cumplidores. En honor y en tributo a nuestros sanitarios, que han sido para nosotros, lo digo honradamente, nuestra referencia. Ellos sí que se jugaron la vida los primeros días de la pandemia cuando se ponían bolsas de basura para trabajar. En tributo a ellos, todos tenemos que tener esa responsabilidad individual.

En la UME seguiremos con desinfecciones, seguiremos con nuestras misiones, desgraciadamente habrá incendios en verano y alguna inundación ahora. Estamos preparados para eso, pero sobre todo tenemos que seguir con pedagogía. Ser responsable no es hacer lo que uno quiere, es hacer lo que cada uno debe hacer. Por cada minuto en la vida que no hacemos lo que debemos, estaremos luego años quejándonos de que no habíamos llegado a donde queríamos llegar. 

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