Cuando accedió a la dirección del PSE lo hizo en unas circunstancias difíciles. El partido hacía apenas año y medio que había ocupado el Gobierno en Euskadi y las grietas internas comenzaban a agrandarse. Sobre la mesa tenía el reto de relevar a quien había sido lehendakari, Patxi López. Mendia heredaba una sangría de votos que parecía imparable a medio plazo con la irrupción de Podemos en el panorama político. Cuando López anunció que optaría a disputar a Pedro Sánchez la secretaría general del PSOE y abandonaría la política vasca, el socialismo en Euskadi se preparó para buscar un relevo y lo encontró en una mujer, la primera en ocupar ese puesto y la primera en ser elegida por las bases.

Mendia había ocupado la portavocía con López, además de la cartera de Justicia. En el primer proceso de primarias vivido en el partido obtuvo el respaldo del 60% de la militancia que acudió a votar. El 14 de septiembre de 2014 se convirtió en la lideresa de la formación en el País Vasco que tendría que coser heridas y reflotar la nave. En estos años su reto más complejo, además recomponer el partido, ha sido frenar la pérdida de apoyos y poder, fundamentalmente municipal, y saber construir nuevas alianzas con el nacionalismo gobernante. Cuatro años más tarde, su gestión al frente del PSE fue avalada de nuevo y lo hizo con más apoyo, el 85%.

Ahora, la dirigente socialista considera que ha pasado su tiempo, que ha cumplido la labor con la que se comprometió y deben ser otras "voces y liderazgos" las que se sitúen al frente. Ella legará una formación más unida, más centrada y sobre todo, con mucho más poder institucional.

Será el Congreso de noviembre el que deberá votar a su sucesor. Todo apunta a que será un proceso tranquilo, pactado para no alterar la estabilidad de la que hoy goza la formación. Eneko Andueza, el actual portavoz del PSE en el Parlamento y secretario general del PSE en Gipuzkoa, suena como el candidato oficial con más posibilidades para sustituir a Mendia.

La hasta ahora secretaria general del PSE no abandonará el Gobierno, ni el cargo de mayor rango en las filas socialistas; vicelehendakari. Con su salida el PSE abrirá un nuevo tiempo con la bicefalia como fórmula. Es la que el PNV siempre ha defendido y le ha dado buenos resultados. Separar el liderazgo en el partido del que se ejerce en las instituciones permite contar con una suerte de cortafuegos que protege ambos ámbitos y a sus líderes de los ‘incendios’ en uno y otro lado. Ardanza y Arzalluz, Ibarretxe y Arzalluz, Urkullu y Ortuzar... Mendia no optará a un tercer mandato en la secretaría general del PSE para centrarse en su labor al frente de la consejería de Trabajo y Empleo y su condición de vicelehendakari.

La mayor cuota de poder

Siete años más tarde, quien le sustituya tomará un partido en condiciones muy distintas: más unido, con mucho más poder y con un leve repunte de apoyos en las urnas tras lograr recuperar parte del voto que les arrebató Elkarrekin Podemos. Mendia ha sabido desde el primer momento rentabilizar al máximo la cuota de peso institucional que aún mantenía el PSE. En las elecciones autonómicas de 2016, las primeras a las que se enfrentó como secretaria general, perdió siete escaños en la Cámara de Vitoria, al pasar de 16 a 9 representantes. Por el camino se fueron cerca de la mitad de los votos. Ayer recordaba como "muchos agoreros vaticinaban la desaparición" del PSE y el partido goza hoy de una cuota de poder sin precedentes.

Trabajó casi desde el primer momento la restauración del diálogo con el PNV. Los nacionalistas de Urkullu y Ortuzar no gozaban de mayoría durante la primera legislatura (2012-2016) y entenderse con los socialistas era una opción que había que aprovechar. Lo hizo primero con un acuerdo de colaboración parlamentaria con el primer Ejecutivo de Urkullu en 2015 y en los dos mandatos posteriores formando ya parte del Ejecutivo en coalición. Sólo cuatro años más tarde de haber dejado el Ejecutivo, el PSE lograba volver a ocupar puestos de poder en el Gobierno vasco -esta vez en coalición con el PNV- y reeditarlos una segunda legislatura. En el anuncio de su despedida, recordaba cómo en estos años han sido capaces no sólo de haber "impregnado" todas las políticas que se han impulsado en el País Vasco sino haberse convertido en "un cauce central" sin haber cedido ante "las tentaciones nacionalistas"

El movimiento y sintonía PNV-PSE se había trabajado con antelación. En 2015, tras las elecciones municipales y forales Mendia promovió acuerdos con el PNV en los ayuntamientos y en las tres diputaciones. El compromiso de ambas formaciones de facilitar la estabilidad institucional permitió a los socialistas ampliar su peso y poder. Seis años después la alianza se mantiene, dotando a ambos partidos de la mayor cuota de poder que jamás han ostentado: Gobierno vasco, tres diputaciones, las tres capitales, -todas ellas con mayoría absoluta-, numerosos ayuntamientos e instituciones…

La fractura soberanista

Y lo han hecho sin atisbo de crisis entre ellos. En todo este tiempo la relación entre los dos partidos ha sido fluida, sin fracturas ni apenas enfrentamientos. Tan sólo la cuestión soberanista ha aflorado la distancia entre una formación abertzale y otra constitucionalista. Pero incluso en esa cuestión, las dos partes alcanzaron un acuerdo para ‘pactar’ sus diferencias en el programa de Gobierno y se dieron libertad para defender posiciones dispares.

Incluso en el borrador de articulado del ‘nuevo estatus’, PNV y PSE han firmado juntos la mayor parte del documento, salvo en lo relacionado con el derecho a decidir. En el último pleno de política general las diferencias han aparecido y lo han hecho con vehemencia, entre las llamadas a dar pasos soberanistas del PNV y el freno que el PSE quiere imponer a una cuestión, que no considera hoy urgente.