El próximo fin de semana Salvador Illa será proclamado primer secretario del PSC, en un congreso extraordinario que oficializará el relevo de Miquel Iceta al frente de los socialistas catalanes. Será un relevo más que tranquilo, nadie ha osado oponer resistencia al cambio. Pero mucho más profundo de lo que deja entrever ese traspaso pactado. Por primera vez en décadas, los capitanes del PSC no han tenido un papel determinante y el nuevo primer secretario designará en ese congreso una nueva ejecutiva a su medida.

Tampoco habrá ponencias políticas en el congreso, se dejan para el próximo cónclave ordinario, dentro de dos años. Es el plazo con el que cuenta Illa para consolidar el recién adquirido papel de primer partido en Cataluña y su proyecto para sustituir al independentismo en la Generalitat. En otras palabras, el PSC celebrará su congreso ordinario en 2023 y Salvador Illa deberá revalidar entonces su mandato, dos años después de haber asumido el control del partido.

En octubre se cerró el proceso de primarias sin que hubiera oponentes a Illa, que contó entre sus avales con los de todos sus antecesores: Raimon Obiols, Narcís Serra, José Montilla, Pere Navarro i Miquel Iceta firmaron su candidatura.

Cambio de modelo

Centrado el foco en el relevo de nombres, el Congreso del PSC parece un mero trámite destinado a oficializar lo que ya es una realidad desde que Salvador Illa asumió la candidatura a la presidencia de la Generalitat, hace ahora un año. Pero detrás del relevo de personas hay también todo un cambio de modelo, como señala el ex diputado Joan Canongia en un reciente artículo.

Del poder territorial que asumieron los "capitanes" en el Congreso de Sitges de 1994 ha pasado a mejor vida. El poder de las federaciones, traducido en las largas negociaciones por el reparto de cargos que se escenificaban a las puertas del despacho ocupado por José Montilla en los congresos sucesivos muta ahora en un modelo presidencialista, en el que Illa asume todo el poder.

"No sé quién será el secretario de organización, pero conociendo a Salvador, lo más probable es que lo siga controlando todo él" reflexiona un dirigente de los socialistas catalanes. No es una crítica, solo una constatación de que el nuevo primer secretario del PSC difícilmente dejará de ejercer el control sobre el partido que ha ejercido como secretario de Organización desde que Iceta lo aupó a jefe de máquinas del partido.

Iceta ¿presidente?

Tampoco está claro el papel que jugará a partir de ahora el ministro de Cultura. "Miquel Iceta seguirá teniendo un papel relevante en el partido" no ha dejado de repetir Illa en los últimos meses a todo el que le pregunta por el futuro del hasta ahora primer secretario. Una frase que muchos interpretaban como un relevo en la presidencia del PSC, que ahora ostenta Núria Marin.

La alcaldesa de Hospitalet de Llobregat y presidenta de la Diputación de Barcelona ha perdido protagonismo político desde que estalló el caso de presunta corrupción en el Consell Esportiu de su ciudad, atribuida a la cúpula del PSC de Hospitalet. Su salida de la ejecutiva federal del PSOE tras el congreso celebrado por el partido en Valencia, avala esta tesis.

También la decisión del Consejo de Ministros de dar entrada a la Generalitat y a la patronal Pimec en el plenario del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona (CZFB) dejando fuera a Hospitalet -la ciudad a la que le expropiaron los terrenos-, destacan sus detractores. Aunque en el PSC local restan importancia al caso del Consell Esportiu y defienden el peso político de Marin.

En este contexto, el relevo de Marin por Iceta parecía claro hace unas semanas. Pero las normas de paridad que imperan en el partido frenan esa vía para Iceta. Illa necesita a una mujer en la presidencia del partido para cumplir con esa paridad autoimpuesta, y eso complica la definición del nuevo lugar para Iceta.  

El Congreso de Sitges

En todo caso la debilidad de Marin, o la de otra mujer otrora imprescindible en la definición del discurso socialista como la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Núria Parlon, avala en todo caso el poder del que va a disfrutar el nuevo primer. Muy lejos de los contrapesos ejercidos durante décadas por los alcaldes socialistas del área metropolitana, desde que Josep Maria Sala aupó en el congreso de Sitges de 1994 a José Montilla, José Zaragoza y Miquel Iceta, entre otros.

El partido estaba dirigido por un grupo de notables liderados por Narcís Serra, Joaquim Nadal y Pasqual Maragall que fracasaban sistemáticamente en las elecciones autonómicas frente a Jordi Pujol. Mientras, los jóvenes alcaldes de las ciudades del conurbano barcelonés reeditaban sus mayorías absolutas.

Y en las generales, se vivía del influjo españolista de las figuras de Felipe González, Ibarra, Borrell y Guerra. Hasta Eduardo Martín Toval, un almeriense de Barcelona, pero del PSOE, llenaba en sus actos para las generales mientras una sensación aguda de falta de fibra se cebaba con el mismo partido para las autonómicas.

Pasqual Maragall intentó acabar con ese poder de los capitanes creando su propia plataforma electoral, Ciutadans pel Canvi, pero no lo consiguió. Su tormentosa salida del partido se saldó, en los años posteriores, con el progresivo abandono del "sector catalanista" del PSC. Un proceso que culminó su hermano, Ernest, ingresando en ERC.

Eliminados los patricios que protagonizaron la reunificación del socialismo catalán, parece que ha llegado ahora el momento de embridar a los capitanes. Algo similar al proceso emprendido por Pedro Sánchez con los barones del PSOE.