Ha conocido la Euskadi más negra, la de la violencia, la del dolor y el silencio. Durante décadas ha escrito de asesinatos, explosiones, amenazas y complicidades. Lo ha hecho como periodista, como testigo del País Vasco más oscuro que hoy, diez años después del final de las acciones de ETA, aún camina sobre rescoldos sin apagar.

Quizá el mundo que le rodeó desde joven, quizá su trabajo, son los que han hecho que Oscar Beltrán de Otálora sea un "fan" declarado, un apasionado de la novela negra. Le llaman las historias duras de difícil comprensión. Se encuentran en la lucha política, en el negocio de la droga o incluso en la caza furtiva. En todas ellas conviven víctimas y verdugos, quienes las reprueban y quienes las aplauden o justifican.

Es en esa realidad en la que se sumerge en su primera novela, 'Tierra de Furtivos' (Ediciones Destino). Una historia en la que el esclarecimiento de un asesinato lleva al lector por el mundo siniestro de violencia. La trama que Beltrán de Otalora plantea incluye a una mujer con un pasado en centros de menores empeñada en descubrir quién mató a su amiga, a un joven ertzaina atrapado en las disputas internas del Cuerpo heredadas del pasado de lucha antiterrorista dispuesto a ayudarle, a un sospechoso antiguo militante de ETA contrario al final de la violencia y a un exescolta dedicado a perseguir cazadores furtivos y huir de su pasado. Todo ello ambientado en la Euskadi del posterrorismo, llena de claroscuros. El pantano de Ullibarri, en Álava, es el escenario ideal para dibujar ese mundo de superficie amable y fondo oscuro, como la sociedad.

"Quería hablar de un mundo que es tolerante hacia la violencia. Una violencia que es real, que la tenemos en nuestro entorno. En ella incluyo a ETA. Aún hay grupúsculos que consideran que no debía haber dejado las armas", asegura este periodista especializado en información sobre terrorismo. Señala que no es la única complicidad con la violencia que existe en Euskadi. Hay otras, "como la violencia criminal relacionado con el tráfico de marihuana, con casos espeluznantes, o la violencia que hay en torno a la caza furtiva. Todas esas violencias tienen cierta comprensión y es ese mundo que la tolera el que quería mostrar".

'Cultura del matonismo'

En 'Tierra de Furtivos' Beltrán de Otalora describe lo que define como una "cultura del matonismo" que ve en muchos ámbitos: "Un cazador furtivo tiene mucho de matonismo. Amigos guardas forestales me han contado cosas que ponen los pelos de punta. Trampas, rifles con silenciador, matanzas... y todo para poner una cabeza de corzo en su casa o venderla. Esa violencia no tiene sentido, en mi opinión. A mi me costaría muchos disparar contra un ser vivo".

El crimen en torno al cual se desarrolla un relato en un entorno que el autor conoce bien. El lago de Ullibarri, en el que de joven acudía a practicar con su piragua siempre le fascinó. En la superficie, embarcaciones recreativas, playas artificiales, vendedores de helados y la belleza de su entorno natural. En el fondo, en cambio, "se esconden pueblos enteros, lugares en los que durante la Guerra Civil se produjeron batallas terribles o incluso tumbas medievales. Esa imagen de lo plácido y bello sobre un fondo criminal es lo que me atraía".

El impacto de décadas de violencia terrorista en Euskadi está muy presente en la novela. La historia se desarrolla en un contexto de reconstrucción, de reaparición de las heridas dejadas tras casi medio siglo de sufrimiento. Lo hace en la elección de los personajes, un ertzaina, un ex escolta y un exmiembro de ETA crítico con el final de la banda. "De algún modo es un homenaje a esos escoltas, a esos ertzainas que no ha sido suficientemente reconocida. Ellos permitieron que muchos amenazados pudieran realizar con seguridad su trabajo. Cuando terminó el terrorismo se les mandó a casa. Algunos pagaron con su vida, otros con secuelas que aún tienen. Fue gente que lo paso mal, gente que hizo una gran labor. La ertzaina nació para ser una policía cercana, de barrio y tuvo que enfrentarse a una realidad que no encajaba en sus planes. También pagó un alto precio".

Beltrán de Otalora asegura que ese poso de violencia aún se percibe en muchos aspectos. Los 'ongi etorri' o los discursos que no reprueban la violencia de modo nítido son reflejo de ello: "Es preocupante que el discurso de deslegitimación de la violencia no sea unánime y claro. No veo unanimidad en ese mensaje. Para las próximas generaciones debe quedar claro que la violencia no se puede emplear para un juego político, parta imponer unas ideas". En su opinión, en la Euskadi del posterrorismo "quedan muchas heridas abiertas" y "mucho por contar": "Esa es una labor que corresponde a historiadores y periodistas, el relato no ha terminado".

Fractura social

Al observar la sociedad vasca actual, Beltrán de Otalora ve una fractura clara. Recuerda que algunos sondeos también la han reflejado entre "quienes creen que ya no tiene sentido hablar y recordar todas las cosas que ocurrieron y prefieren mirar hacia adelante y quienes creen que no se puede avanzar sin hacerlo. Esa diferencia de cómo vamos a examinar el pasado es un debate que está en la calle". Subraya que la fractura viene determinada por la apelación al comportamiento individual que conlleva: "Hay una parte de la sociedad que no quiere que se le recuerda para nada lo que pasó. Esa división apela a cómo cada uno se enfrentó al terrorismo. Hubo gente heroica que dio la talla y otra gente que prefirió mirar hacia otro lado, por miedo o por lo que fuera. Por eso digo que esto no esta cerrado, nos apela a cada uno, a lo que hicimos en cada instante".

Socialmente, Beltrán de Otalora cree que la ciudadanía deberá elegir si quiere escuchar y conocer. Prevé que la publicación de nuevos trabajos e investigaciones, como las llevadas a cabo por el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, continuarán. Señala que es un compromiso con las futuras generaciones que deben poder conocer lo sucedido. "En la novela he querido meter un personaje que debe buscar en Wikipedia quién fue Fernando Buesa. Eso seguirá sucediendo, los chavales más jóvenes recurrirán a Wikipedia y otras fuentes a informarse. Aún quedan muchas cosas por conocer. No creo que se corra una cortina de humo sobre todo esto".

Su novela aborda estas cuestiones con la convicción de que respeta el dolor d las víctimas. Sin su aprobación no hubiese publicado 'Tierra de Furtivos', reconoce. En su horizonte vislumbra ya una posible segunda parte de esa parte de novela negra que acumula historias en Euskadi, "algo que me apasiona".