No fue una entrevista aunque hubo preguntas. Lo de Yolanda Díaz en 'Salvados' fue más bien un spot publicitario muy largo, un documental sobre lo buenísima y simpatiquísima persona que es, y lo muchísimo que se preocupa por los trabajadores y trabajadoras de este país mientras el resto, la derecha derechísima y todos aquellos que se dedican a la política (ella no es política, eso lo repitió hasta el absurdo) se dedican a destrozar el país, sabotearlo y hundirlo en la miseria.

Lo de Salvados no fue una entrevista, fue una sucesión de preguntas amables y respuestas llenas de topicazos y lugares comunes propio de cualquiera aspirante a la presidencia. "La política no es esto, lo que estamos viendo es politiqueo", repitió unas cuantas veces. "Llevo muchas decepciones diarias. La política es dura", explicó. "La gente se merece algo mejor", insistió. "Yo no soy un proyecto político" recalcó una y otra vez. "Yo no soy un proyecto político", repitió. "Yo no soy un proyecto político". De manual.

Yolanda Díaz no es un proyecto político. Es otra cosa. Yolanda Díaz es diferente. Ese fue el resumen del 'Salvados' de ayer: frente a la demagogia y los intereses espurios, frente a aquellos que sólo saben "hacer ruido", ella se intentó consolidar como una alternativa. En qué consistía exactamente esa alternativa, no lo sabemos. No dijo nada más allá de cuatro frases manidas: "Voy a iniciar una gran conversación", "Quiero iniciar un proceso de escucha", "En esa conversación caben todos". Y una vez escuche, "valoraré lo qué hacer". Es decir, valorará si se presenta a la presidencia del gobierno. "No he tomado aún la decisión", aseguró. Claro.

De Jordi Évole se podrán decir muchas cosas, pero al menos de vez en cuando te lanza alguna pregunta difícil para descolocar. Sabes perfectamente de qué pie calza, pero sabe mantener la tensión de la entrevista, sacar algún dato, buscar un punto de vista diferente. Lo de ayer del presentador, Fernando González, "Gonzo", fue en cambio pura simpatía. Ni una pregunta complicada le hizo. Nada que pudiera descolocarla.

El resultado del 'Salvados' de ayer fue una hagiografía. La primera parte fue la presentación una mujer de orígenes muy humildes (lo cual, todo sea dicho, la honra). Hija de un destacado sindicalista de los astilleros y de una madre que fregaba en un hospital, tuvo que hacer mil y un trabajos para salir adelante, incluso limpió casas mientras estudiaba. Estudió en el instituto Rosalía de Castro, donde coincidió con Carolina Bescansa ("¿Es el colegio del Pilar en versión roja?", le preguntó Gonzo. Ella sonrió).

Su vida le dio zarpazos muy pronto: su madre murió muy joven. La primera parte de la entrevista de 'Salvados' se grabó precisamente en el bar donde la vicepresidenta se tomaba cada tarde unos churros con su madre, "en la mesa de la ventana". Yolanda Díaz había pedido expresamente que fuera allí.

Mientras Gonzo y ella tomaban un café, él le preguntó por qué se metió en el Partido Comunista a los dieciséis años. "¿Por tradición familiar?", se interesó. "Uy no, yo no me metí en política activa hasta el final", contestó ella. A lo largo de la entrevista repetiría la misma idea: que ella, en realidad, llegó a la política por casualidad, de puro rebote, que no quería, vaya. "Fíjate que no fui ni delegada de clase. Nunca estuve metida en política [en la adolescencia]". Claro, porque afiliarte a un partido político a los 16 años no implica ni una militancia ni un compromiso activo. Por supuesto que no.

Obviamente, en la entrevista no se dijo que Yolanda Díaz fue teniente de alcalde en el Ferrol (actividad que compaginó con un despacho como abogada laboralista) y que en el 2005 fue la candidata de Esquerda Unida a la presidencia de la junta de Galicia (obtuvo 12.000 votos, por cierto, el 0,8% del total). Tampoco se dijo en 'Salvados' que Yolanda Díaz se presentó a la alcaldía de Ferrol y que ha sido responsable de la secretaría de Políticas Sociales en Izquierda Unida y que en el 2009 se volvió a presentar a la Xunta y que luego se unió a En Marea. No está nada mal para alguien que asegura que no le interesa la política y que llegó a ella por azar.

De pequeña conoció a Santiago Carrillo (que le besó la mano) y en su casa recibían a muchas personas de izquierdas, pero ella insistió en que muchas eran del "mundo de la cultura". "Mis gustos son muy heterodoxos", respondió cuando Gonzo le preguntó si le gustaba la obra de Silvio Rodríguez y Fernando León de Aranoa. De todo un poco, vaya. "También en política", dejó claro.

Una vez tratados los orígenes familiares, Gonzo pasó al plato fuerte: la reforma laboral. La primera parte del programa se grabó el lunes, a tres días de la votación sobre el Real Decreto; la segunda parte del programa fue pocos minutos después de que un diputado del PP facilitara la aprobación por error. En la primera tienes la sensación de que Yolanda Díaz no las tiene todas consigo y que probablemente teme que la votación no iba a salir adelante. Incluso insinúa que podría estar pensando en dimitir (no llega a usar nunca este término exacto).

Yolanda Díaz aparece al principio defendiendo a cal y canto su trabajo: "tras cuarenta años, hemos conseguido que por primera vez en España y en la Unión Europea se reconduzca la situación y se recuperen los derechos para los trabajadores". "A siete millones de personas que sufren la precariedad le vamos a dar estabilidad". "Hemos hecho mucho más que derogar la reforma del PP". "No es verdad que la CEOE aplauda esto".

Bajo esa sonrisa perenne y esas risas continuas se notó que estaba muy cabreada. Indignada con las maneras de hacer de muchos políticos a su alrededor. Se notaba que las negociaciones debieron ser duras y en el programa de 'Salvados' se quejó de que "no se estaba hablando de contenido". Ella se presentó como una mujer que "ha sufrido" mucho en estos últimos meses, mientras negociaba la reforma laboral y se empeñaba en "mejorar la vida de la gente" y los demás sólo atendían a intereses particulares. "Para muchos la política es pura campaña permanente y debería ser otra cosa", insistió una y otra vez.

Después de que la reforma se aprobase, Yolanda Díaz dejó caer, insinuó más bien, que ya no estaba pensando en dimitir. Que ya había pasado página. Que ahora tocaba escuchar, aunar, sumar y luego tomar una decisión. Sobre si se presenta o no a las elecciones. "Yo no soy un proyecto político", insistió una vez más.

Ella es otra cosa. Algo totalmente diferente.