Hay políticos que casi se han perpetuado en el cargo. Jordi Pujol estuvo 23 años, Manuel Chaves fue presidente de Andalucía 19 años y Juan Carlos Rodríguez Ibarra de Extremadura durante 25 años. Pero el suyo es casi un ejemplo de eternidad: 32 años. Joseba Egibar, presidente del PNV en Gipuzkoa es un ejemplo de que se puede ejercer el poder máximo en una organización y sin críticas incluso cuando los resultados no acompañan. Basta con saber mover los resortes internos, controlar las bases y saber navegar y adaptarse a las circunstancias. A Egibar (Andoain, 1959), ni siquiera la pérdida constante de penetración social ha logrado debilitarle.

Al PNV le ha sucedido ahora en toda Euskadi , con la pérdida de más de 100.000 votos, pero lleva mucho más tiempo padeciéndolo en Gipuzkoa, el feudo cada vez más sólido de Arnaldo Otegi y más débil del PNV. Es allí donde el político más veterano de Euskadi dirige los designios del PNV casi de modo ininterrumpido desde 1987. En Gipuzkoa hoy la izquierda abertzale es la lista más votada en 77 de sus 88 municipios, según los últimos datos del 23-J. El PNV apenas se impuso en cinco localidades. La paradoja es que Egibar ganó en el pueblo de Otegi y el líder de la izquierda abertzale se impuso en Andoain, el pueblo de Egibar.

La pérdida de influencia del PNV se ha ido acentuando en los últimos años en Gipuzkoa. Lo ha hecho por el mayor empuje que ha demostrado la izquierda abertzale, que ha sido capaz de ganar terreno a los jeltzales. En las últimas elecciones los de Egibar sólo fueron la lista más votada en Abaltzisketa, Albistu, Beasain, Elgoibar y Hondarribia. El desastre podría haber sido mayor si no llega a ser por el PP. Los populares cedieron sus votos para que el PNV conservara la principal institución de Gipuzkoa, la Diputación Foral. En caso de no hacerlo la hubiera gobernado EH Bildu.  

El 'delfín' de Arzalluz que no pudo con Imaz

Egibar ha controlado el PNV de Gipuzkoa prácticamente desde su escisión, en 1987. Siendo muy joven, con apenas 19 años, ya actuó como telonero de Xabier Arzalluz en un mitin celebrado en 1978. Fue entonces cuando el histórico presidente del PNV lo puso bajo su protección. Vio en él dotes de liderazgo y oratoria y terminaría promoviéndole para sucederle en 2003. El que sería considerado ‘delfín’ de Arzalluz perdió aquellas elecciones a la presidencia del PNV –en las que por un solo voto se impuso Josu Jon Imaz-. Pero aquello no supuso su defenestración. Hoy, a sus 64 años, Egibar es el dirigente del partido más veterano y su liderazgo no tiene, al menos en público, cuestionamientos internos. Ni siquiera tras la pérdida de poder en Gipuzkoa han aflorado voces críticas.

Han pasado 36 años desde que fue elegido por primera vez para presidir el GBB y salvo un periodo de cuatro años (2000-2004), Egibar ha sido el líder del PNV guipuzcoano. Más de tres décadas al frente del partido que ha compaginado durante muchos años con cargos de responsabilidad institucional, como la alcaldía de Lizartza, y con la portavocía del PNV en el Parlamento Vasco, que ejerce desde 1998.

En un año el PNV se enfrentará de nuevo a las urnas. Esta vez serán probablemente las más complicadas de las últimas décadas. El pulso con EH Bildu se ha ido estrechando. Lo hizo en las municipales, se repitió en las generales y el temor es que vuelva a ocurrir en las autonómicas. Internamente se confía en que esta vez el desgarro sea menor. Lo mismo se pensó en las municipales…

A esa cuestión se suma que antes, en otoño, se tendrán que adoptar decisiones muy relevantes para la vida interna y externa de la formación. No sólo se elegirá a los candidatos para las autonómicas, sino que se tendrá que abrir el melón de la renovación de cargos en la dirección el partido. Es ahí donde se volverá a plantear por enésima vez la necesidad de renovar el liderazgo del PNV en Gipuzkoa. El propio Ortuzar ya avanzó en una entrevista con El Independiente que era partidario de la renovación, que él no se veía liderando cuatro años más el PNV y que el cambio generacional debía promoverse en todo el partido.

Renovación generacional

Es una aspiración que parece que no va con el ‘micromundo’ PNV que se ha construido en Gipuzkoa. Mientras en el resto de direcciones territoriales del partido la renovación ha sido constante a lo largo de los años, en Gipuzkoa la cabeza del organigrama interno se ha mantenido invariable. De nada sirve que los estatutos internos planteen la idoneidad de que los cargos no se prolonguen más de dos mandatos, ni que aspirar a hacerlo requiera de una autorización excepcional de las bases. Egibar lleva ocho mandatos como presidente del GBB.

El pasado 31 de julio fue él quien volvió a encabezar el acto del día del partido, el 31 de julio, celebrado en Mutriku. Fue él quien puso el alma más soberanista al PNV, quien planteó la reclamación más incómoda que hasta ahora han arrinconado en Sabin Etxea: la exigencia del reconocimiento de la nación vasca en el proceso de negociación en marcha con Pedro Sánchez para su investidura. Defendió que el presidente del Gobierno en funciones promueva los cambios “que sean necesarios” para asegurar durante la negociación el reconocimiento de “la realidad nacional vasca y catalana”: “Nuestro objetivo no es sustentar ningún gobierno español o francés sino la constitución de un Estado vasco”, dijo.

Egibar, de 64 años de edad, ha estado en todos los momentos relevantes de la historia reciente del PNV. Ocupó un lugar relevante en la recuperación del partido tras la escisión que dio a luz a EA, firmó el Pacto de Lizarra en nombre del PNV, disputó la presidencia del PNV tras la salida de Arzalluz y se acomodó al PNV de Urkullu tras la salida de Ibarretxe y la pérdida del Gobierno vasco en 2009. Incluso se 'quemó' al poner la mano en el fuego por la inocencia de su amigo Alfredo De Miguel, el exdiputado foral de Álava condenado a 13 años de prisión por el mayor caso de corrupción jamás juzgado en Euskadi. A partir de ahí ha jugado un papel más secundario, ajustándose al modelo promovido por la generación que representan figuras como las de Ortuzar, Urkullu y Esteban, más alejadas del ‘alma soberanista’ que siempre ha simbolizado Egibar en el PNV.