Entre la espada y la pared. Es la forma más idónea de definir la situación por la que atraviesa Vox desde hace casi un año; desde las últimas elecciones generales en la que sufrió su primer retroceso de representación. Este nuevo intento de acercamiento de Santiago Abascal a Alberto Núñez Feijóo y la dirección nacional de su partido, de este lunes, que no será correspondido, es producto de una base lógica simple: marcar posición electoral frente al PP de cara a la campaña catalana. Ello, en un momento de ghosting popular, de elusión de cualquier tipo de contacto, al menos en lo público, que se fundamenta en la idea de que Génova no necesita materialmente a Vox a día de hoy. Por el contrario, Vox sí que requiere de su atención para no ya prosperar, sino para permanecer en el foco político.

Cargador Cargando...
Logotipo de EAD ¿Tarda demasiado?

Recargar Recargar el documento
| Abrir Abrir en una nueva pestaña

Los populares son los únicos, del ámbito de la oposición, que tienen a su disposición herramientas constitucionales como la posibilidad de presentar recursos de inconstitucionalidad ante el Alto Tribunal, una de las máximas de Vox en los anteriores años; o la de fomentar una moción de censura al Gobierno, algo que, en esta última semana Feijóo rechazó emplear contra Pedro Sánchez. Hasta ahora, y en la política más reciente de la última década, solo Vox y Podemos han recurrido a ello. Asimismo, son los únicos que, a nivel nacional, cuentan con peso político en una Cámara, como es el Senado, para entorpecer la gestión legislativa del Gobierno en todo aquello en lo que no haya consenso. Ha ocurrido con la senda de déficit de cara a los Presupuestos, prorrogados ya este año, o con la amnistía, que se ha saldado con un conflicto entre cámaras y terminará con el veto simbólico de la Alta antes de que, tras un 'sí' definitivo, se publique en el BOE.

Y frente a ello, a nivel nacional, Vox solo tiene el relato político para herir a sus rivales y a su adversario de espacio, que es al mismo tiempo su único "aliado natural". Vox depende del PP para ser influyente, pero también necesita diferenciarse de él continuamente para evitar que, de cara a una nueva competencia nacional por la Presidencia del Gobierno, los electores conservadores primen a Feijóo como voto útil y eso termine por desangrarles definitivamente. Y eso, genera una controversia terrible al partido ultraconservador y le deja en un limbo de actuación. Esta carta, a sabiendas del rechazo que generaría en Génova, es una forma de buscar varios objetivos que vienen intentándose conseguir.

El primero, es materializar a Abascal como el líder de facto de la oposición frente a un Feijóo que, ante la resistencia de Sánchez, insta a esperar a unas nuevas elecciones. El segundo, es busca que Feijóo y el PP entren en ese marco de gobierno ilegal que se dibuja desde hace años, y más estos meses tras el pacto de investidura con Junts a cambio de la amnistía por sus siete votos. Un terreno que Feijóo evita explorar para no agitar un clima guerracivilista, comentan fuentes cercanas. Y porque desautorizaría su posición de alejamiento en lo político pero disponibilidad en lo de Estado. Le perjudicaría frente a Vox, quien navega cómodamente en él.

Y por último, señalar las diferencias de Vox y el PP, de cara a ese electorado catalán que puede apostar por la utilizad de la papeleta de Alejandro Fernández. Se menciona la Agenda 2030 o la inmigración, y se pide que se cese en la negociación de renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Es un retrato del PP como partido que puede llegar a entenderse con el PSOE y el PSC. Incluso con el nacionalismo. Vienen denunciando que el PP les copia la estrategia, como reivindicación de que ellos se adelantan a la agenda. También lo ponen en valor con el campo.

Del reconocimiento a la ruptura de relaciones

El único paso de acercamiento de Feijóo transcurrió de cara a su investidura, cuando los 33 votos de Vox estaban en juego y la investidura del PP murciano pendía de un hilo. Tras ello, el distanciamiento volvió a predominar. Después el reconocimiento requerido por Abascal en septiembre a Feijóo para normalizar las relaciones entre partidos y recibir su apoyo, se pasó en diciembre a una ruptura de relaciones nacionales que se ha prolongado hasta hoy.

Vox busca que el PP juegue en sus plazas ideológicas para, desde ahí, promocionarse como versión auténtica. Ha ocurrido en Austria, con el ÖVP y el FPÖ

Vox, con un PP autónomo y que rehuye atender sus demandas o entrar en sus marcos discursivos, apostaba por ir a la confrontación más dura para ganarle terreno y vender a Génova como aliado del PSOE. Más por ofrecimientos como pueden ser pactos de Estado como la reforma del artículo 49 de la Constitución [algo lógico en una democracia entre los dos grandes partidos], la renuncia a la vía jurídica contra la amnistía hasta no estar aprobada, la movilización dura en la calle, como la de Ferraz, o la convocatoria de Begoña Gómez directamente en la comisión de investigación de mascarillas en el Senado.

Pero ahora, sin rédito claro en lo anterior, Abascal aboga por la estrategia de la colonización. De intentar que el PP juegue en sus plazas ideológicas para, desde ahí, promocionar la versión auténtica, que sería la de Abascal, con la que se suma a esos postulados, que sería Feijóo. Ha ocurrido en países como Austria, donde la derecha tradicional ha perdido terreno frente a la populista. También en Italia, por ejemplo. Y de ello es consciente Génova, que intenta maniobrar y distanciarse en lo posible de Abascal. Sí que ha jugado la baza de la tensión y el tono duro en las intervenciones públicas o en el mismo Congreso de los Diputados. Pero ello no ha perjudicado. Es más, ha permitido al PP primar su visibilidad sobre el tercer partido nacional. El PP controla los tiempos y permite contar con esa independencia de acción en la oposición institucional en la que antes sí competía con Bambú.

La priorización de la inmigración ilegal sobre otros temas de agenda como el independentismo, en Euskadi, o el separatismo y la amnistía, en Cataluña, es una de las mejores muestras de ello. En Vox defienden que la problemática es real, como bien refleja Ignacio Garriga en esta entrevista reciente en este medio. Y de un intento de Vox de, si bien instar al PP en una colaboración en todo lo demás, poder despuntar con un tema en el que solo Vox se mueve bien sin rivalidad máxima -pese a la entrada de competencia de partidos como Aliança Catalana-. Pero, más allá de fortalecer el nexo con votantes propios, este tipo de marcos dificulta expandirse más allá, sobre todo cuando la inmigración no es una de las principales preocupaciones de los españoles. Es el número once según el último barómetro del CIS, por detrás de la vivienda, el empleo, o los propios políticos.

Los contactos entre Abascal y Feijóo han sido escasos desde finales de verano. El último, del que ha tenido constancia El Independiente, data del mes de enero. Una conversación breve entre ambos entre bambalinas, en el Congreso de los Diputados. Sin ninguna formalidad ni conclusión. Y donde, entre otras cosas, Feijóo mencionó el viaje de Abascal a Estados Unidos para reunirse con figuras como Donald Trump en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). La deducciones que sacan en Vox es que el PP anda "desorientado" desde hace tiempo y debe centrarse. Sin embargo, fuentes populares señalan que es al contrario. Y que el PP no busca ensancharse por la derecha, sino hacerlo desde el centro mientras el PSOE "se radicaliza".

Los territorios, único objeto real de presión

Frente a la dialéctica pura, Vox tiene en su mano una herramienta para tensar al PP e intentar condicionarlo realmente para ir de la mano, como quieren. Pero es de doble filo, peligrosa. Se trata de los gobiernos autonómicos de coalición que comparten, con Vox como socio minoritario. Y como socio externo en el caso de Baleares. En innumerables ocasiones, fuentes de Vox han dilucidado que, mientras la confrontación se realizaría a nivel nacional, mientras que en los territorios se aspiraría a transmitir una imagen de partido de gestión, que inspire confianza. De ahí que, al ser preguntado por ello, se aleje la posibilidad de tensar las relaciones con los populares o llevarlas hasta la ruptura total.

Por un lado, se explica que se están haciendo cosas buenas en los territorios. Mencionan la bajada de tributos o la defensa lingüística del castellano. Pero es evidente que, tensionar artificiosamente tendría más consecuencias negativas que positivas para Vox. Hacer dinamitar los gobiernos con un respectivo adelanto de comicios, beneficiaría al PP como opción política de estabilidad en las urnas y dejaría a Abascal sin la mayor cuota de poder de la historia del partido.

Si bien es cierto que Vox ha crecido en todas las elecciones de este año, al menos en votos en Galicia y Euskadi, y las previsiones son de mantenimiento en Cataluña, Abascal sigue sin dar con la tecla que permita diferenciarles del PP y doblar tendencias nacionales, como el estancamiento que dan repetitivamente las encuestas a Vox en torno a los 10-11 puntos de estimación de voto frente a los 12,4% del 23-J. Salvo algunos picos inferiores, no hay cambios desde diciembre del año pasado.

La carta de Abascal, para Génova, es un ejemplo de que Vox "está obsesionado" con el PP, apuntó este lunes Borja Sémper, el portavoz nacional. Los populares consideran que, el hecho de que Vox opte por la vía pública para el traslado de estas peticiones, evidencia que quiere llamar más la atención que constituir ese frente común. Y creen que la competencia permanente con su partido, oxigena a Sánchez. Así lo consideraron con la moción de censura del año pasado. Génova reafirma que el PP y su estrategia es "independiente" al de resto de partido.