Otra vez la pesadumbre, el abatimiento, la incertidumbre. El shock que no abandona a nadie, tampoco ese miedo que cala en los huesos. El PSOE no levanta cabeza, y este miércoles lo volvió a proyectar en el Congreso, en una sesión de control bronca y durísima en la que el escándalo que rodea a Santos Cerdán, el que hasta hace solo una semana era el mandamás del partido, su secretario de Organización, fue el eje de todo. Pedro Sánchez braceó para intentar escapar del dedo acusador de la oposición y hasta de sus socios, y lo consiguió a medias, porque entre algunos miembros de su bancada no acabó de convencer su estrategia, su recurso incansable al y tú más como casi herramienta única de autodefensa, aunque para muchos otros diputados no queda otra porque el presidente está obligado a remarcar que el PSOE es "diferente" al PP, porque "actúa", porque es "contundente" contra la presunta corrupción y "expulsa" a quienes caen en ella. Los gestos de distanciamiento de los socios y la "psicosis" que se ha instalado entre los cuadros por las siguientes revelaciones explosivas que puedan nacer del caso no hacen, sin embargo, más que introducir dudas sobre una legislatura que emprende, en su segunda parte, un camino más que inseguro, con una fecha de término, 2027, que ahora parece imposible de alcanzar.

El presidente emitió un mensaje muy rotundo a su partido el lunes. Aguantar. Ni elecciones, ni dimisión, ni cuestión de confianza. Convocar las urnas sería una "tremenda irresponsabilidad", porque no habría posibilidad de reeditar el Gobierno de coalición, así que si pulsara el botón electoral sería tanto como regalar la Moncloa a PP y Vox. En la larga reunión de la ejecutiva federal previa a su comparecencia ante los medios, de más de cuatro horas, hubo miembros de la cúpula que plantearon la posibilidad de un congreso extraordinario para "apuntalar el liderazgo" de Sánchez y acallar las voces críticas, o una conferencia política, o asambleas abiertas para dar más protagonismo a las bases. Pero la decisión fue otra: aunque tuvo sobre la mesa "todas las opciones posibles", el líder socialista eligió capear el temporal. Quedarse y designar a un nuevo secretario de Organización (y un nuevo equipo con él) de cara al comité federal del 5 de julio.

Sánchez salió retador. Al ataque. Como intentó hacer este miércoles en la Cámara baja. Primero ante un Alberto Núñez Feijóo que le llamó "lobo de la manada corrupta", luego ante un Santiago Abascal que le motejó como "indecente" y "corrupto". Frente a la petición de anticipo electoral que esgrime insistentemente el PP, el único adelanto que habrá, se burló, es el de las sentencias de los presuntos casos de corrupción que atenazan al PP. "La corrupción cero no existe", pero en el PSOE "la tolerancia contra la corrupción es absoluta", afirmó, en un evidente desliz, para insistir en que los socialistas sí han actuado —también en este "doloroso" caso—, a diferencia de lo que a su juicio hacen los conservadores, y a partir de ahí lanzó algunas de sus causas: el PP es la "enciclopedia de la corrupción con capítulos autonómicos".

Pero lo que más revolvió al presidente fue la pregunta del portavoz de ERC, Gabriel Rufián. El dirigente independentista, directamente, le sacó de sus casillas. "Jure y perjure que no estamos frente a la Gürtel del PSOE. Grábenselo a fuego, señorías del PSOE. ¡La izquierda no puede robar! No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos prémium. Porque al final lo que les diremos es que la gente decida". Sánchez salió a degüello, insistió en que el PSOE ha actuado con "contundencia", admitió que ha recibido un golpe "doloroso en lo político y en lo personal". "Pero lo que no voy a aceptar que haga de la anécdota una categoría porque la izquierda no es corrupta, la izquierda no roba y mi organización es una organización limpia". Al presidente se le vio irritado, profundamente molesto con Rufián, uno de sus socios más estables. Tanto le pilló sorprendido la ofensiva del portavoz republicano que patinó a la hora de calificar el caso Koldo-Ábalos-Cerdán como una mera "anécdota", una "expresión desafortunada", como reconocían después en su equipo en la Moncloa.

Algunos diputados socialistas apuntaban en los pasillos del Congreso que no les había convencido su jefe. No había sido su mejor día, señalaban. Le vieron "tocado", "afectado", "abatido". Aferrado al y tú más —"más bien hay que llamarlo somos diferentes, porque lo somos", esgrimían desde la dirección del grupo— y con una defensa más débil frente a ERC. "Ha desplegado un ataque sin filtro", analizaba un parlamentario, aludiendo a cómo el presidente no distinguió entre las derechas y sus socios.

La Moncloa asume que tiene que cuidar si cabe más a sus aliados parlamentarios, que debe "darles cariño e intentar entenderlos", porque ellos no quieren tumbar al Gobierno pero les resulta incómodo, cara a sus clientelas electorales, sostener a un PSOE sobre el que pesa un grave caso de corrupción del que no se sabe cómo evolucionará y si desbordará el "triángulo tóxico" que forman Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García.

Sánchez completó la ronda de reuniones con los socios que arrancó el lunes con su compañera de coalición, Yolanda Díaz (Sumar), siguió el martes con Jordi Turull y Míriam Nogueras (Junts) y acabó este miércoles con Gabriel Rufián (ERC), Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta (EH Bildu), Maribel Vaquero (PNV) y Cristina Valido (Coalición Canaria). Sus posiciones públicas fueron más tibias, condicionaron su apoyo a lo que vaya ocurriendo en el caso Koldo y exigieron más medidas y más contundencia frente a la corrupción. Rufián dudó hasta el final si convenía ir a la cita en la Moncloa. Sí acudió pero no hubo foto, como no la hubo en los encuentros con el PNV y con CC. Todos trasladaron la imagen de provisionalidad, expresaron sus dudas sobre la viabilidad de la legislatura.

El portavoz de ERC, que reconoció haber visto a Sánchez "tocado", apremió a la izquierda a ponerse las pilas y conseguir "al menos que la gente pueda comprarse un piso de forma digna". "El tiempo que quede, porque cuando entren aquí los corruptos prémium, nos vamos al carajo todos", apuntó sincero. Él fue el que planteó sanciones "de por vida" a las empresas que caigan en prácticas corruptas, incluso "multas millonarias". El jefe del Ejecutivo se comprometió a mejorar la persecución de los "corruptores". Vaquero trasladó a Sánchez la preocupación de su partido por la "gravedad" de lo ocurrido, aunque prometió que no va a "mercadear" por los hechos. Es decir, que no subirá el precio de su apoyo al Ejecutivo de coalición. Sí le exigió "ejemplaridad", "transparencia" y que cumpla con el pacto de investidura. La dirigente del PNV coincidió en que vio al líder socialista "preocupado" pero a la vez "tajante" en su negativa a que pueda encontrarse financiación ilegal en el PSOE. También pidió medidas contra las empresas constructoras corruptas. Sánchez, dijo, no le presentó ningún plan para intentar agotar la legislatura. A Junts el día anterior, por ejemplo, el jefe del Ejecutivo ni siquiera le habló de los Presupuestos de 2026.

"Actuar con toda contundencia" y adoptar medidas en profundidad contra la corrupción, le demandó a su vez Bildu. Aizpurua y Elejabarrieta sí le advirtieron de que "ya no es políticamente suficiente" señalar que la alternativa al Gobierno de coalición "es peor". Más clara fue Valido: para CC, la confianza en Sánchez "se ha quebrado" y en estos momentos la formación no puede garantizarle su apoyo.

Podemos y BNG rehusaron reunirse con el presidente con la evidente intención de visualizar su distancia. Los morados creen que la legislatura es políticamente "muerta", aunque su continuidad dependerá de lo que decida Sánchez. La secretaria general de la formación, la exministra Ione Belarra, le afeó echar mano del y tú más, decir que el PP "tiene más corruptos y roba más" que el PSOE, porque con ello hace "casi el mismo daño que la propia trama de corrupción" que salpica a los socialistas. Podemos no persigue el adelanto electoral pero insiste en que ya "no negociará" nada con el Gobierno: le apoyará en las iniciativas que comparta y le votará en contra de aquellas que rechace.

En la Moncloa también asumen que la legislatura entra en una zona desconocida. Porque asumen, como había deslizado la portavoz, Pilar Alegría, la víspera, que el caso Cerdán está realmente en su fase inicial —el ex número tres acaba de perder el aforamiento y es ahora cuando se le puede investigar—. El Gobierno se siente, en realidad, desbordado, a expensas del avance de las pesquisas judiciales, de las declaraciones de los implicados, de más grabaciones. "Van a salir más cosas seguro. Es una debilidad con la que tenemos que aprender a convivir —indican desde el equipo más cercano a Sánchez—. Pero no vamos a desfallecer. Merece la pena aguantar. Que es una tortura, pues sí. Pero si nos rendimos, estaríamos cediendo a la estrategia de la derecha de derribar a este Gobierno, y nosotros gobernamos legítimamente. Lo fácil es desmarcarse de este Ejecutivo y pedir elecciones, pero eso sería no dar valor a lo que estamos haciendo. Los dos años que nos quedan hasta el final de legislatura tienen mucho valor", para seguir desplegando políticas