Desde 2022, cada cierre de año pone en el disparadero a alguna figura clave de Vox. A la salida de Macarena Olona tras las andaluzas, por la puerta de atrás, le siguió la de Iván Espinosa de los Monteros en 2023. Se sumó en octubre de 2024 la de su esposa y entonces líder en Madrid, Rocío Monasterio. Ahora el foco se pone sobre Javier Ortega Smith, el último rescoldo del 'primer Vox', de aquel que se puso en pie como una escisión moralmente más conservadora que el PP con Santiago Abascal, el matrimonio Espinosa-Monasterio y otros tantos segundos espadas que ya no están dentro del partido.

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Si bien Ortega sigue dentro y ostenta los cargos de portavoz de la comisión de Justicia en el Congreso y la portavocía en el Ayuntamiento de Madrid, su cese hace siete días como portavoz adjunto en la Cámara Baja, en la misma jornada en la que Carlos Mazón anunció su dimisión, supone un antes y un después en una guerra fría interna que viene dándose desde ese 2022. Y pone de relieve un cambio ideológico en la formación: a la purga del ala ultraliberal se le une del declive de los perfiles con una visión ultraderechista más clásica, como Ortega, mientras que despegan entre las siglas los discursos con mayor componente populista, de apelación a la emotividad y de la inmigración como eje de la mayor parte del discurso.

Un paso del utilitarismo, la gestión, las alianzas en el espacio y Vox como un instrumento para conseguir finalidades, que parece quedar atrás, a una cúpula del partido que parece querer centrarse en el sorpasso al PP y a la imposición de unas siglas sobre otras como tanteó en su etapa Ciudadanos. Ortega ya instó a sus compañeros a no olvidar las metas iniciales y valores de la marca, frente a los que se han incorporado más tarde.

Su remplazo en esa portavocía adjunta por el diputado Carlos Hernández Quero, portavoz nacional de vivienda del partido, es el mejor ejemplo. Ortega representa a esa corriente tradicionalista, la más elitista, mientras que Quero abre al partido a los ejes más obreristas, algo que ha sido clave para la consolidación de socios de Vox, como la Reagrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen. La adhesión de antiguos votantes de izquierda está siendo cada vez mayor para los homólogos de Vox, aunque los franceses despuntan en ello, y globalmente va en paralelo de una crisis de los partidos tradicionales que en España no se está dando aún abiertamente.

En la última década Le Pen emprendió un proceso de desdemonización de su marca en la que la entrada de nuevos perfiles como el joven presidente del RN, Jordan Bardella, ha sido clave para normalizarla entre el electorado, conseguir el apoyo de exmilitantes comunistas tras la desindustrialización, o para acercarla a los más jóvenes. En Vox, el encumbramiento de figuras como Quero, y antes Pepa Millán o Juan García-Gallardo -al que Quero suplió tras su marcha en la dirección-, buscan esa apertura y esa normalización definitiva tras seis años de rodaje parlamentario. Se busca conectar con un público joven, pero también más amplio sociológicamente, abordando los problemas para el acceso a la vivienda, las condiciones laborales, o las pocas perspectivas de futuro para la generación Z y los millenials. Aunque esa apertura es limitada y a día de hoy no es un todo en Vox, con un importante componente neoliberal reaccionario que resulta contradictorio.

No hay un respaldo en Vox al aborto como los ultras en Francia, y la tradición y la moral cristiana aún esta muy presente en las capas internas de la formación. Como los de Le Pen, se hace una aparente protección de los derechos de la mujer y del colectivo LGTBI señalando la amenaza que el multiculturalismo y sobre todo el islam suponen para su día a día. Un pretexto más para rechazar lo no occidental y acusarlo de incompatible.

El diputado de Vox y portavoz adjunto en el Congreso, Carlos Hernández Quero

El paso al ostracismo de Ortega

Ortega cae en desgracia en Vox en octubre de 2022 con su destitución como secretario general al extenderse un descontento en las ejecutivas provinciales por su coordinación. Desde entonces, ha pasado por diferentes cargos y ha intentado competir contra Abascal en primarias sin ni si quiera poder oficializar una candidatura alternativa. Después de enterrarse el hacha de guerra e incluirlo Abascal como vocal en la dirección nacional, Ortega ha criticado al partido puntualmente en este 2025 por hacer seguidismo de Trump en plena guerra comercial con Europa, por no dejar clara una posición atlantista respecto a Ucrania después de la entrada en la familia europea de Viktor Orbán, o sugiriendo falta de democracia interna y de ombliguismo frente a la necesidad de pactos estables con el PP para formalizar un "Gobierno de salvación nacional".

Con ello de fondo, y por desmarcarse de las directrices de Vox al acudir a la presentación de Atenea, el think tank de Espinosa, o después ir a la tribuna de autoridades del desfile militar del 12-O pese a negarse a ello Abascal para no compartir espacios con el Gobierno, la situación de Ortega dentro de Vox ha marcado un antes y un después. Y tras el cese, los reproches al partido han pasado a ser públicos. Ortega no lo ve como un simple desplazamiento para dar protagonismo a la vivienda, como justifica Vox, sino que ve un apartamiento por esos desplantes previos.

Lo verbalizó en una entrevista en COPE el jueves, donde aseguró no entender nada y lo definió como "injusto". Es la primera vez que Ortega arremete tan abiertamente contra los suyos mientras los críticos ya fuera de Vox jalean desde fuera enalteciendo su papel fundacional.

Como publicó El Independiente a mediados de octubre, antes de trascender este movimiento, desde el círculo más próximo de Ortega se aseguraba que los desplantes a Abascal, el ser "un verso libre", inhabilitaba al diputado para volver a ser candidato en Madrid capital, con la duda de si contará con hueco a las listas del Congreso. Atribuyen a la amistad ya deteriorada con Abascal le ha mantenido dentro de Vox estos años.

Entre la purga de lo clásico y la 'lepenización'

Al margen de esa pugna personal, de fondo hay una crisis de modelos y de enfoque estratégico. En los últimos días, el relevo y la figura de Quero están dando que hablar, sobre todo tras viralizarse un discurso desde el madrileño barrio de Aluche sobre la dificultad de acceso a la vivienda en Madrid a la vez que se hace una defensa de la identidad de los barrios. Se habla de lepenización de Vox, de la aproximación al proteccionismo estatalista, a la defensa de las clases populares, con un chovinismo y un rechazo férreo a la inmigración general, a la que se demoniza como causante de los problemas sociales. Todo en pleno invierno demográfico.

Madrid se ha convertido en laboratorio de pruebas del perfil obrerista de Vox frente a Ayuso, que ya copa el antagonismo a Sánchez o las bajadas de impuestos

Sin embargo, lo que hay es un aperturismo y una variación de roles dependiendo del estadio en el que toca jugar. Ese neoliberalismo, la apuesta por el recorte de impuestos y el rechazo de Vox a las políticas de Pedro Sánchez ya quedan cubiertos en Madrid con Isabel Díaz Ayuso a diferencia de otros enclaves. De hecho, la suplencia de Monasterio se justificó por la intención de abrirse al cinturón sur de Madrid, a los históricos feudos socialistas. Para fuentes del aparato Monasterio representaba y daba la imagen de élite, mientras que Isabel Pérez Moñino, ahora portavoz en la Asamblea y con un estilo más urbano, permitía abanderar la lucha contra la inseguridad y la pérdida de identidad cultural de esos municipios.

Madrid se ha convertido en el laboratorio de pruebas de ese obrerismo, ante el deterioro de los servicios públicos, con los precios del alquiler disparados y con capacidad de Vox de distinguirse vehiculándolo todo con el nativismo frente al 'Madrid abierto' que pregona Ayuso. Con un PP abierto a la inmigración regular, próxima a la cultura y especialmente a la inversión de grandes capitales internacionales. Desde la izquierda, que señala ese problema de servicios como la sanidad o de la vivienda, se cuestiona esa competencia con la inmigración de fondo, y se lamenta que Quero no arremeta contra los grandes inversores nacionales.

"Ayuso pone la alfombra roja a los buitres (...) diciendo que hay grandes rentabilidades, que vengan todos, multimillonarios extranjeros (...). Ana y Anselmo no pueden comprar mientras tanto. ¿Para quién gobierna entonces? Madrid le aburre (...) y quiere convertirlo en el patio trasero de los ricos", expuso Quero el miércoles. Un discurso que a muchos les recuerda al de Podemos, aunque con ese racismo de base en la diferenciación pueblo-élite, sugiriendo que esa élite a través de la inmigración desvirtúa al pueblo virtuoso, nacional. Figuras ya fuera de Vox, de la cuerda de Ortega, como José Luis Steegmann, han advertido en X: "Todos conocemos a alguien que decía eso y se fue a Galapagar".

Esta estrategia de lepenización, en parte, lleva el sello de uno de los asesores clave de Abascal, que se mueve entre Disenso y Vox, Kiko Méndez-Monasterio. Aunque ya se intentó sin éxito tras la salida del confinamiento por el coronavirus, la falta de un escenario amplio de crisis social no permitió explorarlo con contundencia. Tampoco se daba credibilidad a que Ortega, Espinosa, Monasterio o Abascal de la bajada del precio de la luz, de vivienda social o de la lucha contra las casas de apuestas en los barrios humildes. Ahora perfiles como el de Quero si permiten dotar de coherencia al relato. Además, según barómetros como el del CIS, mientras que otros experimentos como Aliança Catalana o Se Acabó la Fiesta se vinculan a rentas medias y altas, Vox si que empieza a calar en las más bajas.

En pandemia prosperó el sindicato de Vox, Solidaridad, que ya ahondaba en esa idea obrerista. La conexión del discurso de Quero tiene notable relación con la nueva dirección de Jordi de la Fuente, exmilitante del neonazi MSR catalán, cuyo discurso se engloba en esa perspectiva social, el socialpatriotismo.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto a las portavoces del partido en el Congreso, Pepa Millán (d), y de la Asamblea de Madrid, Isabel Pérez Moñino (i), en una marcha de Solidaridad

Un discurso bien armado

En conversaciones con El Independiente, aborda esta cuestión el politólogo y consultor de comunicación política Jordi Sarrión-Carbonell. Para él el discurso y el perfil de Quero permite "conectar muy bien con el público objetivo" en contraste con Ortega, el portavoz económico de Vox, José María Figaredo, y el resto de "apellidos compuestos" que estereotipan a Vox frente a su competencia con la izquierda. "Me recuerda a Bardella: joven de origen humilde, no privilegiado, y que conecta bien", argumenta. Sobre esa experimentación madrileña, señala que Vox tiene un camino libre, dado que la izquierda "no ha sabido darle forma" a la oposición al "discurso de la Miamización de Madrid". Sí que menciona a representantes como el diputado y portavoz adjunto de Más Madrid en la Asamblea, Emilio Delgado.

Ese discurso, recalca Sarrión-Carbonell, "lo compra cualquier persona de izquierdas" sin atender al fondo nativista. Valora la construcción de este discurso, tanto en Vox como en sus homólogos. "La derecha radical populista y el trumpismo han leído a Laclau y a Gramsci", quienes en sus primeros pasos fueron referencia para Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. Fue clave en el Podemos inicial, para ubicar en España esa dicotomía pueblo-élite poscrisis económica.

Por otro lado, el experto alude que el discurso "apela a la nostalgia" en un periodo en el que las encuestas recogen que "cada vez más se glorifica el pasado y se añora el franquismo". "Eso no quiere decir que se quiera una vuelta del autoritarismo, pero sí estabilidad". Esa nostalgia recuerda políticas sociales "hasta cierto punto exitosas" que se llevaron a cabo durante la represión de la dictadura, que intentaron paliar la persecución. Al final, con esa nostalgia "se vuelve al mito de la España de los propietarios" y con una fórmula completamente antagonista se hace referencia al mismo problema que, por ejemplo, Gabriel Rufián viene señalando en el Congreso o en La Revuelta: "una persona, una casa". "La derecha lo hace de forma reaccionaria", en todo caso.

El principal reto que se va a encontrar Vox es la coherencia de discurso. Hay muchas resistencias dentro al relato lepenista

La principal duda para el politólogo, algo que en redes compañeros del ramo también dejan en duda, es si esa faceta lepenista podrá consolidarse o quedará dentro de Vox como un eje más. "Hay muchas resistencias dentro. El principal reto que se va a encontrar Vox es la coherencia". Es decir, casar por un lado el discurso obrerista de Quero, con los intereses de esa base neoliberal respecto de las élites económicas, del "lobbismo" o de las rebajas masivas de impuestos que dejan en duda el mantenimiento del Estado de bienestar. Sobre todo si cada vez hay menos cotizantes.

Aunque dependerá de Vox, también estará sujeto a la contraoferta que dé la izquierda a los problemas sociales. En estos momentos, con un Gobierno de coalición progresista prolongado durante siete años, Sarrión-Carbonell no ve nuevas ideas ni capacidad de construir nuevos relatos por la izquierda.

En estos momentos, la izquierda juega a la resistencia con una agenda progresista incapaz de aplicar a grandes rasgos, condicionada por la derecha independentista burguesa catalana, y con evitar elecciones para impedir un gobierno de PP y Vox como una de sus máximas. "No hay nada fresco", advierte. De lo que está seguro es que de que Vox en estos momentos tiene un discurso más claro para el electorado que PP y la izquierda, y que de Quero y de su enfoque se va a hablar mucho con el tiempo.

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