Siete años esperando el regreso del president del 1-O se concretaron este jueves en una intervención pública de cinco minutos de Carles Puigdemont en el Paseo Lluís Companys de Barcelona. Bajo el Arco de Triunfo y a escasos metros del Palacio de Justicia de la capital catalana. Después, las 3.200 personas reunidas para acompañarlo ante las puertas del Parlament y evitar su detención secundaron la procesión del grupo parlamentario de Junts hacia el Parque de la Ciutadella. Una procesión en la que nunca participó Puigdemont.

El líder de Junts huía, mientras tanto, por la trasera del escenario acompañado por Jordi Turull. Después su núcleo duro, integrado por Gonzalo Boye, Josep Lluís Alay, Jami Matamala y Jordi Cabré reaparecía a las puertas del Parlament, alentando la ilusión de una inminente llegada de Puigdemont. Casi una hora de murmullos y llamadas telefónicas que acabó sorpresivamente cuando los cuatro abandonaron el parque, sin que se tuvieran noticias de Puigdemont. Para entonces, el líder de Junts que prometió participar "presencialmente" en el debate de investidura se había zafado ya de la "operación jaula" montada infructuosamente por los Mossos.

La segunda huida de Puigdemont deja tras de sí varias víctimas, todas ellas supuestamente en el bando del independentismo. El prestigio, ya maltrecho, de los Mossos d'Esquadra en primer lugar. Pero también el papel del presidente del Parlament, Josep Rull, la posición de su grupo parlamentario, que ayer exhibió su soledad, o cualquier oportunidad de recuperar los puentes con ERC.

Sin detención no había argumentos para pedir la suspensión del pleno. Junts lo intentó, pero no obtuvo ningún apoyo en el Parlament

Puigdemont tenía este jueves una oportunidad de frenar la investidura del socialista Salvador Illa. Pero esa opción pasaba por una detención que permitiera a Junts argumentar la suspensión del pleno. En esas condiciones, Junts habría tenido el apoyo de Esquerra y los Comunes en la Mesa del Parlament, puesto que sus portavoces habían avalado ya esta opción, planteada también por Rull.

Una suspensión que muchos en Junts soñaban con prorrogar hasta el 26 de agosto, para provocar una repetición electoral. Era el último cartucho de Puigdemont para evitar la investidura de Illa, pero la investidura se completó este jueves pese a las maniobras de Junts. Sin detención no había argumentos para pedir la suspensión del pleno. Junts lo intentó, pero no obtuvo ningún apoyo en el Pleno.

División en Junts

Al inicio de la sesión, buena parte del Grupo de Junts en el Parlament estaba tan sorprendido como el resto de los diputados ante la nueva desaparición de Puigdemont. Durante las primeras horas del pleno los diputados de Junts eran la imagen del desconcierto. El mismo que ejemplificaba la señal del portavoz del grupo, Albert Batet, cuando entraba en el hemiciclo indicándole a Rull que sería él quien diera la primera réplica al candidato Salvador Illa. Un discurso que la mayoría de su grupo esperaba que hiciera Puigdemont.

La intervención de Batet sirvió para romper cualquier atisbo de puente con Esquerra. Pere Aragonès "fue investido con los votos de la CUP y Junts, entre los tres sumábamos el 52% del electorado y ahora Aragonès se va y su partido votará la presidencia de Illa, el primer defensor del 155 en Cataluña antes incluso de que el PP decidiera aplicarlo" les recriminó tras reprochar la actuación policial dirigida por el consejero Joan Ignasi Elena.

Batet se empleó a fondo también contra la actuación policial dirigida por el conseller Joan Ignasi Elena, ridiculizando a los Mossos y comparándolos "con la Policía y la Guardia Civil cuando buscaban las urnas y las papeletas".

Cuando quedó claro que Puigdemont no iba a aparecer por el Parlament, su grupo reclamó la suspensión del debate en base, precisamente, a esa actuación policial. Pero Junts se quedó solo, y Rull no pudo ejercer el voto de calidad de la presidencia, porque solo contaba con el apoyo de la otra representante de Junts. ERC se alineó con el PSC. Más tarde, cuando se reunió la Junta de Portavoces, los comunes completaron la mayoría y el resto de la oposición -PP, Vox, CUP y Aliança Catalana- rechazaron también la pretensión de los neoconvergentes.

"La Mesa tiene la obligación de tramitar todas las peticiones de grupos parlamentarios" argumentaba un Rull cabizbajo al retomarse el debate. Pero los reiterados intentos de entorpecer el desarrollo del pleno no solo incomodaron al resto de los grupos. También generó división en el seno del partido.

Movilización, pero menos

La jornada de ayer evidenció además la capacidad de movilzacion a la baja del independentismo que quiere liderar Puigdemont. La fecha no era en absoluto propicia, pero el regreso tras siete años en Bélgica y la posibilidad de la detención, junto al apoyo unánime de todas las entidades independentistas, permitían soñar con una movilización mayor. Las 3.500 personas contabilizadas por la Guardia Urbana quedan lejos de las grandes movilizaciones independentistas.

También de los disturbios que en 2019 respondieron a la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del procés congregó a mucha más gente. De hecho, incluso los CDR reconocían tácitamente este extremo al convocar a una nueva movilización durante la tarde, apuntando que "tenemos que ser más que esta mañana".

Con la convocatoria de ayer Puigdemont quemaba principal cartucho político, el del retorno a Cataluña. Y el resultado obtenido ha sido más que agridulce, por lo menos para su partido. Salvador Illa fue investido sin más contratiempos y la controvertida actuación policial tuvo como resultado que nadie, excepto Junts, se refiririera a la "dictadura de las togas". Y ni siquiera Albert Batet recordó mentar el nombre del juez Llarena.