En el año 1992 el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) creó una empresa llamada Boston Dynamics para enfocar y acoger todos los proyectos que tuvieran que ver con la robótica, por entonces un sector aún lampiño. Año a año las creaciones que salían de la universidad de tecnología más prestigiosa del mundo eran mejores.

A tal punto llegaron las innovaciones que Google, una de las mayores empresas del mundo, que decidió echarle el guante y hacerse con Boston Dynamics en el año 2013, dentro de una política que impulsó Andy Rubin, uno de los cofundadores de Android, para apostar por la robótica. No fue la única adquisición, pero sí la joya de la corona.

Durante dos años las cosas fueron muy bien. La factoría de Boston Dynamics sacaba robots como churros e incluso recibió financiación del gobierno de Estados Unidos para investigaciones que estuvieran enfocadas a la aplicación de estos diseños y a cómo podían actuar en situaciones de riesgo para el ser humano, como catástrofes naturales o emergencias.

El sello de Boston Dynamics estaba en robots con forma humana que eran capaces de caminar sobre dos piernas, u otros con forma animal que eran capaces de girar y de moverse apoyados en cuatro patas. La empresa incluso diseñó y fabricó una estructura que recibía el nombre de Guepardo (Cheetah en inglés) por su gran velocidad. Alcanzaba los 46 kilómetros por hora, mayor que la de Usain Bolt cuando consiguió su récord del mundo en 100 metros.

Por mucho que los diseños de Boston Dynamics hayan sido revolucionarios, a una reestructuración financiera es muy complicado sobrevivir, por mucho que corran tus robots. Cuando Ruth Porat se convirtió en jefe financiero de Alphabet inició una política de reducción de costes de las empresas periféricas que tenían una consideración más experimental.

Dentro de ese grupo, que trimestralmente supone un lastre en los balances del gigante de internet, está Boston Dynamics y otras muchas, si bien es cierto que es la más rentable de todas ellas. Por eso sorprende que Google se la quitara de encima hace sólo unos días.

Rumbo a Japón

Los directivos del buscador llevaban desde marzo de 2016 buscando un comprador para Boston Dynamics, hasta que finalmente lo han encontrado en Softbank. Por mucho que su nombre apunte a una entidad financiera, Softbank es uno de los gigantes de las telecomunicaciones y la tecnología en Japón, y ahora puede presumir de ser la dueña de la escisión de robótica del MIT.

Las cifras de la operación no han trascendido, como ya viene siendo habitual en las políticas de Google, pero sí que se sabe que Softbank respetará todos los contratos de suministro y diseño que tiene en vigor su nueva adquisición. En cualquier caso, la operación podría rondar los 100 millones de dólares, casi 90 millones de euros, según ha publicado Financial Times.

Dentro de la venta de Boston Dynamics, quizás en la letra pequeña del acuerdo, también va incluida Schaft, especializada en la fabricación de robots humanoides y que tiene fuertes lazos con la Universidad de Tokyo. Tiene todo el sentido del mundo que Softbank quiera hacerse con el principal laboratorio de ideas del sector en su país.

Marc Raibert, fundador de la firma de robótica, lleva tiempo convencido de que sus creaciones tienen incluso aplicaciones comerciales, en sectores como la logística o la construcción. En cualquier caso, los desastres naturales parecen un entorno que les viene como anillo al dedo. No en vano su Atlas, un robot bípedo, ya ha participado en las tareas de reparación de la central nuclear de Fukushima, en Japón.

"Los robots inteligentes van a ser clave en la próxima etapa de la revolución tecnológica", explicó el CEO de Softbank, Massayoshi Son, tras la firma del acuerdo. Lo tiene claro, ya que no es la primera adquisición de este tipo que hace. En 2012 pagó 100 millones de dólares por la francesa Aldebaran Robotics, responsable de Pepper, un robot que analiza expresiones humanas y cuyas 1.000 primeras unidades se vendieron en un minuto a 1.700 euros la pieza.

Choques y conflictos

Las relaciones entre Boston Dynamics y Google tampoco pasaban por su mejor momento en los últimos meses. A la cúpula de la fabricante de robots no le hizo mucha gracia la salida de Rubin, al que veían como uno de los pocos directivos que tenía la experiencia y el conocimiento necesarios para liderar un proyecto así. Se lo traduzco: Rubin les dejaba hacer sin meterse demasiado, limitándose a aportar allí donde podía.

Tras su salida hubo una ausencia de poder que luego acabó por derivar en Google intentando imponer ciertas líneas de desarrollo, algo que no gustó en Boston Dynamics. Cuando uno se acostumbra a la libertad absoluta, es complicado acogerse a las nuevas ataduras por mucho que las dicte uno de los gigantes de internet.

En Google no estaban muy contentos con las últimas creaciones. "En la prensa están entusiasmados, pero estamos empezando a recibir comentarios negativos sobre quitarle el trabajo a la gente", escribía en un email interno Courtney Hohne, una de las directoras de comunicación de Google, según recoge Business Insider.

Sea como fuere, ahora le toca a Softbank explotar las virtudes de uno de los centros de talentos más importantes de Estados Unidos. El miedo a la pérdida de empleos humanos por la automatización de muchas tareas es una circunstancia real, pero no es menos evidente que eso abrirá además nuevas posibilidades para los seres humanos. Está todavía muy lejos el momento en el que no seamos necesarios, pero ya ha llegado el tiempo en el que los robots sí lo son. ¿Quién podría meterse en el centro de una central nuclear en la que ha habido un fallo de seguridad? Atlas.