"Hace 30 años yo trabajaba en Dinamarca estudiando los estallidos de rayos gamma que se producían de manera imprevisible en el universo. Cada vez que había uno nos llegaba una alerta al móvil, pero era bastante tedioso porque lo tenías que tener siempre en la mesita de noche y te obligaba a estar a duermevelas. Cuando yo recibía las alertas llamaba a los astrónomos que trabajaban en los telescopios para convencerles de que dejaran lo que estuvieran haciendo, porque había sucedido un fenómeno que era mucho más importante. Y claro, había bastante reticencias. Te llamaban de todo menos bonito".

A Alberto Castro-Tirado, investigador del IAA-CSIC, se le encendió la bombilla. Sabía que el sistema que utilizaban provocaba demasiados retrasos a la hora de observar fenómenos que sucedían de manera muy rápida y sin previo aviso. Así que llegó a la conclusión de que la mejor opción era robotizar los telescopios para que respondieran automáticamente cuando recibieran una alerta de que algo había pasado en el espacio. En EEUU llevaban décadas haciéndolo, pero en España no se había construido ningún telescopio así. Así que cuando el investigador regresó a trabajar a nuestro país en 1998 lo hizo decidido a cambiar esto.

"Me contrataron en el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) y apoyaron mi idea de establecer en Huelva un primer observatorio, cerca de donde hace poco se lanzó el Miura 1. Era un telescopio bastante modesto, pero sigue existiendo y nos permite hacer astronomía en un campo amplio. El segundo centro lo hicimos con ayuda del CSIC en Málaga, y estaba más avanzado. Es verdad que allí hay algo de contaminación lumínica, pero como banco de pruebas es genial. Hasta el punto que la estación de Málaga ha sido la que hemos clonado en el resto del planeta", detalla Castro-Tirado.

En 2009 abrieron oficialmente la tercera estación en Nueva Zelanda. En 2012 inauguraron la de China, que fue en su momento la primera instalación española de cualquier tipo en construirse en el país asiático. Tres años después vio la luz la de México. Y en 2021 y 2022 lo remataron construyendo los telescopios más en Sudáfrica y Chile, respectivamente. Objetivo conseguido: España se había convertido en el primer país de la historia en tener una red mundial de telescopios robóticos con presencia en los cinco continentes. Un proyecto solo posible gracias al trabajo conjunto de los investigadores, que contaron con el apoyo del INTA, el CSIC y la Universidad de Málaga.

"Estamos muy orgullosos porque nos ha llevado 25 años. España no es el país con los mejores medios tanto por personal como por dinero, porque no se puede contratar a mucha gente. Pero nuestro equipo consiguió ganarle la carrera a EEUU y Rusia, que querían hacer lo mismo. Hemos construido una red muy potente, que desde distintos usos horarios puede recibir cualquier alerta y, si el tiempo lo permite, observar los distintos fenómenos que se produzcan en el espacio. Somos sin duda un grupo de referencia en la astronomía robótica. Y seguimos sacando patentes y muchas ideas nuevas", asegura el investigador.

No lo tuvieron fácil, porque aunque Rusia y EEUU comenzaron a construir mucho más tarde su propia red de telescopios, su músculo financiero y científico les permitió avanzar mucho más rápido. Hasta el punto que los investigadores españoles vieron que les pisaban los talones y decidieron acelerar al máximo. Aunque lo cierto es que a día de hoy el país americano sigue construyendo su estación asiática en el Tíbet, y el gigante euroasiático todavía no ha conseguido instalarse en Oceanía.

Desde el principio la red se ideó especialmente para observar lo que se conoce como fuentes transitorias, que son objetos astrofísicos que emiten luz de forma breve, intensa y repentina, como las estrellas masivas que colapsan. En otras palabras: los telescopios estudian los eventos que más energía producen del universo. Pero, a partir de ahí, las posibilidades han ido aumentando. En la actualidad también sirven para hacer un seguimiento de la basura espacial, y la Agencia Espacial Europea (ESA) les ha contactado para que vigilen los objetos cercanos a la Tierra que podrían ser potencialmente peligrosos, como los asteroides que tienen riesgo de colisionar con nuestro planeta.

Pero aunque los telescopios son españoles, los países que han acogido las distintas estaciones tiene derecho a utilizarlos durante un porcentaje del tiempo. Y lo hacen. Esta misma semana un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Nature relataba que telescopio español ubicado en China, junto con otros, registró la explosión de una estrella supergigante roja situada a 21 millones de años luz de distancia. Una universidad china analizó todos esos datos, y llegó a la conclusión de que se trata de la detección más temprana de un fenómeno de supernova provocado por el colapso del núcleo de la estrella instantes antes de morir. Y que la estrella había expulsado grandes cantidades de polvo en los años previos a su muerte, lo que originó una densa nube alrededor que atenuó el primer destello de luz de la explosión.

Siete ojos para vigilar el cielo

Como explica Castro-Tirado, la red podría definirse como "un cerebro que maneja siete ojos, uno en cada parte del planeta". El criterio para elegir los lugares donde instalar los telescopios fue simple: buscaron observatorios astronómicos de gran calidad, lejos de las ciudades y que permitieran un soporte logístico. Con dos excepciones. La estación de Málaga se construyó allí porque consideraron que era el sitio perfecto para probar la tecnología antes de explotarla a los demás países. Y en Chile, que es un país que tiene una superpoblación de telescopios, tuvieron que irse a un lugar más alejado, en el desierto de Atacama.

La clave es que algún telescopio español siempre estará en un lugar del planeta donde sea de noche, de tal manera que tendrá las condiciones idóneas para observar el cielo. Aunque, en casos concretos, pueden hacer que varios telescopios apunten al mismo lugar, o que se vayan relevando unos a otros para hacer 'guardias' de 24 horas.

"En los observatorios donde están los telescopios hay personal de esos países, pero si hay problemas más serios mandamos a nuestro ingenieros desde España. Aunque los costes son altos y, en muchas ocasiones, tardan mucho en llegar. A Nueva Zelanda, por ejemplo, es un día de viaje", relata Castro-Tirado, que añade que la mayoría sus telescopios están ubicados en zonas de alta montaña.

Llegado a este punto, la pregunta que surge es si la red se seguirá ampliando. "Nos hemos dado por satisfechos con estos siete telescopios. Pero nos están llegando propuestas para que instalemos más. Para los países puede ser muy interesante, porque pueden tener un acceso limitado a nuestro telescopio e incluso al resto de la red. De momento estamos en conversaciones con otro país del hemisferio norte, que está muy interesado. Y aunque para nosotros ya no es tan necesario, no nos viene mal. De hecho, hemos estado investigando y sería muy interesante abrir una estación en la Antártida. Es algo que no descartamos como opción de futuro", concluye Castro-Tirado.