El invierno en Rusia ha sido el más caluroso de sus registros históricos. Las temperaturas llevan años siendo más altas pero ya han bautizado 2020 como el año sin invierno. Este fenómeno no es exclusivo de Rusia. Todos los países con territorio en el Ártico están viviendo el cambio climático de una manera cada vez más evidente. 

“En las últimas décadas la temperatura media en la zona ártica ha ido subiendo de manera imparable. No estamos hablando de un año aislado, sino que venimos de décadas en las que se ve que la tendencia general es al alza en las temperaturas”, explica a El Independiente Jonathan Gómez Cantero geógrafo-climatólogo e investigador en cambio climático.

Las temperaturas medias en los polos han sido anómalamente altas en los polos.

Una de las consecuencias que más preocupa es la desaparición del permafrost. “Con estas temperaturas se está fundiendo más el permafrost. El permafrost es el suelo helado que tenemos debajo tierra en estas zonas. Se está fundiendo. Hay zonas del planeta que en invierno se congelan y en verano se descongelan, esto es un proceso normal en los bordes del Ártico que tienen un clima periglacial. Es lo que pasa por ejemplo en determinadas zonas de Noruega y en Siberia, son climas periglaciares, son climas que en invierno se congelan absolutamente, pero en verano se descongelan", explica Cantero.

El suelo se derrite

Gómez Cantero, que ha trabajado como climatólogo en Alto en Noruega, zona donde se ha producido esta semana un deslizamiento de tierras que se ha hecho viral. Se trata de un fenómeno de gelifluxión. Cuando se descongela el suelo se convierte en un barrizal y en las en zonas de pendientes y laderas se producen deslizamientos. 

Los procesos de gelifluxión “son completamente naturales y ocurrirían igualmente si no hubiese cambio climático. Lo que pasa es que ahora sabemos que las temperaturas medias estancia aumentando en las últimas décadas y además este invierno ha tenido temperaturas por encima de lo norma, por lo tanto estos procesos de deshielo han sido mucho más marcados”, señala Cantero. Según afirma este climatólogo tenemos constancia de que en los últimos años se está fundiendo mucho más permafrost. “Cada vez más se hunden más carreteras y hay grandes zonas de Siberia que han aparecido lagos en los últimos años por el permafrost”.  

“Esta misma semana se ha producido un vertido de gasóleo en el norte de Siberia al romperse una balsa de gasóleo. La empresa asegura que se ha producido un deslizamiento causado por el deshielo del permafrost. Esto está por determinar”, explica Cantero. Pese a que no está claro todavía, no es la primera vez que se producen vertidos en las infraestructuras petrolíferas del país por movimientos de tierra que causan roturas en los oleoductos.

“En Noruega están muy preocupados por este tema, es un problema que se toma muy en serio porque afecta a muchas infraestructuras y, directamente, a muchas poblaciones. De hecho invierten muchos millones en mantener sus infraestructuras sanas para hacer frente a este tipo de fenómenos”, añade Cantero.

Nuevas y viejas enfermedades en el Ártico 

Con el cambio climático se produce una segunda amenaza: enfermedades nuevas y enfermedades antiguas. En la isla Noruega de Svalbard, ubicada en el Ártico, no se entierra a nadie desde hace décadas, se envían los cuerpos al continente. En su capital, Longyearbyen, hay un pequeño cementerio del siglo XIX. A principios del siglo XX se desenterró a unos marineros que habían muerto por la gripe y sus cuerpos estaban muy conservados y contenían el virus de la gripe. En los cementerios de Alaska, Noruega y Rusia de estas zonas podrían conservar esporas de virus causantes de la viruela, pero no está claro si podrían ser contagiosos o si se conservan bien. 

El único caso demostrado es el caso del ántrax y los renos. “Murieron de ántrax y llevan años congelados, con su descongelación terminaron por infectar a humanos y causando la muerte a un niño”, explica Melissa Jiménez medioambientalista y experta en Salud. Se estima que hay unos 7.000 fosas con renos muertos por ántrax de principios del XX. Una epidemia arrasó con ellos. En principio la amenaza de su descongelación no preocupaba porque no había transmisión zoonótica pero el salto a humanos ya se ha producido en una ocasión. Según Jiménez hay muchas enfermedades en los cuerpos de los muertos enterrados en en estas zonas, se trata de enfermedades del siglo XVIII y XIX que están ahí congeladas. “Muchos patógenos están en los propios cadáveres que el permafrost mantienen intactos y congelados”.

Con todo los epidemiólogos no están tan preocupados por estas viejas enfermedades congeladas como por las nuevas. Existe inquietud porque el cambio climático pueda cambiar la distribución geográfica y temporal de una variedad de enfermedades infecciosas. La mayoría son enfermedades zoonóticas, y puede propagarse entre humanos y animales por vectores de artrópodos, agua, suelo, animales salvajes o domésticos. Los patógenos zoonóticos potencialmente sensibles al clima de preocupación en las regiones circumpolares incluyen brucella (fiebre de malta o brucelosis), toxoplasma gondii (toxoplamsosis), el virus de la rabia, virus del Nilo Occidental y virus de encefalitis transmitida por garrapatas, entre otros.

El metano el asesino invisible

Por último el peor de los impactos del derretimiento del permafrost es la emisión de metano. Con su deshielo se liberan grandes cantidades de este gas que se concentra en la atmósfera, como el CO2, pero el metano causa el doble de efecto invernadero que el CO2.

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU señala en El Informe especial sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante (SROCC) que “las temperaturas del permafrost han aumentado a niveles récord (desde 1980-presente), incluido el reciente aumento de 0.29 ° C ± 0.12 ° C de 2007 a 2016 promediado en la montaña polar y alta regiones a nivel mundial. El permafrost ártico y boreal contiene 1460–1600 gigatones de carbono orgánico, casi el doble del carbono que hay en la atmósfera”, según detalla el informe publicado por el IPCC. La liberación de esos gigatones de gases en la atmósfera es un dato que alarma a los científicos.