Hablar de suerte con una mortandad de más de 200.000 personas en todo el mundo quizá resulte difícil de asimilar, pero los científicos no dicen las cosas para caer bien. Quien lo mantiene es Salvador Macip, doctor en Genética Molecular, experto en infecciones y en el sistema inmune. Hace 10 años publicó Las grandes epidemias modernas (Destino), un libro que ha reeditado con el mismo objetivo que publicó hace diez años, informar sobre las amenazas epidemiológicas que nos acechan como especie.  

Cuando se publicó su libro habíamos pasado con éxito la crisis de la gripe A y él hablaba de la posibilidad de un episodio mucho más serio, algo parecido a lo que vivimos ahora. “Cuando escribí el libro me acusaron de alarmista porque decía que vendría una pandemia peor y que había que prepararse. No es que fuera adivino, todos los que trabajamos con virus lo decíamos, lo que no me esperaba es que fuera a pasar en menos de diez años”, cuenta a El Independiente desde Inglaterra, donde es médico investigador de la Universidad de Leicester.

La expansión del coronavirus por todo el mundo y la enfermedad que causa, la COVID-19, en menos de medio año, es uno de los escenarios de los que los epidemiólogos llevan años advirtiendo. “Hace un año la OMS hizo una lista de los retos de la salud para este siglo. Señalaron a la malaria, el sida y otras cosas habituales, pero añadieron en su lista un concepto: enfermedad X. Una enfermedad que aún no existiera pero que fuera causada por un virus nuevo y causara una pandemia. A esto no se le hizo ningún caso”, asegura Macip.

Cuando la OMS sacó su informe en noviembre Un mundo en peligro en el que advertía que no estábamos preparados para una pandemia de una gripe agresiva muy letal, no era consciente de que tampoco estábamos preparados para un virus poco letal, como el nuevo coronavirus Sars-COV-2 que. según los cálculos de Macip, no llegará al 1% de mortalidad, pero que ha hundido la economía mundial y tiene a un tercio de la población mundial escondida en casa, como se hacía en la edad media.

Tenemos que ser conscientes de que este virus no es lo peor que conocemos

“Hemos tenido suerte con el nuevo coronavirus, podría haber sido peor. Tenemos que ser conscientes de que este virus no es lo peor que conocemos, es un virus malo porque es muy infeccioso pero es benigno en la letalidad, no es muy mortal, cuando todo acabe la mortalidad será del 1%. Esto es bajo en comparación con el ébola que puede llegar al 80%. Normalmente los virus agresivos se propagan mal y los que se propagan bien son menos agresivos, al menos hasta ahora. Pero podría haber sido un supervirus, uno que se propague bien y sea más letal con un 10% o un 20%, la cantidad de muertes antes de que podamos controlarlo puede ser terrible”, explica Macip sobre ese escenario.

En octubre de 2019 la Fundación Bill y Melinda Gates junto con The Johns Hopkins Center de Seguridad Sanitaria organizaron un simulacro para mostrar nuestras debilidades para afrontar un estallido de un virus letal. Un ejercicio que quería ser una llamada a la acción con una supuesta pandemia con un coronavirus muy agresivo que partía de murciélago se transmitía a un cerdo en una granja en Brasil y terminaba causando la friolera de 65 millones de muertos.

“Esta pandemia puede ser un buen toque de atención, una buena práctica para prepararnos para un virus superior, tendrá un impacto terrible económico, social y humano, pero podría haber sido peor. Por ejemplo, la gripe aviar convertida en pandemia hubiera sido mucho peor”, asegura Macip. Este investigador quiere pensar que vamos a aprender algo con esta pandemia, “porque soy optimista por naturaleza, y esto nos ha trastornado tanto que es un toque clarísimo y podría valer para ponernos sobre aviso sobre el futuro, pero es verdad que somos humanos y  en cuanto salgamos de esto queremos pensar en otra cosa”.

Fuentes de virus

Joan Caylà, epidemiólogo que trabaja en la Unidad de investigación en tuberculosis de Barcelona - fuiTB, no es tan optimista. “Aprender cuesta mucho. Estos años hemos tenido varias epidemias mediáticas como el zica, el ébola, la gripe A, el SARS y las vacas locas y parece que cuesta mucho que aprendamos. A partir estas epidemias se han establecido recomendaciones que cuesta mucho que se sigan. En principio deberíamos mejorar mucho la Salud Pública. Es muy importante detectar rápidamente los casos se ha visto con la COVID-19. Hay que tener una buena red de atención primaria de servicios de epidemiología y salud pública que se dediquen al control de enfermedades de declaración obligatoria”, asegura. 

No podemos evitar que los virus salten de los animales a los humanos, pero podemos reducir mucho el riesgo

“Una de las cosas que podemos aprender de la COVID es dar más relevancia a la ciencia, no sólo cuando hay problemas. Y encontrar una manera mejor de relacionarnos con nuestro entorno. Porque el riesgo de los virus siempre ha existido, pero nunca hemos hecho caso. No podemos evitar que los virus salten de los animales a los humanos, porque siempre ha ocurrido y siempre ocurrirá, pero podemos reducir mucho el riesgo, evitar que pase más a menudo. Y si podemos responder de una forma rápida evitaremos muchos problemas”, asegura Macip. Según su opinión alterar ecosistemas en los que nunca han llegado los humanos es un riesgo muy claro, pero también lo son las granjas de animales. 

En abril de 2019 una cepa de gripe aviar en el este de Bélgica, inocua para los humanos, hizo saltar todas las alarmas, pero se quedó en un susto. “Potencialmente las granjas de animales tienen la posibilidad de ser un foco de epidemia, pero tienen muchos controles veterinarios de salud pública en los países de Europa occidental, por tanto la posibilidad existe, pero la probabilidad es baja”, asegura Caylà.

Otra amenaza remota son los virus que por el cambio climático están descongelándose en el Ártico. “Se ha dado un caso de ántrax, que es muy grave, hay virus que están congelados y que en un momento dado podrían dar paso a un problema importante, pero de momento sólo se ha dado un caso”, matiza Caylà.

Amenazas en España

Donde este investigador pone el foco de sus preocupaciones es en los arbovirus, los que se transmiten por insectos. Esta es una amenaza muy presente en las autoridades españolas. Una amenza que se espera se incremente con motivo de la subida de las temperaturas causadas por el cambio climático. Y en este sentido ya tenemos un enemigo público número uno: el mosquito tigre.

Tenemos que tener equipos multidisciplinarios con clínicos, epidemiólogos, microbiólogos, entomólogos, etc.

“El mosquito tigre está en todas las comunidades autónomas y es muy prevalente en las zonas del mediterráneo. Ya se han dado algunos casos autóctonos de algún arbovirosis como el zika, el chikungunya, el dengue y el virus del nilo occidental”, señala Caylà. “El mosquito tigre puede transmitir todas estas infecciones. Se introdujo hace quince años en España, entró por Sant Cugat desde China y se ha extendido, poco a poco. Otra infección parecida podría ser la malaria que está erradicada en España desde hace muchos años pero el mosquito anopheles, que es el transmisor, se asienta en concentraciones importantes en distintos puntos de la Península”, asegura.

“Para combatir estas enfermedades tenemos que tener equipos multidisciplinares muy preparados, coordinados: con clínicos, epidemiólogos, microbiólogos, entomólogos, etc. Sólo con estos equipos multidisciplinares se puede combatir, prevenir y controlar este tipo de problemas. En Barcelona sí que estamos preparados contra las arbovirosis, aquí cada año en la Unidad de Investigación de Tuberculosis realizamos una jornada de enfermedades emergentes y desde hace 6 años dedicamos a las arbovirosis un capítulo, porque es un tema importante”, mantiene.

Epidemias olvidadas por la COVID-19

Para este epidemiólogo, con el foco puesto en la COVID-19 es posible que no pongamos atención en otras enfermedades. “A escala mundial todos los países priorizan esta pandemia, lo que es normal, pero olvidamos otras infecciones muy importantes como la tuberculosis, la malaria y el VIH. Hay que tener en cuenta que de COVID-19 va a morir mucha gente, pero de tuberculosis al año mueren 1.500.000 personas, de VIH mueren 1.400.000 y de malaria aproximadamente unas 750.000. Los recursos que a escala mundial se dedicaban a estas tres infecciones que reportaban esta mortalidad tan elevada se están derivando al COVID-19 así que puede haber un repunte de estas tres infecciones”, asegura.

La mayoría de la gente que trabaja con virus de lo que tiene más miedo es de la gripe

Para Salvador Macip el peligro en el futuro está en la gripe. “La mayoría de la gente que trabaja con virus de lo que tiene más miedo es de la gripe, de los virus conocidos la gripe es el que más miedo da, porque muta cada año, cada año hay nuevas versiones y hay versiones conocidas muy agresivas, y si alguna de estas se hiciera pandémica tendríamos problemas. Pero con los virus no podemos prever nada ni a corto, ni a medio plazo. ¿Quién iba a decir que un coronavirus sería un problema en los años 90? Nadie lo hubiera creído hasta que vimos una variante de coronavirus que podía causar cuadros respiratorios graves como el SARS”, explica Macip.

El COVID-19 no despeja la enfermedad X

En ese nadie puede prever, Macip se aventura en otra posibilidad tan alarmista como cuando le acusaron hace diez años. “De aquí a cinco años podemos encontrarnos con otra familia que virus que dé casos graves, puede salir cualquier cosa, por cualquier lado. Más X. El concepto del peligro de la enfermedad X sigue existiendo”, asegura.

Si como dice Macip hemos tenido suerte, ¿que pasaría si tuviéramos mala suerte? ¿Con qué porcentaje de letalidad nuestra civilización estaría en serio peligro? "No tenemos un estudio bien hecho sobre qué nos puede hacer colapsar de una forma seria, esto es un mínimo colapso comparado con lo que podría pasar. Seguramente exista un punto en que a determinada letalidad no podamos asumirlo socialmente, no creo que llegue a acabar con nuestra civilización, porque tenemos muchas herramientas, pero sí que es verdad que para sobrevivir a virus más agresivos sea necesario que se muera una buena parte de la población. ¿Cuál es el punto de resistencia y cuál el punto en el que se pueda crear un gran desorden global que destruya a una buena parte de nuestro tejido social? No lo sé y me gustaría saberlo".