“El verano pasado acabó con medio pueblo peleado por los riegos”, relata Juan Antonio Prados, presidente de la comunidad de regantes de Dílar, un pueblo granadino de las faldas de Sierra Nevada agraciado por un río homónimo que nace en sus montañas. Un tesoro que, en tiempos de sequía y con los estragos ya palpables del cambio climático, tiene demasiados pretendientes con intereses no siempre comunes ni compatibles. Una batalla por un agua cada vez más escasa que enfrenta a agricultores, ecologistas, instituciones y una estación de esquí que fía su futuro incierto a la ampliación de la producción de nieve artificial.

“Lo del verano fueron peleas continuas y un sin vivir. Y la situación este año es peor. Ha llovido en las últimas semanas pero la nieve ya se ha ido. Como no cambie mucho el tiempo, no podremos sacar los cultivos adelante”, reconoce Prados, que acumula décadas de lucha por los intereses de un pueblo de 2.000 habitantes con un vasto término municipal, cerca de 80 kilómetros cuadrados enclavados en el Parque Nacional de Sierra Nevada y la estación de esquí. La traumática experiencia del último año, con una red de acequias sin agua y cada vez más esporádicos turnos de riego en plena madrugada, escenifica una batalla que apenas ha escrito sus primeros capítulos.

Conflicto de intereses

El prólogo de un porvenir con tintes apocalípticos que resulta cada vez más real. “En el futuro las guerras más importantes se desencadenarán por el agua. Lo que está sucediendo es sencillo: el volumen de precipitaciones ha descendido con el tiempo y ahora llevamos unos cuantos años seguidos en los que el freno del agua de la que disponemos es constante. Las necesidades aumentan y el agua disponible disminuye”, resume Manuel Titos, el mayor investigador e historiador de Sierra Nevada. El macizo montañoso, el de mayor altitud de toda Europa occidental tras los Alpes, muestra con crudeza el desafío de acompasar las demandas de todos los implicados con recursos naturales cada vez más limitados.

La tendencia a futuro es clara: va a hacer más calor y habrá menos agua

“La tendencia a futuro es clara: va a hacer más calor y habrá menos agua”, confirma Regino Zamora, catedrático de ecología de la Universidad de Granada y coordinador científico del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada. “Aún así tener una montaña al lado es uno de los mejores seguros que se puede tener. No se trata de un espacio vacío sino de una despensa de agua con una capacidad de amortiguar las situaciones”, advierte el experto. “Existe un conflicto de intereses importante en el uso del agua”, agrega.

Una cotizada fuente que reivindican como propia las partes en liza. Para los regantes del Dílar, afluente del Genil, se trata un recurso que ha servido para evitar la despoblación y mantener un patrimonio agrario representado por las acequias o los cultivos en terraza. “No estamos en contra de los objetivos de la Agenda 2030, pero para crear biodiversidad hay que ayudar a la gente que está en el territorio a mantenerla. Somos una pequeña comunidad de regantes en la que ha empezado a cundir la desilución. Si, como está pasando ya, se deja de cultivar se va a perder la diversidad propia del río, las semillas que se producen aquí y se reparten por la cuenca...”, enumera Prados, que el pasado verano vio secarse cosechas por valor de 10.000 euros.

Acequia sin agua a su paso por el termino de Dílar.

Acequias, un patrimonio histórico que se seca

El pasado verano, por primera vez desde que hay registros, el agua dejó de pasar por las acequias del pueblo granadino de Dílar para -alegaron desde la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir- cumplir con el caudal ecológico. Una decisión salomónica y sin contemplaciones que dejó escenas como la que ilustra estas líneas y puso en riesgo no solo las cosechas sino la flora y la fauna. Con ese recuerdo reciente, la comunidad de regantes local pide ahora incluir la protección de esta red histórica en la modificación en curso de la ley de patrimonio histórico de Andalucía. "Dotar al sistema de acequias de una especial protección debido a la huella cultural que representan, siendo nexo de pasado y presente, fuente documental material e inmaterial de una serie de costumbres agrarias que ponen de manifiesto una organización ancestral de los terrenos de cultivo, uso sostenible del agua, la tierra y otros recursos y generando toda una serie de paisajes excepcionales en alto riesgo debido a agentes modernos como especulación del suelo, ampliación de las ciudades y de los núcleos poblacionales periféricos, construcción de segundas residencias (muchas veces ilegales) en zonas de cultivo no urbanizable...", detalla la propuesta que reivindica los saberes locales en una coyuntura que "está perjudicando especialmente a los agricultores de minifundios, producción de autoconsumo y técnicas tradicionales y sostenibles que, desde hace más de mil años, con prácticas ancestrales que desarrollan, contribuyen a la recarga de acuíferos, biodiversidad, zonas verdes que serían semi desérticas".

En el centro de la discordia, subyace desde el año pasado la implementación de un caudal ecológico -el agua necesaria para preservar los valores ecológicos en el cauce de un río- que los regantes consideran “desmesurado y sin atender a las particularidades del río, su lecho y caudal histórico, sin haber presentado informes o estudios asociados y con implementación de medidores defectuosos”. Una decisión que defienden desde la Confederación Hidrológica del Guadalquivir. “Esta claro que cuando hay poca agua, surgen más conflictos, pero aún así se está gestionando relativamente bien”, asegura a este diario Alejandro Rodríguez, comisario de aguas de la Confederación. “No se estaba cumpliendo el caudal ecológico y desde el verano pasado se incluyó un aplicación de semáforo para que las comunidades, en una situación de escasez, se establecieran turnos”.

"Esto no es sequía; es saqueo"

Una medida, sin embargo, que la comunidad de regantes más cercana al nacimiento del río considera discriminatoria porque, en pleno agosto, terminó provocando la prohibición de riego en los primeros tramos y no en el resto. “Pasamos de regar cada tres días a seis y después a la prohibición total. Se cometió una arbitrariedad porque el sensor que medía el caudal estaba mal colocado, dentro del parque natural lo que implica una reducción del caudal permitido”, replica Prados. Desde la Confederación se reconoce: “Normalmente la comunidad de regantes que hay aguas arriba es la que suele hacer más uso del agua cuando no hay control y es la que más quejas ha emitido”.

A las escaramuzas por el riego en un paisaje a mitad de la alta montaña y la vega se suma la demanda hídrica de una estación de esquí, la más meridional de Europa y también en el centro de la polémica por la ampliación de servicios que contempla su plan estratégico hasta 2030, cuya copia íntegra ha solicitado este diario sin éxito. Cetursa, la compañía pública que gestiona las instalaciones de la estación, dispone de dos balsas de almacenamiento de agua, las de Zahareña y Borreguiles que, con una capacidad de 100.000 m3, alimentan los cañones de nieve para el funcionamiento artificial de las pistas, especialmente en años secos. Desde 1995 cuenta con una concesión de aguas públicas de 350.000 metros cúbicos/año que entre noviembre y marzo toma del río Monachil. Una autorización que expiró el pasado febrero y que se ha prorrogado a la espera de que se dirima su solicitud realizada en 2007 para duplicar el volumen de agua, hasta los 725.749 metros cúbicos/año, ampliando hasta mayo su licencia.

Balsas de agua que usa Cetursa para la producción de nieve artificial.

La estación de esquí y su captación de agua, bajo investigación

Fuentes de Cetursa señalan a este diario que se encuentra en tramitación en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y que cuenta ya con “el informe favorable del Parque Nacional de Sierra Nevada y con tres informes favorables durante todo este tiempo de la propia confederación”. El Espacio Natural de Sierra Nevada ha sido la única de las instituciones consultadas por este diario que ha rehusado proporcionar la información solicitada. Su director Francisco de Asís Muñoz Collado también ha rechazado participar alegando supuestos problemas de agenda.

Entre el 22 y el 30% de la nieve en superficie en Sierra Nevada se pierde por sublimación

Desde Cetursa se insiste que “la concesión de agua para nieve producida es, como siempre, no consuntivo, es decir, no se consume; se produce nieve y luego, con el deshielo primaveral, vuelve al río”. Una afirmación que, sin embargo, discute la ciencia. Según un estudio del Instituto Interuniversitario de Investigación del Sistema Tierra de Andalucía, entre el 22 y el 30% de la nieve almacenada en superficie en Sierra Nevada se pierde por sublimación. “Este porcentaje puede incrementarse en el actual escenario de cambio climático, que muestra una tendencia hacia el incremento de la aridez, y también puede variar en función del año, del patrón de las precipitaciones y de los periodos cálidos, de la altitud, de la ladera, etc, y es particular de cada latitud. Lo que sí se ha comprobado es que cuanto más dure la nieve en la superficie, más se sublima. En promedio, se ha calculado que en Sierra Nevada, en torno al 25% de la precipitación de nieve se sublima antes de fundirse”, alerta un estudio de los servicios técnicos del Espacio Natural de Sierra Nevada.

Manifestación de vecinos y regantes de Dílar contra el "saqueo" del agua.

La captación irregular de agua por parte de la estación de esquí ha desatado una batalla legal con participación de los ecologistas. Ya fue multada en el pasado y ahora afronta nuevas causas.  “Cetursa tiene abierto un expediente sancionador de 300.000 euros. La confederación le acusa de coger más agua de la que tienen concedida; tenían autorización para dos captaciones y lo hacían en cinco lugares; estaban dejando completamente seco un río dentro de un espacio de Red Natura 2000, que es un delito ecológico; y cogen agua fuera de plazo, incluido en meses de verano”, detalla a este diario Javier Egea, miembro de Ecologistas en Acción en Granada.

En los documentos a los que ha tenido acceso este diario se desliza, además, un posible trasvase encubierto entre las cuencas del Monachil y el Dílar, completamente ilegal, desde la Laguna de las Yeguas, una laguna artificial cuya concesión para consumo humano caducó en 1997 a través de  una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y sobre la que nunca se ha autorizado extracción de agua para la producción de nieve artificial. “Se pudo constatar la existencia de infraestructuras, si bien éstas no estaban en uso”, aseguran desde la Confederación. Los ecologistas denuncian la existencia de un túnel subterráneo que discurre bajo el muro del embalse y accede a su interior con varias tuberías de canalización.

Procesión de San Isidro Labrador en Dílar (Granada).

Pedirle agua al santo

Ir al auxilio de lo sagrado cuando la acción humana -el cambio climático- y la obstinación de las administración agravan una sequía. El pasado año, en plena canícula, el pueblo granadino de Dílar, en las faldas de Sierra Nevada, sacó en procesión a San Isidro Labrador. El sacerdote local y un pequeña comitiva de vecinos recorrió las calles del enclave para rogarle que intercediera en el milagro de la lluvia. Lo hizo por primera vez en décadas.

Desde la estación se niega el uso del agua del Dílar para el sistema de nieve producida. “A través de una canalización que existe desde los años 60, se recurre a ese agua para consumo humano de Borreguiles (restaurantes, escuelas de esquí y personal de Cetursa, radiotelescopio y observatorio astronómico del CSIC), la zona de la Hoya de la Mora (Albergue Universitario y cuarteles militares)”, agregan. Sin posibilidad de ampliar sus límites geográficos, los gerentes de la estación sí tratan de asegurar la continuidad de la estación con nuevos sistemas de nieve artificial. A principios de marzo reabrió una pista e inauguró uno de los dos nuevos telesquís, el Puente II.

Una estación a base de nieve artificial: ¿Un futuro viable?

Unas instalaciones que se enfrentan a la ira de los ecologistas. “Mientras haya frío pueden fabricar nieve y, aunque desde lejos la sierra de Granada se vea con una línea blanca, únicamente la de las pistas, les da igual. Solo les importa mantener el negocio y seguir gastando millones en cañones”, se queja Egea. Fuentes de la consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía señalan a este diario que “de momento no hay expediente sancionador abierto” por la construcción del nuevo telesquí y su impacto ambiental. “Los técnicos de la delegación territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul de Granada están pendientes de un último informe de gestión del medio para conocer si es o no oportuna la apertura de expediente sancionador por el inicio de la obra con un informe parcial de validación aunque no haya perjuicio ambiental alguno”, agregan.

A medio plazo habría que pensar qué tipo de usos para la estación adaptado a la realidad de que el recurso nieve no va a estar asegurado año tras año

Sobre el horizonte también sobrevuela la viabilidad futura de la propia estación. “A largo plazo es un problema por el agua pero también el incremento de la temperatura. Si la temperatura promedio sube cinco grados, cerrarán las estaciones de esquí de toda Europa”, apunta Zamora. “A medio plazo habría que pensar qué tipo de usos para la estación adaptado a la realidad de que el recurso nieve no va a estar asegurado año tras año y varios meses seguidos”, añade. “Antes las nevadas gordas empezaban a caer en Sierra Nevada en noviembre y duraban hasta abril. Ahora nieva más tarde y se va antes”.

En Cetursa, no obstante, presumen de datos. “Sierra Nevada está registrando durante los últimos años alguna de sus mejores temporadas de su historia reciente, en afluencia, facturación, generación de empleo y aportación al PIB de la provincia de Granada”, replican desde la estación. Y agregan: “el aumento de las temperaturas es un obstáculo para las estaciones y para todo el mundo. Sin embargo, la industria de la nieve -las estaciones de esquí y las grandes multinacionales del sector, con fuertes inversiones en I+D+i-, están haciendo frente de la mejor manera posible a la eventualidad climática. Los sistemas de producción son cada vez más eficaces en la generación de nieve y eficientes en el uso de agua y energía, incluso en temperaturas marginales. Las pistas son ahora acondicionadas con tecnología avanzada, máquinas pisapistas híbridas equipadas con GPS de precisión, y muchos centros de esquí son ya pioneros en la reducción de la huella de carbono”.

¿Hasta cuándo se va poder mantener este sistema de producción de nieve? Este mismo año hemos visto como la nieve que se producía por la noche se derretía por la mañana

Una tendencia europea

Una reivindicación de cifras que no comparten expertos como Titos. “No se puede eliminar la estación de esquí de un plumazo, porque aporta una importante cantidad de valor añadido al PIB de la provincia, pero los agricultores de la provincia representan más del 7% del PIB y todo ese agua es la que riega la vega. Evidentemente que hay una discusión y hay que armonizar los intereses de unos y otros”, esboza. “¿Hasta cuándo se va poder mantener este sistema de producción de nieve? Este mismo año hemos visto como la nieve que se producía por la noche se derretía por la mañana. Entonces hay que estudiar muy bien cuáles son las posibilidades futuras y armonizar el dinero que estamos dispuestos a invertir. En algún momento habrá que poner límites a las posibilidades de seguir utilizando masivamente la nieve como recurso”, añade quien advierte de la fragilidad del sistema montañoso. “Sierra Nevada es 200 veces más pequeña que los Alpes. Es un sistema mucho más frágil que el resto de los sistemas montañosos que están a la altura de los Pirineos o más arriba”.

Me preocupa la sensación de que es un sistema inagotable del que debemos aprovecharnos

Es tiempo, recalca el historiador, de prioridades y de preservar equilibrios. Un estudio publicado el año pasado alertó de que el 53% de las 28 estaciones europeas examinadas están abocadas a un riesgo muy alto de escasez de nieve si las temperaturas suben por encima de los dos grados centígrados. La producción de nieve artificial compensará parcialmente el declive pero -subraya el informe- supone el uso de maquinaria como los sopladores de nieve, que generan gases de efecto invernadero. Estaciones de esquí como la de Ventoux, en el sur de Francia, han optado por acomodarse al panorama: cerró temporada el miércoles por falta de nieve tras más veinte días abierta, el récord de los últimos años.

“Hay que hacer una distribución inteligente y dar prioridad a aquello que es realmente necesario. La agricultura es imprescindible y las acequias son necesarias para la conservación del paisaje. Cuando realmente estemos en una situación de escasez, hay que distribuir los recursos”, opina Titos, observador acreditado de los cambios que acechan a Sierra Nevada.

“Me preocupa la escasez hídrica pero también los intentos de sobreexplotación de los recursos que tenemos; los proyectos que periódicamente surgen de una ampliación de un teleférico por aquí y una nueva carretera por allá. Son propuestas insensatas. Me preocupa también la masificación que se está produciendo en las altas cumbres no solamente como consecuencia del esquí sino también del crecimiento masivo del montañismo y de la utilización de la montaña. En general, me preocupa la sensación de que es un sistema inagotable del que debemos aprovecharnos cuando realmente es un sistema pequeño y que nos aporta la vida”, concluye.