¿Qué sería de la Alhambra sin los "currantes" de los barrios del Zaidín o la Chana? Ayer jueves, al caer la tarde, ambos espacios proyectaron instantáneas opuestas: mientras los líderes europeos eran agasajados entre los muros del palacio nazarí convertido en un búnker, centenares de granadinos tomaban las calles para reivindicar que "Granada no es una foto". Que bajo la instantánea impoluta de la cumbre late una ciudad viva que sufre. Desde la turistificación del centro, convertido en "un polígono industrial de la tapa", hasta los cortes de luz del norte o la emergencia climática que pone en peligro la vega y vuelve insostenible la estación de esquí.

"Granada no es una foto, pero si quieren hacernos fotos, debemos aprovecharlo", reconocieron la treintena de colectivos que bajo la denominación de Cumbre Social de Granada convocó ayer una manifestación que, por decisión de la justicia, se desarrolló a cuatro kilómetros del Palacio de Congresos, la sede de la cumbre europea que celebra este viernes su segunda y última jornada, dedicada al consejo informal de jefes de Estado y Gobierno de la UE. Varios miles de personas, según los organizadores, se sumaron al clamor sobre el asfalto.

Granada no es una foto, pero si quieren hacernos fotos, debemos aprovecharlo

A juicio de los organizadores, "Granada puede ser un escaparate para denunciar problemas típicos de las ciudades medianas del sur de Europa y, sobre todo, un escaparate para construir soluciones creativas e ingeniosas". En la Carta de Granada, un documento de 50 páginas, los convocantes de la protesta -precedida de semanas de acciones- diseccionan la urbe, su pasado de esplendor que cautiva aún a los turistas, su presente más sombrío y un futuro entre interrogaciones.

Los políticos venían a hacerse fotos, pero Granada tiene dolores y unos vecindarios dispuestos a cuidarla

De las pensiones a los desahucios

"Granada es una ciudad singular. La construyeron buscando protección y abastecimiento. Aquí se resguardó el último reino andalusí y en ella los Reyes Católicos quisieron construir una 'nueva Jerusalén'. Adquirió centralidad política y legó al futuro un patrimonio histórico extraordinario, unos paisajes urbanos espectaculares y una importante universidad. Sin embargo, Granada se acabó convirtiendo en una ciudad de provincia, con una economía relativamente inestable y unas vistas romantizadas. Al final, se hizo turística y universitaria, llena de vida cultural y estudiantil, pero con mucha gente y muchos barrios desplazados y olvidados. Los políticos venían a hacerse fotos, pero Granada tiene dolores y unos vecindarios dispuestos a cuidarla", reza el documento.

Y al rescate de su callejero -"diverso y contradictorio", admiten los organizadores de la protesta- se reunieron cientos de personas, en mitad del imponente despliegue policial diseñado para la otra cumbre, la que se llevó todos los titulares. "Somos los que no salimos en la tele y la cumbre europea eso que nos cuesta millones", decía Pedro Martínez, un jubilado que se había enrolado en la marcha junto a otros "yayoflautas" para alzar la voz por las pensiones. "La hucha de las pensiones debe ser auditada. Que el Gobierno dijo que lo iba hacer y no ha cumplido", replica Miguel Alejo, su compañero de pancarta.

En las calles granadinas se dio cita ayer una cumbre alternativa y variopinta. Sin trajes de etiqueta, pero con todas las etiquetas imaginables. Cada uno con su lema, su indumentaria y sus consignas. Desde los clásicos que entonaron el "OTAN no, bases fuera" a los que recordaron que "Violencia es no llegar a fin de mes" o los que suplicaron por una ciudad más habitable, menos salvaje, con sanidad y educación públicas de calidad. "En esta cumbre no se va a hablar del derecho a la vivienda. El euríbor sigue subiendo y en Granada se producen cinco desahucios diarios", lamentaba megáfono en mano Ana Guardia, de la plataforma Stop Desahucios. "Me metí en esto porque durante la crisis de 2011 me cansé de ver a familias en mi barrio, el Zaidín, que echaban a la calle. Ver a los niños llorar porque los dejaban sin techo era inhumano".

Se está hablando de la ampliación de la estación de esquí cuando la realidad es que se va a hacer a costa de coger agua de las cabeceras de dos ríos

"Esquiar en un desierto no es esquiar"

La emergencia climática también estuvo en bocas de un parroquia sin edad mínima de admisión, en mitad de un veroño impropio de principios de octubre. La sequía ha hecho estragos en Granada y su vega. Desde hace meses la falta de agua para el regadío en pueblos del área metropolitana ha suscitado debates de calado, incluido el de una estación de esquí cuya viabilidad muchos discuten.

Una auténtica batalla por un agua cada vez más escasa en la que, por si faltaran conflictos, se ha autorizado la instalación de una embotelladora de agua. "Se está hablando de la ampliación de la estación de esquí cuando la realidad es que se va a hacer a costa de coger agua de las cabeceras de dos ríos, el Dílar y el Monachil, lo que supone menos agua para los regantes, pérdida del caudal ecológico y problemas de abastecimiento", relataba Miguel Rubio, de Ecologistas en Acción.

La tercera ciudad más contamina de España

La contracumbre granadina se ha ido forjando desde hace meses, en paralelo a los preparativos del Gobierno para que la ciudad de la Alhambra albergara la principal cita de la presidencia española del consejo de la UE. Hace un año los colectivos sociales y vecinales iniciaron una serie de reuniones que han ido trazando el retrato de la Granada más auténtica, aquella que vive resistiendo. La que exige el fin de los cortes de suministro eléctricos en los barrios del norte, los que arrastran el sambenito de la exclusión. O pide un cambio de modelo urbano en la tercera ciudad con mayor contaminación del aire de España, con una población de 230.000 habitantes que supera los 650.000 si se cuenta su área metropolitana.

"Granada es una ciudad llena de gente nueva, rodeada de montañas y vegas, atravesada de ríos y acequias. Nuestros barrios quieren ser lugares abiertos, participativos y cuidadosos con la gente y su territorio", esboza la Carta de Granada, un grito que piensa soluciones a "la precariedad laboral, el monocultivo económico y turismo de masas". Un SOS que barrunta, con dosis de malafollá local, "otra Granada y otra Europa posibles". La propuesta de un plenario sin coches oficiales ni reglas de protocolo. Espontáneo y directo. "Es que esta es la cumbre del pueblo. Aquí se habla de esos temas que no se tratan en la cumbre de los políticos", deslizaba Rubio.