28 años son muchos. Y si no que se lo digan al biólogo Javier Bustamante, que lleva desde 1996 estudiando uno de los mayores tesoros de España: el Parque Nacional de Doñana. Tristemente, en los últimos años el lugar ha sido noticia por su pésimo estado de conservación, que llevó incluso a algunas voces a poner en duda su viabilidad a largo plazo. Una de ellas fue la de la Unesco, que el verano pasado amenazó con incluir al parque en la Lista de Patrimonio en Peligro (conocida como la lista negra) si no se tomaban medidas urgentes.

Tres meses después la Junta de Andalucía y el Gobierno central firmaron un acuerdo, que calificaron de "histórico", para invertir más de 1.400 millones de euros en la protección del parque. Pero, ¿el pacto realmente cumple con lo necesario para revertir la situación? ¿Cómo de dañado está Doñana actualmente? ¿Hay una solución real? Las preguntas son muchas, y pocas personas mejores que Bustamante pueden responderlas.

Aprovechando que el experto ha participado en el Foro Europeo para la Ciencia, Tecnología e Innovación (Transfiere), que se celebró hace unos días en Málaga, El Independiente le ha citado para hablar del presente y del futuro de Doñana, de cómo se ha llegado a la situación actual y de si, realmente, podemos hacer algo para evitar el colapso de un ecosistema único en Europa.

Ornitólogo de formación, ha trabajado con organismos de todo tipo. Desde pingüinos de la Antártida hasta guanacos de la Patagonia, pasando por aves forestales australianas. Se considera heredero de Félix Rodríguez de la Fuente, porque fueron sus programas los que hicieron que se entusiasmara por la naturaleza. Por eso estudió biología. Luego empezó a trabajar en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, y acabó su tesis en la Estación Biológica de Doñana. Y regresó así años después tras pasar por varios países, como Australia o Alemania.

Actualmente Bustamante ejerce como Vicedirector de la Infraestructura Científico Tecnológica Singular Reserva Biológica de Doñana (ICTS-Doñana). Un organismo clave en nuestro país para estudiar el medio ambiente, como él mismo explica: "Se trata de una infraestructura para trabajar en proyectos de biología de la conservación, ecología, evolución y cambios globales. Básicamente es un laboratorio vivo, que está abierto a todos los investigadores de España. Y tenemos en torno a 250 personas trabajando, de los cuales alrededor de 50 son investigadores".

Los atractivos de Doñana son de sobra conocidos. Estamos hablando de un conjunto de ecosistemas de humedales variados, donde encontramos desde marismas hasta el que es, posiblemente, el sistema de lagunas temporales más importantes de Europa, con hasta 3.000 cuerpos de agua que dependen sobre todo del freático (el agua que está en el subsuelo). Y además, al tratarse de un área protegida de acceso muy limitado está garantizado que cualquier investigación que se haga allí sufrirá muy pocas alteraciones.

"Podría haber instalaciones similares a Doñana, pero en la práctica no existen. Esa combinación de un área protegida con un centro de investigación puntero, que han logrado crear una infraestructura idónea para realizar investigación en ecología en España, no la hay. Y eso que hay otros parques nacionales protegidos desde mucho antes que Doñana", relata Bustamante. "Al mismo tiempo, es un ecosistema tremendamente dinámico, en el sentido de que cambia muy rápidamente. Es muy sensible al cambio climático y a las alteraciones humanas. Así que los cambios se pueden ver rápido", añade.

Y vaya si se han visto. Aunque ni siquiera los investigadores tienen claro a qué velocidad está envejeciendo el parque, las imágenes de las lagunas de Doñana secas dieron la vuelta a España. En verano de 2023 la más grande de todas se secó por segundo año consecutivo, algo que no había sucedido nunca desde que se tienen registros. Para Bustamante, el 50% de la responsabilidad la tiene el cambio climático. Y el otro 50%, la nefasta gestión política de los últimos tiempos, que ha contribuido a hacer un "uso excesivo del agua subterránea" sobreexplotando el acuífero. Un error que, como cuenta el experto, "solo se ha reconocido recientemente".

"Ahora mismo no estamos tan mal como estábamos a principios de invierno. Pero Doñana sigue estando en una situación delicada. Al ser un humedal depende del agua, y llevamos casi cinco años de sequía. Es una de las más largas que hemos registrado, pero lo peor es que cabe esperar que este tipo de fenómenos se vuelvan más frecuentes y duraderos en un escenario de cambio climático. Últimamente ha caído algo más de agua en el parque, y hay un cierto nivel de inundación. Por eso está habiendo algo de cría, que el año pasado casi no hubo. Pero las perspectivas para verano no son demasiado buenas", detalla el biólogo.

A todo esto hay que sumar otra amenaza: el ladrillo. En mayo del año pasado la Junta de Andalucía emitió un informe favorable para levantar un macroproyecto urbanístico que pretendía construir 300 viviendas, hoteles y un campo de golf en un terreno de 2,3 millones de metros cuadrados. Finalmente la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) lo paralizó todo. Pero, aunque este caso fue uno de los más polémicos, Bustamante asegura que el parque siempre ha estado expuesto a proyectos de este tipo: "El problema es que cuando se planifican cosas así hay mucho dinero y muchos intereses detrás. Y a veces, por desgracia, no se paran".

El acuerdo entre el Gobierno y la Junta

Lo de Doñana ha sido y es grave, aunque no ha llegado al nivel de lo que ha sucedido en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, que también depende en gran parte de las aguas subterráneas. Aún así, cuando la Unesco amenazó con intervenir a los investigadores no les pilló por sorpresa. "Era una situación inevitable. Doñana se había conservado por unos determinados valores, y si se ve que esos valores se están perdiendo lo lógico es que la Unesco se lo plantease. En el fondo es un tirón de orejas a los poderes públicos, en el sentido de que no han hecho lo suficiente", asegura Bustamante.

Por lo pronto, el biólogo ve positivo el acuerdo entre el Gobierno y la Junta firmado en noviembre del año pasado. "Había preocupación porque Doñana es algo muy valioso, y en algunos momentos no se le da la importancia que tiene. Pero hay cierto optimismo con ese acuerdo. Lo veo como algo positivo, aunque ahora mismo hay una pelea entre los distintos ayuntamientos por el reparto de fondos. Hay una idea de que el que tenga más territorios dentro del Parque Nacional es el que tiene derecho más fondos, y yo creo que había que planteárselo más como que el que tenga mejores proyectos y mejores ideas es el que debe gestionar esos fondos".

A partir de ahí, Bustamante apunta que son necesarias tres cosas: que la inversión que se haga permita que el territorio sea sostenible, que se pongan todos los medios posibles para recabar información del parque en tiempo real y que los distintos actores que tienen competencias en Doñana se coordinen, porque las peleas políticas "van en detrimento del ecosistema". Aunque, aun cumpliendo con todo esto, se muestra convencido de que Doñana "tardaría tiempo en recuperase", por más que se tomen acciones drásticas.

Especies más afectadas

Aunque los animales son otro de los principales atractivos del parque, Bustamante explica que hay muchas especies de las que saben relativamente poco. En parte porque la investigación, como suele ser habitual en cualquier ecosistema, está muy sesgada hacia las especies más grandes y visibles, entre las que se encuentran las aves, los mamíferos y los anfibios. Algo que deja a los invertebrados, entre otros, más al margen.

Aún así, el experto se muestra convencido de que las aves, que conoce tan bien, son probablemente la especie más afectada de los últimos años. "El parque es especialmente interesante para las aves porque está en un punto de cruce entre Europa y África, en la ruta migratoria del Paleártico. Así que hay muchas especies que en algún momento, por su trayectoria vital, paran allí. De lo que conocemos te diría que las aves acuáticas han sido de las más afectadas. Y hay un ejemplo paradigmático, que es el del ganso. Se trata de una especie que se utilizó como bandera para proteger Doñana en los años 60, y llegaron a contabilizarse hasta 70.000 individuos. Pero en el último censo estaban en torno a los 1.500", resume Bustamante.

En la vegetación también hay ejemplos dramáticos. El más claro quizás sea el de los alcornoques, que siempre han sido un sello distintivo del parque. Juntos forman un pequeño ecosistema en el borde de la marisma, pero en los últimos dos o tres años los investigadores han visto una mortalidad inusual, que califican incluso de dramática. "Alcornoques que tenían 400 o 500 años se nos han muerto, a veces en cuestión de un par de años. Deben quedar ya la mitad de los que había", afirma Bustamante.

Aun así, el experto se obliga a pensar en positivo. "Yo quiero ser optimista, porque para mí Doñana es algo muy importante. Y pensar que no tiene solución, o no se le va a dar una solución, sería muy triste. No creo que vaya a ser así, pero las perspectivas no son demasiado halagüeñas. Hay que tener paciencia, hacer una buena monitorización y lo que se conoce como una gestión adaptativa, que es analizar las acciones que has puesto en marcha para corregirlas cuando se ve que no están funcionando. Porque a veces se puede tener ideas muy buenas en la teoría, pero es muy difícil predecir cómo evolucionan los ecosistemas naturales", remata Bustamante.