El pasado 9 de marzo los barceloneses decidieron sacar a la calle al Santo Cristo de la Sangre. Fue la primera vez en casi 80 años que la imagen religiosa salía de la Basílica de Santa María del Pi, donde habitualmente se custodia. Pero detrás había una razón de peso: las cuencas internas de Cataluña, que abastecen a gran parte de la comunidad, estaban en ese momento al 14,6% de su capacidad, y la sequía se estaba erigiendo como un problema cada vez más asfixiante en la región. Así que la gente tenía un objetivo claro con el gesto, invocar a la lluvia.

Parecía que aquello había funcionado. Cuando el Cristo de la Sangre salió la lluvia hizo de inmediato acto de presencia en la procesión, hasta tal punto de convertirse en un diluvio que hizo que ese mismo día acabara siendo el más lluvioso en los últimos seis meses en Cataluña. Luego llegaron las borrascas de Semana Santa, que regaron toda España. Y estos últimos días también han sido húmedos en el noreste peninsular. La consecuencia ha sido que los embalses catalanes se han recargado ligeramente, y con ello el foco ha pasado a estar en otros temas ante la cercanía de las elecciones. El posible retorno de Puigdemont y el amago de dimisión de Sánchez hicieron el resto.

La realidad es que la situación de la sequia ha mejorado, sin duda. Pero está lejos de resolverse. Según la última actualización de la Agencia Catalana del Agua este viernes las cuencas internas de Cataluña estaban al 21,27% de su capacidad. Por poner en contexto, durante esta última década, de media, solían estar al 76% a estas alturas del año. Así que el dato está claramente por debajo de lo normal, y la cercanía del verano hace prever que el porcentaje actual comenzará a disminuir rápidamente.

Se trata, entonces, de un problema de fondo que, sin embargo, no parece que esté siendo una prioridad en la campaña de estos comicios. "El impacto de la sequía y el cambio climático en las elecciones, desafortunadamente, acostumbra a depender mucho de la sensación que tenga la gente de estos factores. Y eso, lamentablemente también, va demasiado en paralelo a la climatología. En las últimas semanas ha llovido, y parece que el Gobierno de Cataluña tiene interés en decir que eso aleja las opciones de restricciones para que no haya alarma social y no se hable de la mala gestión. Así que seguramente el peso que pueda tener esto en la campaña será menor comparado al que podría tenido meses atrás", afirma Toni Aira, director de la Cátedra Agbar de Comunicación Institucional y Sostenibilidad de la Universidad Pompeu Fabra-Barcelona School of Management.

A pesar de ello, el informe preelectoral para las elecciones catalanas publicado hace unos días por la Cadena SER y El País aseguraba que la concienciación entre la sociedad catalana ante esta problemática es alta. En concreto, la encuesta recogía que al 44,1% de los catalanes el cambio climático le preocupaba "mucho", y al 37,9%, "bastante". Es decir, que 82% de la gente se mostraba inquieta ante la situación actual, mientras que al 13,7% le importaba "poco" y al 3,6% directamente "nada".

Con todo ello, está por ver si realmente esta situación influye en las elecciones. "Nosotros sí vamos a tener en mente todo esto a la hora de ir a votar. La población en general tengo dudas", asegura Pere Roqué, presidente de ASAJA Lleida. "En mi zona y en Girona ya habíamos sufrido los efectos, perdimos cultivos. Pero este año le ha tocado a Barcelona ciudad, que el año pasado ni se enteró y ahora tiene restricciones. El sector agrícola entendió el problema desde el primer día, pero al final la gente es consciente cuando les toca a ellos. Mientras tanto no he visto tanta sensación de preocupación. Por eso yo siempre pongo un ejemplo tonto para explicárselo: ojo con la sequía que la cerveza te puede empezar a costar 10 euros".

La principal preocupación entre los economistas

Hace un par de semanas el Colegio de Economistas de Catalunya (CEC) publicó una encuesta donde preguntaba a sus colegiados cuáles eran las principales amenazas de la economía catalana. La respuesta más habitual fue la sequía. En concreto, el 95,3% de los encuestados cree que tendrá un impacto negativo en el crecimiento de la economía catalana en 2024 (un 57,0% piensa que será "muy elevado", mientras que un 38,3% cree que será "poco elevado"). Y sólo un 2,3% opina que no tendrá impacto.

"Lo principal es que el agua es transversal a todos los sectores económicos. Todos la necesitan, incluso los ciudadanos. Y la preocupación viene porque las consecuencias económicas de esta sequía no están estimadas. Habíamos tenido ya otras sequías, la última de ellas en 2008. Pero esta vez se ha agravado mucho por la declaración de emergencia y las restricciones del uso del agua en diferentes sectores. Y porque el suministro de agua a corto plazo está en riesgo. Aunque haya llovido últimamente no nos podemos dejar llevar por la euforia", desliza Ana García, presidenta de la Comisión de Economía y Sostenibilidad del CEC.

Pongamos ejemplos concretos para ver la magnitud de lo que está pasando. Joan Lliberia tiene una bodega en la comarca de Tierra Alta (Tarragona) -que recibe agua del Ebro- desde la que exporta su producción a más de 70 países. En esa zona, cuenta, el año pasado las caídas mínimas entre los agricultores estaban en el 30% de su producción a causa de la sequía. Aunque en algunos casos esa cifra se superaba. "En las fincas de secano he tenido caídas del 70% en la producción. Por eso este año hemos arrancado siete hectáreas de cultivo, no es rentable. Dicen que la baja producción da buena calidad, pero a estos extremos ni eso", relata.

García considera que estos temas hasta ahora no formaban parte de la agenda política. Pero esta sequía, dice, esta empezando a cambiar las cosas. En parte porque, a pesar de que reitera que no hay datos concretos, sí hay algunas estimaciones. Y cita una del Banco de España de febrero de este mismo año, que calculaba que la sequía podría llegar a incrementar la inflación en 1,5 puntos porcentuales.

"Las pérdidas por la sequía se extienden a través de todos los sectores, porque están conectados por las cadenas regionales y globales de suministro. Y cuando recortas agua directamente estás perdiendo productividad. Por eso tenemos que ir hacia un cambio de paradigma en cuanto a las políticas hídricas. Estamos en una transición", sostiene la experta. "Me atrevería a decir que la sociedad catalana en general comparte nuestra preocupación, al menos en el aspecto económico. Así que yo espero que la sequía haga realmente que voten a los partidos que tengan mejores soluciones a este problema", añade.

Aira, sin embargo, cree que el foco de los catalanes está en otro lado: "Lo que más ha causado preocupación en los últimos años son las consecuencias medioambientales, y creo que se debe a un factor comunicativo. Las imágenes que se han proyectado sobre las consecuencias del deshielo, de la sequía, etc, han transmitido la idea del cambio climático como causa de problemas ambientales profundos. Las cuestiones económicas o las cuestiones sociales creo que no han sido protagonistas del relato comunicativo vinculado al cambio climático. No han ocupado las preocupaciones de la gente en este sentido, quizás por lo difícil que es representarlo, singularizarlo o comunicarlo".

La posición de los partidos

El propio Aira explica que la estrategia de ERC para resolver todo esto ha sido, simplemente, "esperar a ver si llovía" y aguardar la reacción de los otros partidos, especialmente del PSC y Junts. "Su argumento ha sido que si a ellos se les acusa de que no han hecho nada para paliar la crisis, los otros partidos que estuvieron ahí antes tampoco. Junts y el PSC, por su parte, han hecho bastante piña en la línea de defender que ERC, que hace muchos años que está en el Gobierno de Cataluña, y no me refiero solo liderando, no ha hecho nada especial para sacar adelante las infraestructuras necesarias para combatir los efectos de la sequía o de la crisis climática. Y el resto de partidos pequeños también han incidido en este último factor", recalca.

El experto recuerda que Junts y el PSC forzaron un pleno extraordinario en el Parlamento de Cataluña para tratar de obligar a ERC a tomar medidas. Aragonès se comprometió a destinar 1.045 millones para paliar la situación pero, explica Aira, "la promesa se ha quedado básicamente en eso a pesar de que podrían haberlo aplicado ya". Aunque apunta que es previsible que si Junts o el PSC lideran el próximo Gobierno de Cataluña, como apuntan las encuestas, lo normal sería que esta inversión se reactivara.

Aún así, muchas voces apuntan a que el descrédito político es importante. "Tenemos un retraso enorme. Y ahí son responsables todos los partidos políticos que han gobernado en los últimos 20 años en Cataluña y España. Han sido muy cortoplacistas, pensando solo en los cuatro años de mandato cuando este tema hay que abordarlo con una mirada nacional y a largo plazo. En la sequía de 2008, que fue muy grave, parecía que nos habíamos concienciado todos y a los dos años nadie se acordaba. Veremos ahora, pero la gente empieza a estar cabreada y hay una gran desafección en la sociedad catalana", concluye Lliberia.