Nada es comparable a lo que están sufriendo los ucranianos, a quienes la guerra que ha provocado el líder ruso, Vladimir Putin, les está llevando al combate por sobrevivir o al exilio forzoso. Más de tres millones de ucranianos, sobre todo mujeres y niños porque los hombres entre 18 y 60 años no pueden salir del país, han tenido que dejar sus hogares. Decenas de miles de rusos y extranjeros que vivían en la Federación Rusa y discrepan con el Kremlin se despertaron el 24 de febrero con la convicción de que ya nada sería igual. Y cada día lo han ido confirmando.

Rusia está cada vez más aislada. Las conexiones con el exterior son cada vez menores. Los medios de comunicación independientes han cerrado. Internet ha dejado de ser un espacio con una censura limitada para someterse a dictados como no poder emplear la palabra "guerra" bajo pena de cárcel. Es una "operación militar especial" destinada a "desnazificar" y "desmilitarizar" Ucrania, según la doctrina del Kremlin. Así lo volvió a dejar claro Putin en el baño de masas que se ha dado este viernes en el estadio Luzhniki de Moscú para conmemorar el octavo aniversario de la anexión de Crimea.

Si bien a muchos empleados estatales les dieron facilidades para asistir, es cierto que la popularidad de Putin se mantiene en alza. El control de los medios audiovisuales le permite vender su narrativa a una población que prefiere no complicarse la vida. La brecha generacional es evidente: los más jóvenes, si pueden, se van.

La industria tecnológica, la ciencia, los medios de comunicación y la cultura se están resintiendo. Unos 5.000 científicos rusos han difundido una carta contra la guerra. Y varios intelectuales se han sumado a iniciativas internacionales que denuncian la agresión del Kremlin. Muchos profesionales y artistas han hecho las maletas. En pocos días los billetes a Estambul, donde se refugiaron en los años 20 los opositores a los bolcheviques, han multiplicado su precio. Otros destinos son Georgia, Armenia, Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán, que antes eran fuente de migrantes hacia Rusia.

Primera parada, Tiflis

Desde Tiflis, capital de Georgia, nos cuenta su historia Serguei (nombre ficticio), un joven científico que se animó a salir de Rusia cuando vio que un grupo de amigos tomaba la iniciativa. "Me fui por razones políticas fundamentalmente, aunque es evidente que la economía rusa está sufriendo. En virtud de la nueva ley de censura militar empezaron a bloquear las cuentas de quienes habían donado a medios independientes y a la Fundación de Lucha contra la Corrupción, que lidera Alexei Navalni. Yo lo había hecho así que me vi en el punto de mira. A su vez, estaba viendo que cada día que pasaba era más difícil salir del país y temí que llegara un momento que fuera imposible", cuenta Serguei, que está pendiente de una plaza de doctorado en Chequia, pendiente del visado. No planea quedarse en Tiflis sino buscar trabajo en Europa o en Estados Unidos.

No tengo fe en las protestas. Me parece más realista que Rusia acabe convirtiéndose en Corea del Norte o China"

serguei, joven ruso desde tiflis

"No me gustaría volver a Rusia. Tardaría en encontrar trabajo, por un lado. Además, no tengo fe en las protestas. Me parece más realista que el país acabe convirtiéndose en Corea del Norte o China. Si no encontrara nada, volvería, y no dejaría de salir a la calle, a riesgo de ser detenido", señala el joven científico ruso.

Serguei cree que Putin solo busca eternizarse en el poder y vive en el pasado. "Calculaba que el ejército ucraniano no iba a mostrar resistencia y que lograría en poco tiempo que Ucrania volviera a la esfera de Rusia. Entonces volvería a subir en las encuestas y podría gobernar hasta la eternidad".

Vislumbra un panorama de sombras para los rusos que como él se buscan la vida en el exterior. "El nivel de xenofobia cada vez será mayor. Van a aceptar a menos rusos en puestos de trabajo en el extranjero. Las revistas científicas aceptarán menos artículos y será más difícil conseguir visados o solo los darán por periodos muy cortos".

En Georgia, donde esta invasión les recuerda claramente lo que vivieron en 2008, los exiliados se han enfrentado a ciertas dificultades. El Banco de Georgia les exige que firmen una declaración en que denuncian la invasión de Ucrania y reconozcan la ocupación rusa de territorios en Georgia, algo que les impediría regresar a Rusia, según informa The New York Times.

Para ayudar a los que han dejado el país, opositores a las políticas del Kremlin, se han puesto en marcha varias iniciativas como OK Russians, donde se difunden contenidos en inglés y ruso, del periodista ruso Dmtry Aleshkovsky. Y el magnate Mijail B. Jodorkovski financia el proyecto Kovcheg, que facilita alojamiento en Estambul y Ereván, capital de Armenia.

En España, la asociación Russia Tomorrow ha hecho un llamamiento a la sociedad española, del que se ha hecho eco El Independiente, contra las sanciones y la xenofobia. "Estamos pagando por las acciones de nuestro gobierno aquellos incluso que hemos pedido asilo político por haber sufrido a Putin", señalan en una carta abierta al pueblo español. Son disidentes rusos que condenan claramente la invasión de Ucrania.

Rupturas familiares

No todos los que quieren salir de Rusia pueden hacerlo. Hay que tener dinero ahorrado y carecer de vínculos familiares porque los que se van solo tienen billete de ida. Alexei (nombre ficticio) confirmó el 24 de febrero, cuando Putin ordenó la invasión de Ucrania, que "Moscú ya no era un lugar seguro de ninguna manera". Pero de momento sigue en Rusia. No tienen recursos financieros para mantenerse fuera un tiempo indefinido y además hay personas a las que quiere y de las que se ocupa que le impiden moverse de momento.

"Como homosexual que trabaja en el mundo científico, me siento inseguro por partida doble. Mi profesión me lleva a racionalizarlo todo y a preguntarme por todo. Además, mi gobierno considera que la gente como yo no es parte de la sociedad, ve a los gays como 'una plaga que viene de Occidente'. Las minorías somos especialmente vulnerables", relata por correo electrónico Alexei. "La guerra de Putin nos ha robado el futuro a generaciones de rusos".

Mi conexión con mis padres está rota... la guerra de Putin no solo se dirige contra los ucranianos, también contra Rusia. Hay muchas familias rotas"

alexei, desde moscú

Alexei vive con gran dolor esta guerra en su propia familia. Sus padres apoyan las acciones de Putin. "Mi conexión con ellos está rota, me temo que de forma irreversible. La guerra de Putin no solo se dirige contra los ucranianos, también contra Rusia. Conozco muchos ejemplos de familias rotas por ese choque con las generaciones mayores que apoyan la guerra y siguen ciegamente la propaganda estatal. Ver cómo alguien de tu familia hace más caso de lo que le cuentan por televisión que a su hijo es descorazonador".

La guerra ha desgarrado a Alexei, que es pesimista cuando contempla el futuro. "Cuando voy a las manifestaciones contra la guerra, no veo a mucha gente que nos apoye y eso lo percibo como una traición. Sé que la propaganda del Kremlin persigue que nos sintamos solos en nuestra lucha. Y puedo comprender que la gente tenga miedo porque la policía y las fuerzas especiales son conocidas por su brutalidad. Pero no puedo evitar cierta decepción. Me da la impresión de que la protesta se va a trasladar al espacio online y por eso cada vez prohibirán más el acceso".

Un antes y un después del 24 de febrero

Alexei trata de actuar racionalmente para resistir, pero confiesa que le resulta cada vez más difícil. Es algo que entiende bien el español Fernando Salgueiro, que ha trabajado en Moscú como traductor durante cinco años. Después de pensarlo unos días, decidió pedir la cuenta y salir de Rusia. Viajó en autobús hasta Helsinki y desde ahí voló hasta Mallorca con parada en Barcelona.

"Todas las empresas extranjeras estaban cerrando y el rublo no dejaba de caer con respecto al euro, así que perdía poder adquisitivo. Pero me sorprendió mucho cómo estaban reaccionando los rusos. No les veía quejarse como pasaría en otro país con mayor conciencia social. La mayoría sigue con su vida. Me ofende que muchos no hagan nada con todo lo que estamos viendo que está pasando. Es cierto que el Kremlin les vende su propaganda. Muchos no se creen que Rusia esté bombardeando ciudades en Ucrania. ¿En qué país se puede comprender que esto suceda y tú no lo sepas? Hay apagón informativo, cierto, pero hay quienes saben lo que pasa y miran a otro lado. Lo niegan parcialmente. Los más jóvenes sí saben qué pasa y solo piensan en salir lo antes posible", comenta Fernando, que lleva ya unos días en Mallorca.

Este joven traductor español constata que el cambio se notó en pocos días en Moscú, y que no cree que haya vuelta atrás a corto plazo. "Cerraron los periódicos independientes. Reprimieron a quienes opinaban en contra. Antes no había libertad de expresión, pero quedaba cierto espacio. Ya se ha cerrado. No quiero vivir así. Muchos en Rusia tampoco".

Queda por saber qué sucede pero los rusos corren el riesgo de convertirse en los nuevos alemanes. Durante años los alemanes sufrieron el estigma del nazismo, hubieran colaborado o no con el régimen. A los rusos a partir de ahora les va a costar desligarse de todo lo que ha aniquilado Putin.