Vivimos tiempos de tensión global marcados por la pugna entre un Estados Unidos en lento declive, una China en rápido ascenso y Rusia aferrada a su pasado imperial, junto a unas potencias emergentes que se guían por el pragmatismo. Con el trasfondo de la guerra de Ucrania, que es ahora el tablero de ajedrez donde se trasladan las nuevas relaciones de poder, hablamos con uno de los analistas especializados en relaciones internacionales con más amplia experiencia teórica y sobre el terreno. Mariano Aguirre (La Plata, 1950) ha participado en procesos de promoción del diálogo político y mediación en Palestina, Siria y Colombia. Es miembro asociado del think-tank Chatham House de Londres y asesor de la Red de Seguridad Latinoamericana Inclusiva de la Fundación Friedrich Ebert. Antes fue director del Norwegian Centre for Conflict Resolution (NOREF) con sede en Oslo, y asesor de Naciones Unidas en Colombia. Acaba de presentar en Madrid el ensayo Guerra Fría 2.0. Claves para entender la nueva política internacional (Editorial Icaria). 

En la Guerra Fría funcionó la disuasión nuclear, es decir, el temor a  una destrucción mutua frenó a las dos superpotencias de entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética, cuando hubo riesgo de colisión. Así fue en la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Ahora sabemos que si no hubo una deriva mayor entonces se debió en gran parte a que las vías de comunicación siempre estuvieron abiertas. Hoy no es así. "Corremos más peligro que en la Guerra Fría: las vías de comunicación entre quienes tienen el botón nuclear apenas existen", explica Mariano Aguirre, quien cree que Putin de todas maneras se lo pensaría dos veces antes de ordenar un ataque con armas nucleares. 

"Actualmente, debido al desarrollo de las llamadas armas nucleares pequeñas, aunque algunas sean más potentes que las utilizadas en Hiroshima y Nagasaki, hay más posibilidad de usarlas. Causarán devastación pero no será necesariamente una guerra total. Por ejemplo en Ucrania, Putin se puede plantear recurrir a un arma nuclear táctica, porque cree que EEUU se autolimitaría para no llegar a una guerra total. Y hay riesgo de accidentes y malentendidos. En la crisis de los misiles el presidente John Kennedy y el líder soviético Nikita Jruschev, así como el embajador de la URSS en Washington y Robert Kennedy, estaban en constante comunicación. Hoy en día eso no existe. Los canales de comunicación paralelos entre Rusia y EEUU están prácticamente cortados. Hay algunos, pero esporádicos. En la guerra en Siria, sí había y Rusia, EEUU e Israel se informaban sobre los objetivos para evitar malentendidos. Ese nivel de comunicación es necesario", explica el autor de Guerra Fría 2.0

De todas formas, el experto sostiene que Putin es "menos loco de lo que parece y se lo pensaría dos veces, porque una cosa es bombardear a 20.000 kilómetros de tu país, y otra en un país con el que tienes frontera".

También afirma que EEUU, al igual que la OTAN, "juegan al límite pero se cuidan mucho". Resalta cómo EEUU y los aliados de la OTAN ya insistieron antes de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, que no entrarían en guerra con Rusia al tiempo que decían al Kremlin que no atacara Ucrania. "Han facilitado inteligencia, armamento, entrenamiento pero no han puesto un soldado de la OTAN en territorio ucraniano para no dar lugar a que Rusia responda. La OTAN no está peleando de forma directa con Rusia en Ucrania".

Los ecos de la Guerra Fría

Durante la Guerra Fría la ex URSS invadió en varias ocasiones a países aliados del Pacto de Varsovia cuando se salían del guion marcado por Moscú. La guerra de Ucrania es diferente, pero entre la Guerra Fría y la fase actual de tensiones entre grandes potencias hay continuidades. Este rearme, en especial en lo que se refiere a las armas nucleares, es una constante. Ha vuelto a cobrar un gran peso, como vemos en la guerra de Ucrania. A su vez se ha diluido la frontera entre las armas convencionales sofisticadas y las armas nucleares. 

Las grandes potencias tratan de ganar influencia, cada una con sus métodos, como lo hicieron en la Guerra Fría. "Estados Unidos cuenta todavía hoy con alrededor de 750 bases militares en diferentes países, incluyendo España, con especial interés en Asia-Pacífico. Rusia tiene menos capacidad para contar con bases militares, navales o aéreas. Pero influye en África subsahariana, con el Grupo Wagner, un grupo paraestatal de mercenarios con conexión con el Kremlin. China desarrolla otro tipo de estrategia: acuerdos comerciales para acceder a recursos, con fondos de cooperación, inversiones en infraestructura, así van ganando aliados", señala Aguirre.

Hay coincidencias en el clima de alineamientos, la presión para que los otros países se decanten por una u otra superpotencia.  

Una nueva fase

Pero también son varias las diferencias. "En primer lugar, las grandes potencias operaban durante la Guerra Fría en sistemas económicos diferentes. Hoy todas, EEUU, China, Rusia y la UE (potencia no armada), así como las intermedias o emergentes, como la India, Brasil o Indonesia, como Turquía o Sudáfrica, operan dentro del mismo sistema económico mundial capitalista, aunque la relación entre el Estado y el sector privado sea diferente en EEUU, China o Rusia", indica el investigador. 

Todos los actores tienen una cuota flexible, elástica de poder, pero ninguno tiene la capacidad de imponer totalmente los criterios sobre los otros"

Hemos pasado de un mundo bipolar (Estados Unidos y la URSS con sus zonas de influencia) a un mundo multipolar. "Todos los actores tienen una cuota flexible, elástica de poder, pero ninguno tiene la capacidad de imponer totalmente sus criterios sobre los otros", dice Aguirre. En la Guerra Fría, la URSS enviaba, por ejemplo, tanques a Praga si había una sublevación popular o EEUU promovía golpes de Estado en su patio trasero. "Hoy en día esto es mucho más complicado y se hace a través de intereses económicos, comerciales, alianzas. China gana influencia con grandes inversiones y convirtiéndose en un socio comercial imprescindible", añade. 

A su vez, las dos grandes superpotencias (EEUU y China) mantienen unas relaciones económicas, comerciales, tecnológicas  muy intensas, lo que hace que desvincularse sea muy complicado. "Mientras aumenta la narrativa de confrontación casi directamente militar en zonas calientes, por ejemplo en Taiwán, a su vez la separación entre China y EEUU, o China y Europa, o China, Europa y EEUU, por ejemplo, con el tema de los semiconductores, se hace difícil. Se habla del final de la globalización y de que se van a volver a producir los bienes localmente, pero la deslocalización que se ha llevado a cabo durante cuatro décadas no se revierte en un día", explica el analista. 

Cambios en las superpotencias

Tampoco el EEUU de 2023 es el mismo que el de la Guerra Fría, ni China es igual, y la Unión Soviética sucumbió en 1991, y su heredera, la Federación Rusa, no tiene su poder ni influencia. "En la Guerra Fría, EEUU estaba en el punto más alto de su poderío. Hoy en día, se encuentra en una situación de crisis interna muy fuerte, en declive, o como mínimo, con una considerable pérdida de su poderío. Su capacidad de influencia global ha disminuido especialmente en zonas como Oriente Medio. Lo hemos visto con el acuerdo entre Irán y Arabia Saudí, facilitado por China, del que en Washington se enteraron prácticamente por la prensa", indica.

China ha pasado de ser un actor secundario a un actor principal. "Es una potencia en ascenso que ha sobrepasado a Estados Unidos en muchos campos de productividad. Tiene vínculos con todo el mundo. Podría sobrepasar para 2050 a la economía estadounidense. En contraste, Rusia es un Estado con graves retrasos internos. Para algunos analistas es un imperio en absoluta decadencia y la guerra de Ucrania es un intento desesperado de conservar parte de la influencia que tuvo el Imperio ruso y más tarde la Unión Soviética. Presenta un atraso tecnológico y disfunciones realmente muy fuertes", añade.

Y por último hay otra diferencia relacionada con el momento en que se dio la Guerra Fría. Es el peso de los emergentes y el llamado Sur Global, que en el siglo XX estaban pleno proceso de descolonización e independencia.

En el Sur hay unos países fuertes que desafían a las grandes potencias, no para cambiar el sistema, sino para lograr más cuota de poder"

"El Sur ha cambiado. Hay unos países fuertes que desafían a las grandes potencias, no para cambiar el sistema, sino para lograr cuotas de poder más grandes. Es lo que quieren India, Brasil, Indonesia o Turquía. Desafían a Estados Unidos, Europa, para que se hagan cambios fuertes en el sistema financiero internacional, con más cuotas de poder en el Fondo Monetario, el Banco Mundial. Al mismo tiempo demandan reformas en el Consejo de Seguridad. La guerra de Ucrania ha destapado algo que estaba en proceso: estos países del Sur son potencias regionales y en algunos casos tienen ambiciones globales limitadas. Pero hay otros países que se encuentran en una situación, de inmensa pobreza, fragilidad, deterioro... y se quedan de lado", explica Aguirre. 

"En cuanto a la posición política, los emergentes recuerdan a Occidente que ellos no tuvieron apoyo en el pasado, sino intervenciones e injerencias. Así, ven la guerra en Ucrania como un conflicto entre Rusia y Europa. Y no les interesa alinearse, sino que defienden lo que llaman un discurso de paz. En América Latina hay un realineamiento pragmático. Por ejemplo, Colombia ha sido y es aliado de Estados Unidos, pero hace sus negocios con China. El pragmatismo es la clave", sostiene. 

Modelos políticos en transformación

Sigue habiendo entre las superpotencias diferencias ideológicas; de un lado están las democracias liberales occidentales y por otro los sistemas autoritarios. "Esos dos modelos se están configurando. No los daría por cerrados. En China, donde se ha sacado a millones de la pobreza, se ha creado una clase media que tiene acceso al consumo pero sin libertades democráticas. Hay sectores de la sociedad que no se adhieren a ese modelo, pero son reprimidos y minoritarios. No sabemos cómo va a evolucionar la sociedad china. Pero todo crecimiento y desarrollo económico genera expectativas en las clases medias", afirma el experto de Chatham House. 

A su vez, la democracia, como observamos en Estados Unidos y en Europa, atraviesa serios problemas. "Aumenta el populismo antidemocrático, la polarización, la ultraderecha cobra fuerza, las respuestas sociales a las decisiones de los gobernantes como en Francia. Tampoco sabemos cómo va a evolucionar", agrega. 

La lucha por los sistemas educativos, o por el derecho al aborto, no va a traer una guerra civil en EEUU, pero las presiones de la ultraderecha son muy fuertes y violentas"

Sobre la crisis interna en EEUU, hay analistas que consideran que puede derivar en una guerra civil. Para Aguirre, "no se trata de un enfrentamiento fratricida como el vivido en España en el XX sino estallidos de violencia, que van desde la violencia social en colegios, sinagogas, centros de cultura islámica, violencia intrafamiliar. La campanada de atención fue el asalto al Capitolio en enero de 2021. Hay una base social, que va más allá de Trump, que es antidemocrática, antiestatal, anti medidas institucionales y que tiene unas raíces muy fuertes en la historia misma de los Estados Unidos. La lucha por los sistemas educativos, o por el derecho al aborto, no va a traer una guerra civil, pero las medidas y presiones de la ultraderecha son muy fuertes y violentas".

La crisis interna se proyecta en el exterior en que EEUU cada vez tiene menos capacidad de influir y de liderar, si bien Europa "quiere seguir dependiendo de EEUU, como se ha visto en Ucrania". Es una incógnita qué puede pasar si gana Trump en 2024, pero fue la apuesta del Kremlin en 2016. Y puede haber opciones quizá más moderadas si el republicano Ron DeSantis sucediera a Joe Biden.

"Es posible que no den totalmente la vuelta, sino que mantengan sus compromisos internacionales, pero practicando una política más dura hacia sus propios socios, como hizo Trump. Ahora bien con Biden hay continuidades. El presidente francés, Emmanuel Macron, denuncia que las políticas de Biden son competencia desleal con la industria europea. En realidad, las inició Trump y las ha mantenido Biden. La diferencia es el tono. Europa no quiere ver que EEUU no tiene el poder que tenía y que ha de centrarse en sus problemas internos".  

Lecciones de la guerra rusa en Ucrania

Una de las lecciones de la guerra rusa en Ucrania para Europa sería esa necesidad de autonomía. "Como no todos los países tienen todos los recursos, hay que desarrollar políticas estratégicas y preventivas. Europa tenía su estrategia energética, heredada de Alemania, basada en la convivencia con Rusia. Pero ahora los propios alemanes mantienen que no se puede confiar en Rusia, que quiere recuperar su zona de influencia y se queja de que la OTAN la amplió sin contar con los intereses geopolíticos de Moscú. Ese argumento no tiene en cuenta que las sociedades también influyen en las decisiones. No solo son las grandes potencias. Por ejemplo, en Suecia y Finlandia hubo un consenso muy fuerte, pese al debate que se generó en esos países, a favor de ingresar en la OTAN. Quieren entrar porque, o bien temen a las agresiones de Rusia, o porque no desean que Rusia avance", señala Aguirre. 

Aunque tiene un poderoso aparato de de defensa y seguridad, China no tiene políticas militarmente agresivas: no invade países, ni tiene mercenarios en África"

¿Están abocadas a la confrontación China y EEUU? Aguirre mantiene que a China le interesa "un sistema estable, aunque compitiendo económica, comercial y tecnológicamente. Este camino no sería difícil de seguir porque EEUU es el gran defensor de la libre competencia, aunque hemos visto que cuando se enfrenta a un gigante como China se protege. Estados Unidos enfrenta un doble problema: sufre una crisis interna muy fuerte y tiene un competidor muy duro. Por un lado, el gobierno de EEUU dice que no quiere la confrontación pero luego adopta medidas económicas y de restricciones de tecnología contra China para proteger su industria. China quiere unos EEUU estables, una relación muy buena con Europa y que Rusia le aporte los recursos que precisa. Pero, aunque tiene un poderoso aparato de defensa y seguridad, no tiene políticas militarmente agresivas, no invade países, ni tiene mercenarios en África". 

En el caso de Taiwán, señala Aguirre que"China defiende que forma parte de su territorio y nunca ha reconocido su independencia. Por eso se declara dispuesta a recurrir a la fuerza. En todo caso, una confrontación militar no será beneficiosa para nadie". 

¿Por qué no evitó la guerra en Ucrania si está tan interesada en la estabilidad? "En China está muy arraigada la política de no injerencia. Guarda parte de la vieja política china comunista. Ese es un factor. En segundo lugar, quiere ganar espacios políticos, diplomáticos, económicos, comerciales, tecnológicos a Estados Unidos. En el caso de Europa prefiere una buena asociación, pero si la UE se transforma, por voluntad propia o siguiendo a EEUU, en una potencia militar con estrategias consideradas agresivas por Pekin, China la considerará un enemigo potencial. China ve el mundo como un tablero de ajedrez y juega a largo plazo. Trata de que EEUU tenga menos poder. La invasión rusa de Ucrania se entiende en ese contexto. Una Rusia que dependa más de ella no le viene mal. Y la guerra le causa problemas a EEUU y la UE".

Rusia, el vecino inevitable

Hay dos incógnitas relacionadas con la guerra en Ucrania en el medio plazo. En primer lugar, nos planteamos de qué forma acabará la guerra. "Creo que el conflicto de Ucrania tiene que terminar en una negociación. Veo muy difícil, por el compromiso que tiene la OTAN y por la capacidad militar de la que se ha dotado Ucrania y las posiciones que ha adoptado la Unión Europea militares, energéticas, económicas, comerciales, que Rusia pueda ganar en Ucrania en el sentido de eliminar el gobierno ucraniano e imponer un gobierno títere".

Pero tampoco ve al alcance que Ucrania pueda expulsar a Rusia de todo su territorio. "No sabemos tampoco qué decisiones puede tomar Putin. No veo imposible que pueda decir un día: 'Hemos triunfado'. Y después se retire y quiera quedarse con lo que tenía antes de febrero de 2022, Crimea y parte del este de Ucrania. Es lógico que Zelenski defienda que el punto de partida es recuperar toda la soberanía, pero llegado un punto habrá que negociar, y quizá Ucrania entre en la OTAN con salvaguardas. Pero no estamos ahí para nada. Habría que empezar con un alto el fuego". 

Sin duda la desconfianza hacia Moscú es un punto de partida pero también la vecindad con Rusia"

La otra cuestión se refiere a la relación que tendrá Europa con Rusia después de la guerra y cómo se construirá una arquitectura de seguridad. "Sin duda la desconfianza hacia Moscú es un punto de partida pero también la vecindad con Rusia. Europa ha de plantearse cómo va a ser la relación comercial, política y cómo salvaguardar los acuerdos a los que se llegue, especialmente de seguridad territorial. Aunque Rusia pierda la guerra, si sigue la dictadura de Putin en el poder, se concentrará en sí misma y aumentará el gasto militar. Llevará mucho tiempo reconstruir la relación. Existen métodos para convivir armándose, pero no sé si se podrá hacer con Rusia. Es muy improbable que Rusia forme parte de un mecanismo de seguridad con Europa y EEUU. Al revés. Lo más probable es que se refuercen y rearmen los dos lados".