Pocos previeron que Rusia invadiría Ucrania el 24 de febrero de 2022. Muchos en Occidente, incluso ex directores del CNI en el caso de España, lo descartaban por completo un par de días antes. Putin iba de farol. A pesar de los precedentes en Georgia, Crimea y el Dombás, el líder ruso jugó hasta el último minuto con cartas trucadas. Su portavoz, Dimitri Peskov, aseguraba horas antes que no habría invasión: efectivamente lo iban a llamar "operación militar especial para desnazificar y desmilitarizar" Ucrania. La incógnita, dos años después, es si habrá un vencedor de esta guerra y hasta cuándo durará.

Este año 2024 será crucial para saber si Ucrania resulta victoriosa: la clave no son los kilómetros que conserve, sino su independencia. Incluso derrotada difícilmente será sometida. En el caso ruso, lo fundamental es saber si Putin se mantiene en el poder y si se consolida su política imperialista. EEUU, con Trump a las puertas de la Casa Blanca, y la Unión Europea están implicados en esta guerra: está en juego la defensa del orden internacional basado en reglas.

Para escenificar que la ayuda a Ucrania continuará el presidente francés, Emmanuel Macron, ha convocado en París este lunes a una veintena de jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, que ha reconocido que han muerto al menos 31.000 soldados ucranianos en los combates. "No estamos agotados, estamos determinados", dicen fuentes de El Elíseo. Asiste el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. El Ministerio ucraniano de Defensa acaba de agradecer a España el envío de Hawks y Leopard.

Sorprendió hace dos años la respuesta inmediata del pueblo, del Ejército y del presidente ucraniano. Plantaron cara al desafío del Kremlin, que había calculado que tardaría unas semanas en someter a Kiev. Tremendo error. Si algo ha logrado Putin en estos dos años es ayudar a que se termine de forjar la identidad ucraniana, además de reforzar a la OTAN, con la incorporación de países tradicionalmente neutrales como Finlandia, que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, y Suecia. Este lunes finalmente Hungría aprueba el ingreso de Suecia en la Alianza Atlántica.

Dos años después de aquel 24 de febrero, el 85% de la población ucraniana sigue creyendo en la "victoria". Como apunta The Economist, "las opiniones sobre lo que significa y cuándo ocurrirá empiezan a divergir fuertemente. La mayoría cree ahora que tardará años. Y por primera vez desde el comienzo de la guerra los sondeos sugieren que la mayoría cree que el país va en la dirección equivocada".

Supervivencia o guerrilla

El objetivo, más que recuperar todo el territorio ocupado por los rusos, es la supervivencia. Pero no se trata de una cuestión baladí. Está en juego la independencia de la nación ucraniana, su soberanía y su libertad para elegir si trabaja para unirse en un futuro al club europeo o cuenta con las garantías de la OTAN o de varios aliados individualmente, o bien se convierte en un estado satélite como Bielorrusia. Aún así, como señala Bartosz Cichocki, ex embajador de Polonia en Ucrania, Rusia solo controlaría parcial y temporalmente el país vecino. Es demasiado grande. Y sus ciudadanos están convencidos de que su destino no está en Rusia, de modo que sobreviviría una guerrilla lucharía como entidad subestatal contra el Kremlin.

De momento, ni Rusia gana ni Ucrania pierde, aunque el balance puede cambiar en poco tiempo. Como es un momento de impás y hay elecciones presidenciales en Estados Unidos, con la amenaza cada vez más real de que Trump vuelva a la Casa Blanca, Rusia está aprovechando para difundir la idea de que la victoria de Ucrania es una quimera y llevará a los europeos a una escalada armamentística muy costosa y arriesgada. Su campaña de desinformación ha sido intensa estos dos años.

Hay mensajes especialmente eficaces que desarman el relato de Moscú, como el del ministro polaco de Exteriores, Radoslaw Sikorski, ante el Consejo de la Seguridad de la ONU el pasado fin de semana. En respuesta al embajador ruso en la ONU, dijo: "Rusia dice que Kiev es un régimen subordinado a Occidente, cuando Ucrania está luchando por su independencia. Dice que es un régimen criminal pero es un sistema democrático y los llama nazis cuando el presidente es judío y el ministro de Defensa musulmán..."

En realidad, los europeos que mejor conocen el Kremlin defienden que ayudar a Ucrania es fundamental para que Putin sepa que no puede jugar con fuego con los aliados. Los europeos han de prepararse para la eventualidad de que un Trump presidente deje de lado a los ucranianos. Si sigue impidiendo que fluya la ayuda a Kiev, estará condenando también a los aliados europeos a verse expuestos a un ataque de un Putin envalentonado.

El milagro ucraniano

Los ucranianos tratan de ver cómo es un milagro que hayan llegado a resistir dos años y no dejarse llevar por el pesimismo. La guerra sobre el terreno lleva meses estancada, pero Rusia ha logrado recientemente una victoria simbólica en Avdiivka, la mayor desde la cruenta batalla de Bajmut. En realidad, los frentes se han movido poco en los últimos meses pero es cierto que el retraso a la hora de recibir el armamento más sofisticado de Occidente (como los misiles Storm Shadow británicos o los Leopard 2 antes) permitió a los rusos reforzar sus defensas.

Es un error del que los aliados deberían aprender. Aún así, la ayuda a Ucrania sigue paralizada por las peleas entre demócratas y republicanos en EEUU y el canciller alemán, Olaf Scholz, sigue paralizando el envío de los misiles Taurus, por ejemplo.

Otro problema para los ucranianos es la falta de munición: los rusos tienen cinco veces más y la están empleando. Las sanciones no les han hecho mella, gracias a que tanto China como India y el Sur Global siguen sin entender la amenaza rusa. Y así Moscú puede seguir dedicando cada vez más dinero al Ejército: un 6% del PIB en 2024. Mientras tanto, muchos aliados europeos aún está lejos del objetivo del 2% que se marcó la OTAN hace diez años. España sigue a la cola. Y las fábricas europeas están lejos de poder abastecer las necesidades de Ucrania.

A todos estos obstáculos a los que se enfrenta Ucrania se suma que necesita más tropas de refresco, es decir, un reclutamiento forzoso de cerca de medio millón de efectivos. Necesita rebajar la edad para servir a filas de los 27 a los 25 años. Por razones demográficas, Rusia cuenta con más reservas. Y han contado con grupos de mercenarios como Wagner que han librado gran parte de los combates más duros, como en Bajmut.

A su vez, el presidente Volodimir Zelenski, hasta hace poco un héroe que ha liderado la causa de Ucrania en el mundo, ha tomado una difícil decisión al destituir al popular jefe del Ejército, Valery Zaluzhny, y reemplazarlo por Oleksy Syrsky. Un movimiento arriesgado en vísperas de que se cumpla su mandato. En situación de guerra no puede convocar elecciones y por esa misma razón ha de moverse con sumo cuidado. El Kremlin festejaría que Zelenski quedara debilitado o fuera reemplazado, dado que su liderazgo ha sido vital para cohesionar la resistencia de Ucrania.

Rusia no gana

A pesar de todas las dificultades a las que Ucrania se enfrenta, Rusia está lejos de acariciar la victoria y por ello está interesada en que se difunda el mensaje de que sería bueno que haya negociaciones. En realidad, ninguna de las dos partes está aún por la labor porque confían en mejorar su posición sobre el terreno.

"Una opción sería que ucranianos y rusos acepten un armisticio como el que existe en Corea"

jorge dezcallar, diplomático y autor de 'el fin de una era'

Según el diplomático Jorge Dezcallar, autor de El fin de una era. Ucrania, la guerra que lo acelera todo, "Rusia no puede renunciar a los territorios que ha ocupado. Putin no puede parecer como un perdedor. Aspira a quedarse con lo que tiene y lograr la neutralidad de Ucrania". Dezcallar sostiene que "una opción sería que los ucranianos acepten la fórmula de Corea y acepten un armisticio sin renunciar a sus aspiraciones máximas". Sin embargo, este tipo de guerra congelada recuerda a lo que ya existía con los Acuerdos de Minsk, y Rusia aprovechó ese impás para rearmarse y ultimar su plan de invasión de Ucrania.

De hecho, mientras Putin viva, nadie confía en que cualquier acuerdo de paz represente realmente la paz porque puede violarlo en cualquier momento. Ha demostrado que no respeta las reglas. Y se niega a aceptar que Ucrania sea libre y siga la senda de Occidente. Hace diez años empezó la revuelta del Maidán en defensa del Acuerdo de Asociación con la UE. Una década más tarde, Ucrania tiene estatus de país candidato. Esa evolución es la contraria a la que desea Putin, que libra la batalla en Ucrania para mantenerse en el poder en Moscú.

A mediados de marzo será reelegido en unas elecciones presidenciales sin rival. Nunca ha ocultado sus aspiraciones imperialistas ni su proceder implacable con cualquiera que le desafíe, ya sea un disidente como Alexei Navalni o un oligarca con aspiraciones como Yevgueni Prigozhin.

Queda la esperanza de que Putin, como otros líderes de regímenes autoritarios, desaparezca, bien por razones naturales, o por que el mensaje de Navalni sobre la debilidad del régimen en el caso de su muerte sea cierto. Ni es eterno ni todopoderoso. "No os rindáis", fue el mensaje póstumo del disidente ruso. Pensaban en los opositores rusos. Y vale para los ucranianos.