Habla en español, el idioma que comenzó a estudiar cuando vivía en San Petersburgo. Lleva apenas seis meses en España, donde ha encontrado refugio. Victor Amosov fue durante años colaborador de Alexei Navalni, fallecido en una cárcel cerca del Ártico, a 1.900 kilómetros de Moscú. “Es como si todo se fuera a negro. He perdido la esperanza”, confiesa en conversación con El Independiente.

Es la primera entrevista que concede desde su llegada a España y lo hace en plena sucesión de reveses. Al destierro personal se une en el lapso de un mes la muerte del principal líder de la oposición, para el que trabajó durante años, y unas elecciones presidenciales que han allanado el camino para que Vladímir Putin permanezca en el Kremlin hasta 2030. Putin celebró este lunes su victoria en las urnas dándose un baño de masas en la Plaza Roja de Moscú, tomada por sus acólitos para conmemorar el décimo aniversario de la anexión de Crimea. En su alocución, anunció la construcción de un nuevo enlace ferroviario a través de los territorios ocupados de Ucrania y añadió que esas regiones han "declarado su deseo de volver a su familia natal". "Todo esto está ocurriendo gracias a vosotros, ciudadanos de Rusia", lanzó Putin.

“Los dictadores siempre obtienen un gran porcentaje en las mal llamadas elecciones”, desliza Amosov. “Sin concurrencia no hay elecciones”, advierte. “En mi opinión todo esto significa que la guerra va a continuar. Putin va a invertir más dinero en la industria militar”, agrega quien una vez albergó fe en el cambio democrático en Rusia, hoy completamente extraviada tras la invasión a gran escala de Ucrania de la que acaban de cumplirse dos años con la contienda transfigurada en una guerra de posiciones, sin vencedores y un horizonte de estancamiento y competición armamentística.

Le debo a Navalni que me mostrara qué significa ser ciudadano. Me enseñó que Rusia es mi país y no el de Putin y sus políticos corruptos y ladrones

La huella de Navalni

“Le debo a Navalni que me mostrara qué significa ser ciudadano. Me enseñó que Rusia es mi país y no el de Putin y sus políticos corruptos y ladrones. Me hizo ver que los rusos tenemos derechos y que es necesario luchar por ellos”, arguye quien exhibe como recuerdo del pasado que dejó atrás las instantáneas que se tomó junto al fallecido en el cuartel de Nalvani en San Petersburgo, cerrado en 2021 después de que la fiscalía lo catalogara de “organización extremista”. Durante años, Amosov cooperó en la captación de apoyos previos a la fallida campaña presidencial de las elecciones de 2018 y, tras ser rechazada su candidatura, en las manifestaciones exigiendo el cambio. “Fueron cerca de cinco años, entre 2017 y 2021”, rememora.

Me produce más terror el futuro de mi país y también el de Europa que mi seguridad personal

Nalvani era una persona increíble, muy amable y divertida además de extremadamente inteligente. Uno era capaz de ver su inteligencia y su fuerza a través de sus ojos. Era una persona capaz de motivarte y de hacerte consciente de la fuerza de cada uno”, añade. Aún recuerda el primer discurso que les brindó como miembros de su equipo. “Dijo que éramos los mejores rusos y que íbamos a ganar para cambiar el país”, evoca quien celebra que su viuda Yulia haya decidido tomar su testigo como rostro de la oposición en el exilio. “Es inteligente, pero en el resto del equipo no encuentro nadie con el carisma de Navalni capaz de sucederle”.

Amosov acepta ser entrevistado porque se siente seguro en suelo español. “No tengo miedo por mí personalmente a pesar del asesinato reciente de un piloto ruso que desertó y que podría ser la prueba de que hay sicarios de Putin en España”, señala. “En realidad, me produce más terror el futuro de mi país y también el de Europa”, dice este radiólogo de 35 años que el pasado septiembre renunció a su vida para emprender el exilio.

Llamada a filas

Victor junto a Alexei y su hoy viuda Yulia.

“No le veía futuro a quedarme en Rusia, con tanto aislamiento”, desliza. Uno de los detonantes de su huida fue la llamada a filas. “Me enviaron mensajes para que acudiera a mi punto de movilización pero rechacé siquiera ir. En mi trabajo me proporcionaron una protección temporal, durante un año. Soy médico y como tengo un trabajo importante podía acogerme a esa posibilidad”.

Optó por España porque lo conocía de viajes anteriores y por el idioma que había empezado a estudiar en Rusia. “Estoy con un visado de estudiante pero después de lo que ha sucedido con Navalni pienso en acogerme al asilo político”, admite. Una decisión motivada, además, por un porvenir que considera sombrío. “No soy optimista. Solo veo un país condenado al aislamiento del mundo civilizado, en guerra permanente, sin libertad de expresión ni verdaderas elecciones y con más represión, cárcel, torturas y gulags [acrónimo para denominar a la Dirección general de Campos de Trabajo, el sistema penal de campos de trabajos forzados de la URSS]”.

A su juicio, “Putin es un asesino, un dictador, un ladrón, un fanático de la guerra y la muerte, un psicópata. Simboliza toda la maldad del mundo. Es un Hitler con las armas más avanzadas en sus manos”. Desde su llegada a Barcelona, se ha sumado a la activa comunidad de activistas rusos, pero no tiene expectativas de regresar alguna vez a casa, donde permanecen su madre y hermanos. “La verdad es que no veo que nuestras acciones aquí como activistas puedan contribuir a cambiar la situación en Rusia”.

Entre la propaganda y el miedo

Putin simboliza toda la maldad del mundo

En defensa de sus compatriotas, este activista alega que “la sociedad rusa es muy grande y heterogénea”. “Algunas apoyan la guerra por diversos motivos y otras están ciegas, fruto de una propaganda que funciona bastante bien. También hay quienes se callan por miedo a las represalias. Muchos de mis amigos han seguido mis pasos y dejado el país”.

“Si Ucrania tuviera éxito en la guerra, podría servir para lograr un cambio. Pero en otro escenario no veo posibilidades de cambio”, agrega. Hubo algún momento en estos últimos meses en los que Amosov barruntó el escenario de retornar si el destino cambiaba las tornas. “Siempre soñé con volver si Navalni llegaba a presidente y me pedía regresar. Pero ahora que ha muerto, no veo a nadie capaz de hacerme volver. Aunque su legado es precisamente no rendirse frente a un régimen cruel como el de Putin”.