El comunicado hecho público hoy por la APM (Asociación de la Prensa de Madrid) pone de manifiesto una situación incompatible con el derecho de los ciudadanos a la información y, por tanto, con la democracia.

Un grupo de periodistas de distintos medios ha denunciado ante la APM que durante meses ha venido siendo objeto de presiones e intimidaciones por parte de la dirección de Podemos cuando sus informaciones no eran de su agrado.

No estamos ante un hecho aislado que, aun siendo injustificable, no pondría en riesgo la libertad de los profesionales para llevar a cabo su trabajo. Se trata, como dice el comunicado, de una "campaña sistemática de acoso personal". Podemos, según la denuncia, no ataca a las cabeceras o empresas periodísticas críticas con su ideario o sus líderes, sino que presiona a periodistas de distintos medios cuando sus informaciones no se ciñen de manera estricta a lo que la dirección del partido considera como la verdad objetiva.

El objetivo es generar miedo, coaccionar para que la versión del periodista sea la que interesa a la organización

La descalificación ad hominem siempre es mucho más efectiva que la que se dirige contra un colectivo o una entidad. Al final, es el periodista el que escribe o relata los hechos, es quien asiste a los actos de la organización y quien, en fin, recibe los oportunos recados en las redes sociales o en su teléfono móvil si no ha estado a la altura de lo que se esperaba de él o de ella.

De lo que se trata es de condicionar el libre ejercicio de la profesión hasta provocar la autocensura, algo que ocurría en España en tiempos de Franco.

El objetivo es generar miedo, coaccionar para que la versión del periodista sea la que interesa a la organización.

Algunos columnistas sufren de modo habitual el escrache digital que supone verse insultados en las redes sociales (fundamentalmente en Twitter) cuando se roza alguna de las múltiples fibras sensibles de Podemos o de sus líderes. Nos hemos acostumbrado a ello y es una mala costumbre, porque pone de relieve la poca calidad de nuestra democracia.

Pero esto es otra cosa. O más bien es el aspecto más preocupante de la misma cosa. A los comentaristas que no marcan el paso al gusto de los jefes de Podemos se les atiza cuando corresponde. A los periodistas que tienen encomendada la tarea de informar sobre el partido se les amedrenta de manera sistemática, organizada, continuada.

Podemos debe abstenerse de recurrir a esos métodos matoniles y expulsar de sus filas a los militantes que, de forma asidua, insultan y amedrentan a los que critican a la organización o, simplemente, describen los hechos sin tener en cuenta si sus informaciones van a ser o no del gusto de un grupo de hooligans ideologizados.

No hay democracia sin prensa libre y, por tanto, la denuncia de la APM es una llamada de atención no sólo a Podemos, sino a todas las empresas periodísticas, a los partidos y, sobre todo, a los ciudadanos.