Las últimas semanas están siendo un torbellino que destapa todo tipo de malas prácticas en la utilización de los recursos públicos, el enriquecimiento ilícito y la mala gestión política, cuando no decididamente el pillaje, a través de empresas y obras públicas.

Esta vez le ha tocado a la Comunidad de Madrid pero la machacona evidencia nos muestra que procedimientos e instrumentos se han repetido profusamente en todas las administraciones y entes locales. La consecuencia de todo ello es conocida: quiebra de la administración, caída de la economía, subida de impuestos y una terrible deslegitimación de las instituciones, cuando no del propio sistema democrático al completo.

Queda por delante la ingente tarea de desarticular las redes de corrupción que se han ido tejiendo al calor de la política, no sólo por un motivo de justicia -que también- sino como mecanismo necesario para la supervivencia de España. No habrá recuperación económica, ni progreso social si no somos capaces de limpiar la política de prácticas corruptas. Lo que ahora se acepta comúnmente como necesario, la lucha contra las malas prácticas, los privilegios y la corrupción, es lo que llevó a cabo UPyD con tan decidida, valiente y leal dedicación a España y los españoles.

Queda por delante la ingente tarea de desarticular las redes de corrupción política

Una injusticia poética, sí, pero sobre todo una estupidez política de primer orden que demuestra hasta qué punto a los españoles nos gusta autolesionarnos. Somos rehenes de nuestros propios errores.

Pues bien, esa labor de higiene política fue también llevada cabo por UPyD en el Ayuntamiento de Madrid, ejemplo paradigmático donde los haya de opacidad política y administrativa. Laboratorio permanente durante años de enormes empresas públicas y obras faraónicas que, vista la experiencia, es donde se parte el bacalao. No existe mejor ejemplo que Madrid donde se reúnan las condiciones para la sospecha, más o menos como lo que se parece un huevo a otro huevo.

Los datos de empresas públicas fallidas, obras innecesarias y sobrecostes en la ejecución de las mismas está ahí, se conoce, pero curiosamente han bastado apenas unos meses para olvidar la tremenda deuda en la que el PP dejó Madrid fruto del derroche nunca aclarado en empresas públicas como Macsa o Madrid Espacios y Congresos que terminaron quebradas y disueltas sin asunción alguna de responsabilidades. Ese modelo de gestión por inundación y extracción de rentas del dinero público fielmente reproducido en forma de obras innecesarias y sobrecostes, como el Palacio de Cibeles, Caja Mágica o el nunca estrenado Centro Acuático para aquellos no-Juegos-Olímpicos de Madrid, todo tan disparatado que es difícil hacerse a la idea de la dimensión real del asunto.

El presupuesto inicial de la M-30 era de 1.200 millones. El sobrecoste superó los 10.000

Eso sí, si algo se lleva la palma del derroche, sobrecostes y modificados es la M-30 que con un presupuesto inicial de 1.200 millones de euros y tras la ingeniería financiera y empresarial (Madrid Calle 30) con las que nos regaló el entonces alcalde calculamos un coste final de no menos de 10.000 millones de euros, si bien de esto, ni de nada de lo anterior, tendremos certeza puesto que el PP se ocupó de tumbar todas y cada unas de las comisiones de investigación que pedimos para aclarar tales abusos.

Visto lo visto un día tras otro en los juzgados y medios de comunicación no quiero ni pensar lo que podría salir de ahí a poco que se rascase, aunque es fácil de imaginar. La experiencia que estamos viviendo con el Canal de Isabel II nos demuestra que casi con total seguridad podría acabar sabiéndose. El único pero de todo esto es que para saberlo hay que molestarse en investigarlo, y no sé si hay voluntad de hacerlo visto el premio que los españoles decidieron dar a UPYD en las urnas. Es muy posible que los políticos actuales prefieran darse mus y visitar los palcos. Sale más a cuenta, se lo aseguro. El precio que pagamos es el que corresponde por echar de la política a los decentes.


Jaime Berenguer es profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid y ex concejal de UPyD en el Ayuntamiento de la capital.