Durante los últimos doce meses los mercados bursátiles han subido mucho y muy rápido. En Europa los índices muestran rentabilidades por encima del 20% en la mayoría de los mercados y este drástico movimiento, cuando menos, invita a consolidar ganancias.
En este periodo, observamos cómo el crecimiento global empezó a acelerarse, las estimaciones de beneficios empresariales rebotaron con fuerza, la inflación empezó a resurgir, la normalización monetaria comenzó a tomar cuerpo y se generó una fuerte expectativa de expansión fiscal a nivel global liderada por el cambio de administración en los Estados Unidos.
Sin embargo, ha pasado un año y se intuye cierta sensación de agotamiento en algunos extremos de esta narrativa. En primer lugar, ni la inflación ni las curvas de tipos están donde se esperaba a estas alturas. La inflación general parece que ha tocado techo en abril y la inflación subyacente (excluye alimentos frescos y energía) sigue prácticamente inmutable (en particular en Europa). Con esta foto de inflación, la reciente debilidad en el crudo y la escasa presión en salarios, es difícil que veamos a los bancos centrales apresurarse a acelerar el proceso de normalización monetaria.
Se intuye cierto agotamiento en la narrativa que ha sostenido el alza de las bolsas
En segundo lugar, los datos de encuestas de actividad, sentimiento empresarial y confianza del consumidor están en máximos y, es complicado pensar que tengan mucho margen de mejora. Es cierto que todo este arsenal de sólidas encuestas tiene un decalaje en su transmisión a los datos de actividad real y todavía hay potencial de revisiones al alza en las estimaciones de crecimiento para 2017 y 2018, pero por el momento es poco probable que los datos adelantados sorprendan positivamente.
En tercer lugar, los datos macro en China continúan deslizándose y apuntan a un menor crecimiento y a unas condiciones financieras más restrictivas. En esta misma línea, también las materias primas han corregido con fuerza y cuestionan la fortaleza de la demanda global en el segundo semestre del año.
En cuarto lugar, la indefinición en la política económica de Trump está agotando la paciencia de la comunidad inversora que poco a poco cuestiona de forma más patente los tiempos y magnitud de la prometida reforma fiscal.
La indefinición económica de Trump está agotando la paciencia de los inversores
¿Son suficientes estos signos para justificar una recogida de beneficios? no lo creo. El argumentario expuesto arriba respalda la idea de que el cuadro de riesgo no va experimentar una mejora marginal desde aquí que imprima otro empujón a la renta variable de forma agregada los próximos meses.
Pero que veamos difícil que la situación mejore no implica que pensemos que vaya a empeorar de forma material. La tracción y composición del crecimiento son sólidos, los beneficios empresariales están siendo muy fuertes, las condiciones financieras seguirán siendo muy laxas por mucho tiempo, el riesgo político sigue contenido y la premisa de estabilidad en los mercados emergentes se sostiene a pesar del moderado deterioro en China.
Este marco nos proporciona la suficiente estabilidad y visibilidad para que, siendo selectivos, podamos mantener unos niveles de exposición a renta variable elevada y poder capturar el potencial alcista de numerosas ideas de inversión.
Javier Ortíz de Artiñano es analista de Fidentiis Gestión
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