De vez en cuando alguien me pregunta por qué llamamos Día del Orgullo Gay a nuestra fiesta. Es una pregunta que me sirve para reflexionar sobre este día de fiesta, de libertad y de reivindicación. Nos mostramos orgullosos y orgullosas por ser quien somos, por ser como somos, por no tener que esconder nunca más nuestra orientación sexual, nuestra identidad de género o nuestra expresión de género. Es el día en que afirmamos nuestros derechos como personas lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales. Después de tantas décadas de persecución, marginación, discriminación y violencia, de falsas terapias curativas, de insultos, vejaciones y violencia, llega el día en que el arco iris ilumina nuestras ciudades.

Hoy gozamos de igualdad de derechos. E incluso existen normas como la ley catalana que impulsa la erradicación de la homofobia, la bifobia y la transfobia. Tuve el privilegio de defender en el pleno del Parlament de Catalunya la aprobación de esta ley, que debe desarrollarse con más intensidad. Sin embargo, la lucha por la igualdad y la no discriminación dista mucho de haber acabado. Todavía nuestras calles, nuestras aulas y nuestros hogares son testigos mudos de agresiones, burla y marginación. De ahí la necesidad de seguir combatiendo cada día cada acto de discriminación, de ahí la necesidad de avanzar cada día en una conciencia y unas condiciones sociales que hagan irreversible el reconocimiento y el libre ejercicio de nuestros derechos.

España es de los países más avanzados del mundo en cuanto a las libertades de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales

Se cumple este año el 40 aniversario de la primera manifestación del Orgullo Gay. Fue en Barcelona, el 26 de junio de 1977, donde un grupo de transexuales, travestis, gays, lesbianas y otras personas legalmente consideradas entonces como "peligrosas sociales" salieron de sus armarios para exigir respeto. La policía reprimió esa manifestación, pero con ella se puso en marcha el movimiento imparable que nos ha llevado hasta aquí. El precedente del Movimiento Español de Liberación Homosexual, fundado en 1970 por Armand de Fluvià y otros pioneros, fue la semilla de la que brotó un movimiento que se inspiraba en las movilizaciones gays estadounidenses y de otros países. Un movimiento que supo hacer frente al SIDA como enfermedad y como estigma social. Un movimiento que tomó las calles, creó entidades, repartió preservativos, recaudó fondos, importunó a responsables políticos hasta encontrar eco y respuesta.

Sí. Orgullo. El orgullo de reivindicar quiénes somos y cómo somos, cómo amamos y cómo nos sentimos. El orgullo que nos sacó de nuestros armarios particulares, liberándonos a cada uno de nosotros y haciendo de nuestra sociedad una comunidad más libre y también, por qué no decirlo, más alegre. Hemos tenido nuestros líderes y referentes. Y por eso recordamos hoy, también con orgullo, a Pedro Zerolo y a todos aquellos y aquellas que tomaron la bandera de nuestras reivindicaciones, nos recordaron quiénes somos, qué derechos debíamos reclamar y cómo debíamos ejercerlos en todo momento, en todo lugar, sin aceptar cortapisas ni restricciones. Luchando también con la homofobia interiorizada, ese sentimiento de muchas personas LGTBI que todavía no aceptan plenamente su condición.

¡Basta! Orgullo hoy y siempre. En homenaje a los y las que padecieron, en recuerdo a los y las que resistieron

Hoy España es de los países más avanzados del mundo en cuanto a las libertades de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales. Es justo recordar hoy a José Luis Rodríguez Zapatero, impulsor de la ley del matrimonio igualitario, ésa que la derecha combatió ferozmente y que incomodaba a algunos pseudoliberales por su carácter transgresor. Que se casen si quieren, pero no le llamemos matrimonio. Que se acuesten con quien quieran, pero que no se muestren públicamente como son. Esas cosas hay que llevarlas con discreción, en el armario o en la alcoba, pero nunca en la calle, en el trabajo, en la escuela, donde puedan ofender a otros.

¡Basta! Orgullo hoy y siempre. En homenaje a los y las que padecieron, en recuerdo a los y las que resistieron, y como afirmación de una libertad a la que no estamos dispuestos a renunciar.