La aplicación del artículo 155 de la Constitución para reestablecer la legalidad en Cataluña no ha tenido las desastrosas consecuencias que algunos auguraban. La vida ciudadana se desarrolla con total normalidad. El lunes los consellers acudieron a sus despachos acompañados por dos agentes del cuerpo de Mossos para recoger sus cosas y, a excepción del numerito de Josep Rull y la fotografía sentado frente a su mesa como si nada hubiera sucedido, la destitución del Govern se llevó a cabo de forma bastante civilizada.

"La clave para que el 155 se esté aplicando sin grandes complicaciones y en paz está siendo el comportamiento leal de los Mossos", señala un responsable policial.

Los Mossos no sólo hicieron cumplir la orden de deposición de los consellers, sino que comunicaron a los altos cargos de la Generalitat que ya no podrían disponer de sus coches oficiales y llevaron a cabo la retirada de las fotografías del ya ex president Puigdemont de despachos y comisarías.

Para muchos ha sido una auténtica sorpresa comprobar que los miembros del mismo cuerpo que en el referéndum del 1 de octubre dejaron en manos de la Policía y la Guardia Civil la aplicación de la orden judicial para que la consulta ilegal no se llevara a cabo ahora estén dando una lección de profesionalidad.

El 1 de octubre supuso un auténtico cisma dentro del cuerpo de Mossos. Algunos agentes, independentistas confesos, no tuvieron ningún inconveniente en favorecer la realización del referéndum, incluso enfrentándose a miembros de la Policía y de la Guardia Civil. Sin embargo, la mayoría de sus miembros se plegaron atónitos a unas ordenes confusas que, en la práctica, suponían incumplir al pie de la letra el mandamiento judicial.

El disgusto de buena parte de los agentes del cuerpo llegó hasta la cúpula de los Mossos, en la que la división era patente.

La tensión fue subiendo de tono tras la apertura de la investigación judicial por un posible delito de sedición contra el major de los Mossos, Josep Lluis Trapero.

En dos reuniones previas al Pleno del Parlament del 10 de octubre, Josep Lluis Trapero y Ferrán López le hicieron saber al president que si declaraba la independencia los Mossos se ceñirían a la legalidad vigente: "Con nosotros no cuente"

Mientras el malestar crecía en el seno de los Mossos, el presidente de la Generalitat seguía adelante con su propósito de aplicar el resultado del referéndum en base a dos leyes, la del Referéndum y la de Transitoriedad, suspendidas primero y luego declaradas inconstitucionales por el TC. El Pleno del Parlament para declarar la independencia se fijó para el día 10 de octubre.

En la semana previa a esa fecha, según han confirmado a El Independiente fuentes de toda solvencia, se celebraron dos reuniones de la cúpula de los Mossos con el president Puigdemont en las que se le hizo saber que, en caso de declaración de la independencia de Cataluña, se sentirían desligados de la obligación de obedecer a un gobierno que, con claridad, se habría situado al margen de la ley. "Con nosotros no cuente", le llegaron a decir al presidente de la Generalitat en su despacho del Palacio de Sant Jaume. En la reunión estaban presentes, entre otros, el ex major de los Mossos, Trapero, y su número dos y actual jefe del cuerpo, Ferran López.

Las fuentes consultadas atribuyen a este hecho (además de a las presiones del sector financiero y económico catalán) la rectificación de última hora que hizo Puigdemont en su discurso ante el Pleno del Parlament en la tarde del 10 de octubre. La comparecencia se retrasó una hora sobre el horario previsto y el president incorporó a su proclama la decisión de dejar en suspenso la declaración de independencia "durante varias semanas" para hacer posible un proceso de diálogo con el gobierno de Mariano Rajoy.

El texto finalmente leído no era el pactado entre Junts Pel Sí y la CUP, y los antisistema evidenciaron su disgusto con esa marcha atrás que provocó la decepción entre los miles de concentrados ante la sede del Parlament, que habían dado por hecho que el día 10 era la fecha para el nacimiento efectivo de la República de Cataluña.

Interior tuvo conocimiento de esas dos reuniones y también del papel esencial que había cumplido Ferran López a la hora de hacer saber al presidente de la Generalitat que los Mossos cumplirían la vigente legalidad y no le iban a seguir en su camino de ruptura.

Había en Interior quien, ante la aplicación del 155, consideraba más oportuno poner al frente de los Mossos a un alto mando de la Policía o de la Guardia Civil. Sin embargo, se impuso la posición más sensata. "Lo importante no es saber mandar, sino saber mandar y que te obedezcan", señala un alto cargo del citado ministerio.

López no sólo era el número dos de Trapero sino que era, a efectos prácticos, el jefe con mayor ascendiente sobre los 17.000 agentes que conforman el cuerpo de Mossos. Charnego e hijo de charnegos, López es un profesional sin adscripción política que ha destacado siempre por su profesionalidad.

Tanto la carta del director de los Mossos, Pere Soler, enviada a los miembros del cuerpo tras su destitución el pasado 28 de octubre, como la misiva remitida por el ex major Trapero, en las que ambos pedían "lealtad" a los nuevos mandos, eran la prueba evidente de que no iba a haber una resistencia activa a los jefes designados tras la aplicación del 155.