La encuesta del CIS sobre la expectativa de voto para las elecciones catalanas del 21 de diciembre dibuja un mapa político muy fragmentado en el que el gobierno dependerá de alianzas casi imposibles. En cualquier caso, será la coalición que lidera Xavier Domènech (CeC-Podem) la que tendrá en su mano inclinar la balanza hacia el lado independentista o constitucionalista.

Los independentistas (ERC, JxC y la CUP) se quedan a uno o dos escaños de la mayoría absoluta, mientras que los constitucionalistas (Cs, PSC y PP) estarían, en el mejor de los casos, a ocho escaños de esa meta. Tampoco sumaría un tripartido de izquierda nacionalista (ERC, PSC y Cec-Podem), al que le faltarían seis escaños para alcanzar los 68 necesarios para gobernar.

Las posibilidades, por tanto, de conformar un gobierno estable son muy pocas. Un gobierno independentista en minoría (con la abstención de los podemitas), sería la opción más probable. O bien, un gobierno independentista respaldado por CeC-Podem, lo que le proporcionaría al nuevo gobierno la estabilidad que le darían los 75 escaños de la suma de los cuatro partidos. La otra alternativa, que podemos descartar de entrada, sería que CeC-Podem respaldara un gobierno no independentista (con la abstención de los diputados de Domènech sería insuficiente).

Por ello, aunque el sondeo ha despertado un entendible optimismo en las filas constitucionalistas, la conclusión del CIS es que, la alternativa más probable será un gobierno separatista con la aquiescencia de los socios de Pablo Iglesias.

Esa posibilidad no sólo es la que apuntan los números, sino la más factible políticamente hablando. El pacto (la abstención de CeC-Podem en la investidura del candidato, sea Puigdemont o Junqueras) se produciría sobre la renuncia explícita a una nueva declaración unilateral de independencia; sobre la base de un compromiso para negociar con el gobierno un referéndum de autodeterminación (el derecho a decidir) y se cimentaría en un programa nítidamente de izquierdas.

Con los datos del sondeo, la opción más probable sería un gobierno independentista con apoyo de CeC-Podem

Eso es lo que ofrece la encuesta. Aunque el 21-D puede darnos todavía muchas sorpresas. El propio CIS da un dato que avala la incertidumbre: un 15% de los consultados no sabe lo que hará el 21-D y un 9,6% no ha contestado al sondeo.

Hay quien piensa que Rajoy se equivocó convocando las elecciones en tan corto espacio de tiempo y que hubiera sido mejor, para el interés del constitucionalismo, haber aplazado la convocatoria a la primavera de 2018 (lo que implicaría también llevar hasta esa fecha la aplicación del artículo 155). Sin embargo, los datos que ofrece el CIS ponen en duda esa tesis.

El voto constitucionalista está muy movilizado, como demuestra el hecho de que Ciudadanos logre entre 6 y 7 escaños más que en 2015 y el PSC suba otros 5 escaños. Es verdad que el PP bajaría 4, pero, en conjunto, los constitucionalistas aumentan su representación respecto a hace dos años entre 7 y 8 escaños, mientras que los independentistas bajan de 72 a 67. En porcentaje, se produce un práctico empate entre el voto independentista y el constitucionalista, aunque en votos ganan claramente los partidos que no quieren romper con España.

La cuestión es la siguiente: ¿podrían lograr con más tiempo un mejor resultado los constitucionalistas? No parece probable. En estos momentos, hay un 44,9% de catalanes que se consideran en mayor o menor grado como nacionalista, mientras que hay sólo un 34,3% de catalanes que claramente rechaza el nacionalismo. Por otro lado, en Cataluña se da un claro sesgo hacia la izquierda: un 56,1% se considera de izquierda o extrema izquierda, mientras que sólo un 18,1% se considera de derechas. Es verdad que en el centro se mueve el 23,2% del electorado. Pero, en su conjunto es muy difícil que Ciudadanos, PSC y PP logren un mejor resultado que el que ofrece este sondeo del CIS.

También se puede concluir -como buena noticia- que la aplicación del 155 y el victimismo que utilizan con maestría no le está dando el resultado esperado a los independentistas, que, a pesar de su demagógica campaña, no sólo no suben, sino que pierden escaños respecto al 2015.

La conclusión es que la polarización política extrema que se está viviendo en Cataluña ha hecho que tanto independentistas como constitucionalistas tengan a sus electorados muy movilizados y que, por tanto, sea muy difícil que en los 15 días de campaña que nos esperan puedan superar los porcentajes de voto que apunta el CIS. Tanto los separatistas como los que defienden la unidad de España han alcanzado su techo: Cataluña queda dividida en dos mitades prácticamente iguales.