El sábado, la mayoría de los militantes del SPD dieron luz verde a repetir la gran coalición con Angela Merkel, último escollo de la  gobernabilidad de la primera potencia europea. El domingo, Italia votó mayoritariamente por partidos antisistema y antieruopeos.

Europa parece condenada a vivir en constante sobresalto. El año pasado, fue Francia la que superó con éxito el test del populismo gracias a la inapelable victoria de Macron. Alemania acaba de cerrar la crisis abierta tras las elecciones del mes de septiembre en las que la CDU no logró una mayoría suficiente para gobernar. Pero en Italia Matteo Renzi (PD) no ha sobrevivido a la avalancha de los que pretenden la enmienda a la totalidad. Ni siquiera Silvio Berlusconi ha sido capaz de frenar la ascensión de sus socios de coalición de la Liga y ahora Matteo Salvini reclama su derecho a gobernar en competencia con el líder del triunfador M5S , Luigi Di Maio.

Más de la mitad de los italianos han votado por opciones que rechazan la inmigración, que abjuran de la Unión Europea y que ofrecen fórmulas mágicas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, como son un salario para todos o un banco público que salve con sus créditos sólo a las empresas italianas.

No sabemos qué combinación partidista podrá formar gobierno, pero ya es seguro que el Partido Democrático -lo dijo ayer Renzi al presentar su dimisión- no apoyará ni a la Liga ni al M5S. La lógica lleva a pensar que los grillini romperán su promesa de no pactar con  nadie y que se  producirá un acercamiento al partido de Salvini. Aunque lógica no es buena guía para orientarse en la alambicada política italiana. Lo que sí se puede afirmar es que, si no se repiten las elecciones, decisión que podría adoptar el presidente de la República, Sergio Mattarella, si no hay un acuerdo que obtenga el respaldo de la mayoría del parlamento, el próximo gobierno de Italia será euroescéptico y tratará de boicotear todas las iniciativas encaminadas a fortalecer la Unión Europea.

Si no se repiten las elecciones, el próximo gobierno actuará como ariete del euroescepticismo bajo la máxima "Italia primero"

Tras el Brexit, el triunfo del populismo en Italia se convierte en el revés más importante para la construcción del proyecto europeo de los últimos años. Tanto Trump como Putin se frotan las manos ante este éxito de los que comparten con ellos una cierta visión del mundo, más conservadora, más nacionalista, más intransigente.

Italia ha venido a recordarnos que, pese a la victoria en Francia y Alemania de partidos que tienen en su ADN la consolidación de una Europa unida y fuerte, construida sobre valores como la solidaridad, la paz y el estado de bienestar, existen otras fuerzas políticas en todos los países de la Unión que crecen y se fortalecen a base de demagogia, de mentiras... y de inconfesables apoyos.

La única forma de pararlos es demostrar que la UE es la mejor garantía para evitar que se repitan las tensiones que llevaron a dos sangrientas guerras continentales. Italia nos enciende una luz de alarma: no estamos a salvo de que se repitan los viejos errores.

En el nuevo mapa político europeo, España puede y debe jugar un papel más preponderante como aliado de los países que quieren avanzar políticamente en la construcción de la Unión, no sólo a pesar de las dificultades y del creciente euroescepticismo, sino precisamente como antídoto frente a todos ello.