La legislatura, lo quiera o no Mariano Rajoy, está muerta. La moción de censura presentada por el PSOE el pasado viernes ha puesto de manifiesto la falta de apoyos del gobierno. Ciudadanos, que ha sido el partido que le ha dado sustento con sus 32 escaños en los últimos dos años, ha decidido romper el pacto mientras él continúe en Moncloa. El PNV, que ha logrado un rédito extraordinario en la negociación de los presupuestos, le ha dado la puntilla al decidir apoyar la moción de Pedro Sánchez.

La posibilidad de que la moción salga adelante es, por tanto, incuestionable. Con su triunfo, Sánchez encabezaría un gobierno sustentado por sólo 84 escaños y que sería rehén de independentistas y populistas. Esa perspectiva es la que de verdad asusta a los mercados y la que desean los secesionistas en Cataluña. ¿Qué hay mejor que un gobierno débil para obtener ventajas inimaginables en otro contexto político?

Es, por tanto, una responsabilidad del presidente evitar que esa opción llegue a concretarse. Aferrarse al poder carece de sentido. Rajoy es un hombre de Estado, como ha demostrado en otras ocasiones, y ahora debe poner por delante de sus deseos el interés de España. Tampoco es una opción resistirse a sabiendas de la derrota que sufrirá. Argumentar que no tiene garantizada una mayoría si propone a otro candidato es tirar la toalla antes de tiempo y abrir una etapa de inestabilidad hasta que Sánchez decida convocar nuevas elecciones.

Es posible que el presidente no quiera ligar su decisión a la sentencia de Gürtel, lo que significa que, al final, su marcha se habría producido a causa de la corrupción que durante lustros ha corroído a su partido. Es comprensible. Rajoy no ha sido condenado, ni tampoco ninguno de sus ministros. Pero Luis Bárcenas es un producto suyo. Tampoco le cortó las alas a Francisco Correa cuando éste dejó de hacer negocios con Génova pero se trasladó con armas y bagajes a Valencia.

Rajoy ha sido el protagonista de una recuperación económica histórica. Nadie daba un duro por España en el verano de 2012. Pero él confió en las posibilidades del país para salir adelante y, tras un duro plan de ajuste, consiguió enderezar la situación. Hoy nuestro país crece a un ritmo del 3% y genera más de 450.000 puestos de trabajo al año. Ese es un activo que nadie le puede negar.

Rajoy ha sido el protagonista de una recuperación económica histórica, pero incapaz de regenerar su partido

Pero, al mismo tiempo, el líder del PP ha sido incapaz de regenerar a su partido. Rato, Granados, Ignacio González, Cifuentes, Zaplana... Los casos de corrupción han pesado como una losa sobre su gestión. Finalmente, la sentencia de Gürtel ha sido la excusa de los partidos de oposición para desatar una ofensiva política que ha sido incapaz de superar. Y en esa ofensiva política, todo el peso de los desmanes cometidos por los dirigentes del PP de los tiempos de José María Aznar le han sido cargados en su cuenta por la sencilla razón de que él es, junto con Javier Arenas, el más destacado vínculo que comunica directamente el pasado oscuro  que se está empezando a juzgar en los tribunales con el inmediato e incierto presente.

Un presente en el que la debilidad parlamentaria del partido que sustenta al Gobierno ha permitido a la oposición empujar contra las cuerdas al presidente del Gobierno y al Partido Popular en su conjunto, además de haber abierto una autopista para que el PNV se cobrara a precio de oro su voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado para, a continuación, retirarle su decisivo apoyo en el momento en que Mariano Rajoy dependía directa y dramáticamente de los cinco diputados nacionalistas vascos para sobrevivir al frente del Gobierno.

El más que previsible éxito de Pedro Sánchez dibuja un panorama inquietante en la medida en que sus 84 diputados no permiten estructurar un gobierno sólido sino, al contrario, permiten prever que el dirigente socialista necesite recurrir a la participación en ese gobierno de miembros de Podemos o, en todo caso, requerir de su apoyo parlamentario, lo cual equivale a condicionar de modo relevante la política socialista. Eso sin contar que tanto el PNV como los grupos independentistas catalanes querrán cobrarse su respaldo a una moción de censura sin cuyo concurso dicha iniciativa no habría sido viable. No hace falta esforzarse mucho para presumir la deriva que sufriría una política necesariamente subordinada, aunque sólo fuera parcialmente, a las exigencias de los independentistas ya liberados del control a que han estado sometidos desde el Gobierno central en virtud del artículo 155.

Con el problema catalán en plena efervescencia, nada conviene menos a España que entrar en un torbellino del que no se atisba de ninguna manera una salida apaciguadora

Eso sin contar con la chocante realidad de un gobierno surgido de un pacto parlamentario en convivencia con un poder legislativo nacido de unas elecciones generales que dieron en su día al Partido Popular la mayoría que le ha permitido ocupar la presidencia de un Gobierno que ha aprobado unos Presupuestos Generales del Estado que recibieron el voto en contra y las más ácidas críticas del partido liderado por el ahora candidato a la presidencia y que ahora ha prometido respetar en consonancia con las exigencias del PNV, pero en clara contradicción con la posición de su partido.

El PNV emerge como el gran ganador de este barullo, que sale con 540 millones  de euros en el bolsillo y ha navegado al mismo tiempo sobre nada menos que tres proyectos de moción de censura haciendo cola para descabalgar por uno u otro procedimiento a Mariano Rajoy. Y, por si fuera poco, la celebración inmediata de unas elecciones generales, como pretendía Ciudadanos, tiene el inconveniente enorme de que abriría un tiempo de impasse, con un Gobierno en funciones -y sin el control del artículo 155-  hasta la celebración de los comicios y durante un número incierto de meses más hasta resolver los pactos a que hubiera lugar para la constitución de un nuevo ejecutivo. Un escenario nada deseable mientras continúa abierto en canal el desafío independentista catalán decidido a recuperar su sueño imposible de "restaurar" aquella república que nunca existió pero a la que siguen sin renunciar.

Le pedimos que haga un último servicio renunciando a la presidencia y desactivando automáticamente así una moción cuyo éxito no haría sino perjudicar los intereses de los españoles

Con el problema catalán en plena efervescencia, nada conviene menos a España que entrar en un torbellino del que no se atisba de ninguna manera una salida apaciguadora. La estabilidad es un valor de primerísima categoría para un país que bastante zarandeado está por los latigazos que padece desde la comunidad catalana y cuyas perspectivas están muy lejos de tranquilizar al más optimista de los observadores.

La renuncia a su cargo de presidente del Gobierno no supondría en este caso para el señor Rajoy la admisión de una culpabilidad que no le ha sido adjudicada judicialmente, aunque es verdad que sí reprochada políticamente por los partidos de la oposición. Supondría, por el contrario, la asunción de la responsabilidad de asegurar la estabilidad política e institucional del país a la que tantas veces ha apelado el presidente. El mantenimiento en los próximos meses de este Gobierno, no manchado por ninguna acusación y por ninguna sospecha y encabezado por la persona que él designara y que podría contar para su investidura con los mismos votos con los que contó para la aprobación de los Presupuestos, procuraría la estabilidad que desde aquí le reclamamos como imprescindible para la adecuada conducción de los desafíos inmediatos, internos y exteriores, a los que se enfrenta hoy España.

Por eso, señor Rajoy, le pedimos que haga un último servicio a su país renunciando a la presidencia del Gobierno y desactivando automáticamente así una moción de censura cuyo éxito, en una u otra modalidad, no haría sino perjudicar los intereses inmediatos de los españoles. Las cartas están ya sobre la mesa y estamos en el tiempo de descuento. Muchos más ciudadanos de los que usted puede creer en estos momentos se lo agradecerían y seguramente le devolverían su agradecimiento en forma de votos para su partido renovado cuando se celebraran unas elecciones anticipadas que no deberían retrasarse más allá de lo que queda de año. Ha llegado el momento de sacrificarse única y exclusivamente en favor de lo que más le conviene a España en este difícil momento. Hágalo ya.