La ex vicepresidenta del gobierno ha demostrado que no sabe perder. Todavía no concibe que un chaval al que hasta hace un par de meses miraba por encima del hombro sea el presidente del PP. Ella, que hablaba con los grandes editores casi a diario y que daba órdenes a los ministros, que incluso se permitía el lujo de que su jefa de gabinete, María Pico, despachara con el director del CNI, Félix Sanz Roldán, ahora se ve preterida, condenada a jugar un papel secundario en la etapa en la que el PP se juega el ser o no ser.

La soberbia condena a los más brillantes, les hace incapaces para la negociación, para darse cuenta de cuál es su posición en cada momento. "Soraya tiene poca experiencia como perdedora, está acostumbrada a ganar", asegura un diputado popular. Ni los más viejos del PP recuerdan cosa semejante: "¿Cómo se le ocurre plantearle al presidente del partido un reparto de poder atendiendo a 42% que obtuvo en el Congreso?", se pregunta un ex ministro. Inaudito. Es como si José Bono le hubiera exigido a José Luis Rodríguez Zapatero el 50% de la Ejecutiva del PSOE cuando perdió por sólo 9 votos.

La ex vicepresidenta del gobierno ha hecho exhibición de su desacuerdo tras exigir un desproporcionado reparto de poder

La ex vicepresidenta no sólo no ha disimulado su desencuentro con Casado, sino que ha exhibido la ruptura no acudiendo a la reunión de Barcelona o pidiendo a los miembros de su círculo íntimo (Fátima Báñez, José Luis Ayllón,..) que no se les ocurra aceptar los puestos que les ofrecía el presidente del partido. Santamaría ha dicho que no se marcha de la política, quiere mantener su puesto en el Congreso y, se supone,  preservar la cohesión de su equipo. Esta es la primera vez que en el PP se configura una corriente, aunque sea underground.

La que fuera mano derecha de Rajoy cree que tendrá una segunda oportunidad, quizás si Casado no logra unos buenos resultados en las próximas citas electorales: andaluzas, catalanas, municipales, autonómicas y europeas, tal vez generales... O sí, por un casual, el asunto del máster cobra vuelo y le complica la vida a su competidor.

Santamaría quiere seguir en política y mantener la cohesión de su equipo, tal vez esperando que Casado se dé un trompazo

En la Génova renovada no se le ve mucho recorrido a esa posición de esperar y ver. "Ahora todos tenemos que empujar y ayudar a consolidar a nuestro presidente. Nadie entendería que hubiera gente con la expectativa de que se una bofetada para tomarse la revancha", dice un miembro de la ejecutiva. "Con el tiempo, todos o casi todos, acabarán integrándose", vaticina.

Esperemos que Rajoy, una vez recobrada su plaza de registrador en Madrid, lleve a Santamaría por el camino de la sensatez y no alimente su ánimo de venganza.

Casado ha conseguido en muy poco tiempo insuflar un poco de la autoestima perdida a los dirigentes del partido. "Ahora todos tenemos que echar una mano, no podemos eludir nuestra responsabilidad", me dice un miembro del gobierno anterior que ocupa ahora un puesto clave en el PP.

Esperemos que Rajoy, una vez recobrada su plaza de registrador en Madrid, lleve a Santamaría por el camino de la sensatez

Autoestima que tiene mucho que ver con decir en público lo que antes sólo se decía en privado. La rueda de prensa de Casado en Barcelona ha sido un ejemplo de lo que nos espera, de lo que los militantes y muchos votantes querían escuchar. La contundencia en el discurso sobre Cataluña es una muestra clara del estilo Casado. Muchos catalanes que antes votaban PP y que se pasaron a Ciudadanos seguro que se han vuelto a sentir identificados con su antiguo partido.

A los independentistas no les gusta nada Casado. El Nacional titula que quiere "reconquistar Catalunya". Pero el líder del PP no ha dicho nada que no piense la mayoría de los españoles, y es que también en Cataluña también tiene que cumplirse la ley y que no se puede permitir que los no nacionalistas vivan acogotados por el gobierno separatista. A Rivera le acaba de salir un competidor de altura.