El progreso económico y social a lo largo de la historia está indisolublemente relacionado con la innovación –no sólo, aunque fundamentalmente, tecnológica- en el quehacer económico y el marco institucional -las reglas de juego– que lo hacen posible. El éxito económico, originalmente occidental y ahora reproducido gracias a la aplicación de las instituciones occidentales en otros ámbitos culturales –especialmente en Asia- está ampliamente explicado por sus reglas de juego: propiedad privada, libre mercado y facilidades para el ejercicio de la función empresarial.

Innumerables ensayos históricos han puesto de manifiesto porqué la prosperidad económica y social emergieron en Europa, mientras que en China y el mundo árabe sus innovaciones tecnológicas, desde la pólvora, el papel, el reloj, las gafas y un largo etcétera no sirvieron para procurar crecimiento económico. Mientras que en la Europa medieval las innovaciones entraban libremente en el mercado y si tenían éxito se expandían por los mercados al no existir autoridades que los prohibieran en China debían pasar por el consentimiento previo de los mandarines que celosos de ellas prohibían su uso comercial. Como consecuencia de estas prácticas restrictivas de la competencia en los mercados, en tiempos de Colón los europeos usaban gafas mientras que en China –que también las conocían- estaban prohibidas.

El progreso económico y social a lo largo de la historia está indisolublemente relacionado con la innovación en el quehacer económico y el marco institucional

La entrada de una innovación en los mercados siempre compite con el status quo existente, de ahí el genial e imperecedero descubrimiento de la destrucción creativa que el gran economista austriaco Joseph A. Schumpeter pusiera en órbita hace casi un siglo y que en los recientes años con motivo de la última revolución de las tecnologías de la información y la comunicación se ha convertido en una moda.

El crecimiento económico es un juego de suma positiva ya que el valor añadido de la nuevo supera con creces la pérdida de lo viejo, de suerte que los países más prósperos son aquellos que facilitan la destrucción creativa frente a la conservación a ultranza de los viejos modelos de negocio.

La pujanza de la economía norteamericana: más productividad, más empleo y más crecimiento económico que en Europa se refleja en los ranking empresariales; que allí no cesan de cambiar mientras que en la vieja Europa permanecen inalterables.

Según el premio Nobel de economía, Edmund Phelps, en el periodo 1990-2008 el empleo neto creado por la nuevas empresas en EEUU se debió casi exclusivamente a las nuevas empresas y todo el desempleo a las viejas…..gracias –podemos añadir- a la ausencia de obstáculos al despliegue de aquellas.

En defensa de sus anacrónicos intereses, los taxistas se oponen a la libre entrada de las nuevas formas de movilidad ciudadana de éxito social soportadas por las nuevas tecnologías

Viene al caso todo lo dicho con motivo de la huelga de los taxistas que en defensa de sus anacrónicos intereses se oponen –con una incomprensible y contemporizadora actitud del Gobierno- a la libre entrada en el mercado a las nuevas formas de movilidad ciudadana de éxito social soportadas por las nuevas tecnologías.

Tienen razón los taxistas en quejarse del alto coste y obligaciones de sus licencias frente los nuevos entrantes en el mercado, pero la culpa no es de éstos sino de las administraciones públicas que con sus desafortunadas e intrusivas regulaciones han encarecido un bien público –el libre transporte de los ciudadanos- hasta extremos que el libre mercado hace inviable.

España suele terminar a duras penas adaptándose a lo nuevo, perdiendo oportunidades por el camino de ser la economía dinámica y competitiva que deberíamos ser

El gran economista Mancur Olson, cada vez más de moda, en su ensayo La acción colectiva descubrió como en los sistemas democráticos pequeños grupos de interés consiguen –mediante alianzas con el poder político- hacer valer sus minoritarios intereses a costa del resto de la sociedad. De este modo, unos pocos se benefician y mucho a costa de la inmensa mayoría social. La explicación de Olson de este fenómeno es muy sencilla: los lobbies de intereses obtienen –caso reciente de los estibadores- un gran beneficio –lo que justifica y mucho su trabajo lobístico- mientras que los costes al repartirse entre el inmenso resto de la sociedad no crea incentivos para organizarse en la defensa de sus legítimos intereses. En tales circunstancias, el papel de los gobiernos es crucial, pues su función representativa no debe ser otra que la defensa de los intereses generales de la sociedad.

El papel de los gobiernos es crucial, pues su función representativa no debe ser otra que la defensa de los intereses generales de la sociedad

Los nuevos economistas han puesto de moda el capitalismo de amiguetes señalando la gran cantidad de acciones gubernamentales que atienden los intereses creados de señalados grupos de interés económico que persiguen, y lo que es peor consiguen, sus fines a costa de sus competidores en los mercados y por tanto de todos los consumidores.

El éxito de estas prácticas restrictivas de la libre competencia –entrada y salida de los mercados- tiene graves consecuencias económicas para la prosperidad económica y social: los países más ricos, según demuestran sistemáticamente todos los –muchos- estudios de la riqueza de las naciones con muy sólidas bases empíricas, son los que gozan de mayor libertad económica. Lamentablemente España se encuentra atrasada en todos los ranking, mientras que nuestros gobiernos incluidos los socialistas, más atentos al capitalismo de amiguetes que a la defensa de los intereses generales de la nación, siguen mirando para otro lado, y así nos va.

En una economía global e integrados en las instituciones europeas, España suele terminar a duras penas adaptándose a lo nuevo –¿prohibiremos próximamente los coches sin conductor?— perdiendo oportunidades por el camino de ser la economía dinámica y competitiva que deberíamos ser y que ya somos en los sectores –el exportador, por ejemplo- abiertos a la competencia.

 

Jesús Banegas Núñez es presidente del Foro Sociedad Civil