No lo van a tener nada fácil los futuros nuevos gobernantes de Andalucía. Y no lo van a tener nada fácil porque los dos partidos de la izquierda -PSOE y Podemos-IU, que aquí se llama Adelante Andalucía- no van a estar dispuestos a dejarles gobernar con la mínima tranquilidad que sería imprescindible para empezar  desmontar poco a poco un régimen político -que no otra cosa ha sido lo que ha implantado allí el socialismo andaluz- trufado de clientelismo, de corrupción y de falta de eficacia, como bien demuestran todos los parámetros en los que Andalucía no ha conseguido en estos 37 años salir de los últimos puestos, a pesar de haber recibido ayudas milmillonarias procedentes de los fondos europeos.

Y no hay más que ver el desarrollo este jueves de la sesión del pleno del nuevo parlamento andaluz en la que los nuevos diputados tenían que jurar su acatamiento de la Constitución para recibir su acta para comprender el tenor de lo que va a ser la legislatura. Adelante Andalucía se negó el miércoles por la noche a aceptar la propuesta de Ciudadanos, que estaba dispuesto a cederles un puesto con voz y voto en la  Mesa del Parlamento.

No lo van a tener nada fácil los nuevos gobernantes porque la izquierda no está dispuesta a dejarles gobernar con la mínima tranquilidad

Era un ofrecimiento tan generoso como interesado porque a Juan Marín le convenía colocarse en el fiel de la balanza política y alejarse así en la medida de lo posible de un apoyo que necesitaba para sacar adelante la presidencia la Mesa pero que le molesta extraordinariamente, que es el apoyo de Vox. A Ciudadanos le pasa hoy algo muy parecido a lo que le sucedió en 2009 a Patxi López en el País Vasco.

El socialista López accedió a la lehendakaritza gracias a los votos del PP, sin los cuales no hubiera logrado ni por asomo constituirse en el primer jefe de gobierno no nacionalista de la Historia. Pero ese apoyo le escocía y procuró permanentemente no sólo ocultarlo, disimularlo, incluso ignorarlo, hasta el punto de tratar con un  desdén manifiesto a los populares que, encabezados en aquel momento por Antonio Basagoiti, le ofrecieron desde el primer momento una lealtad que mantuvieron a pesar de todo hasta el final de la legislatura.

A los de Albert Rivera les pasa lo mismo. Tienen que tragar el hecho de que, sin los votos de Vox a la coalición de centro derecha que forman con el PP, no sería posible la constitución de ese gobierno del cambio en Andalucía. Y han hecho toda clase de contorsiones y de ejercicios malabares para que no se notara que dos y dos siempre suman cuatro. Y ahí es donde hay que situar el encuentro casi clandestino del líder andaluz de Cs, Juan Marín, con los dirigentes de Adelante Andalucía en la cafetería de la estación de Jerez de la Frontera.

Ciudadanos ha hecho toda clase de contorsiones y de ejercicios malabares para que no se notara que dos y dos siempre suman cuatro

Pero el ofrecimiento, con ser interesado y todo, les hubiera convenido mucho a los de Teresa Rodríguez si no fuera porque han preferido descorrer la cortina para que todo el mundo viera a Ciudadanos en bolas aunque ellos mismos pasaran a quedar con el trasero al aire, que es lo que ha sucedido.

Y ha sucedido porque la pretensión de Adelante Andalucía de que el PSOE les cediera un puesto de los suyos en la Mesa movería a risa si no resultara tan patética. Susana Díaz -que, tristemente, ha estado más sola que la una porque, en estos momentos tan difíciles para ella y para su partido, no la ha acompañado ninguno de sus antecesores en la Junta- no iba en ningún caso a ceder graciosamente la silla que le corresponde por derecho propio a la formación que le ha estado amargando la existencia durante toda la legislatura y a la persona que, precisamente por eso, más detesta, que es Teresa Rodríguez. Así que se vuelve a cumplir la afirmación de que nadie mata sin herirse y en virtud de ese axioma los podemitas salen de esta agarrada política con algo más que un arañazo.

Total, que con mucha dignidad, eso sí, Adelante Andalucía se ha quedado sin asiento en la Mesa del Parlamento y ahora dice que pretende recurrir ante el Tribunal Constitucional, que ya se pronunció en su día sobre un conflicto parecido pero que afectaba a una diputada del PP y que previsiblemente no le daría la razón. Y por eso están dispuestos los de la formación podemita a instituir la gresca como estilo parlamentario.

Eso ha sido lo que se ha visto este jueves. Aunque todavía es posible que la Mesa se apiade de ellos y les conceda una vocalía sin voto, como prenda de consolación. Claro que eso y nada es todo uno. Se han equivocado porque un puesto con voz y voto en la Mesa es algo muy valioso para la acción política y ellos lo han dejado escapar.

Pero es verdad que los de Ciudadanos, que por primera vez en su corta historia se van a estrenar formando parte de un gobierno, tienen que decidir de una vez qué quieren ser de mayores y les está llegando ya el momento de tomar el camino definitivo. Y lo primero que tendrían que averiguar, aunque aún es pronto para saberlo, es si sus potenciales votantes les van a castigar por estar demasiado cerca de un partido de derecha populista que todavía no se ha medido más que en una campaña electoral -en ésta de Andalucía, a la que inicialmente ni siquiera estaban seguros de presentarse- y que no ha tenido aún la ocasión de demostrar hasta qué punto está dispuesto a transigir con sus proclamas radicales del tipo de "supresión de la España de las autonomías", un planteamiento sideralmente alejado de la realidad política de la España de hoy y de todo punto inviable.

Esta legislatura es un banco de pruebas para calibrar si Cs tiene hechuras de gobierno y si Vox es la ultraderecha

Esta es la ocasión para que los dos partidos, Ciudadanos y Vox, que son vírgenes en las tareas de gobierno, se enfrenten a  los hechos y se fajen, el uno en las responsabilidades de la gobernación y el otro en las del ejercicio de una oposición responsable. Por eso la legislatura que ahora comienza en Andalucía es sobre todo un banco de pruebas que va a servir a los españoles para calibrar hasta qué punto Albert Rivera y los suyos tienen hechuras de gobierno y también para medir hasta dónde los de Santiago Abascal son esa ultraderecha contra la que se agitan estremecidos tanto el Podemos de Pablo Iglesias -que, no nos olvidemos, tenía entre sus proclamas la de "destruir el régimen del 78 y la Constitución" que lo ampara- como el Partido Socialista para intentar desacreditar en términos nacionales al Partido Popular por gobernar con el imprescindible apoyo de Vox en Andalucía.

De momento, lo único concreto que pueden exhibir Ciudadanos y PP son esas 90 medidas que han pactado  -ojo: sin memoria económica- y que van a servirles de base para empezar a gobernar. Lo tienen muy difícil y seguro que son conscientes de ello. Han sido casi 40 años durante los que el Partido Socialista andaluz ha penetrado hasta el alma de esa sociedad. No hay sector de la vida pública y hasta privada en el que el PSOE no esté íntimamente imbricado. Desgajar esa dependencia, ese entramado infinito es algo que no se puede hacer en una sola legislatura, ni aunque todo saliera a pedir de boca.

Desgajar esa dependencia, ese entramado infinito es algo que no se puede hacer en una sola legislatura, ni aunque todo saliera a pedir de boca

Pero es que no va a ser así. Las pretensiones de los dos partidos que van a gobernar apuntan muy alto porque incluyen cosas como frenar el abandono escolar y escalar puestos arriba en los informes PISA sobre la capacitación académica de los alumnos andaluces, frenar el deterioro de la sanidad pública, adelgazar la Administración, acabar con esa administración paralela que está extendida por todo el territorio o bajar los impuestos de Sucesiones y de Donaciones, algo que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quiere impedir por el procedimiento de blindar ese impuesto en el nuevo modelo de financiación autonómica, de modo que Andalucía y otras comunidades gobernadas por el PP no puedan ya bajarlo. Y ésta es sólo una muestra de las múltiples e intensísimas resistencias que se van a alzar en su contra en cuanto empiecen a aplicar las primeras reformas previstas.

No va a ser nada fácil, ya digo. La tarea es inmensa y el camino es corto y está cuajado de obstáculos.