El presidente del gobierno volvió ayer a hacer campaña desde Moncloa. Lo hizo cuando anunció la fecha de las elecciones anticipadas y lo volvió a hacer anoche en TVE.

El candidato Pedro Sánchez utilizará todos los recursos para ganar el 28-A y se ha lanzado a tumba abierta para alcanzar el sueño de lograr un registro parecido al que mandó a Rubalcaba al banquillo: 110 escaños.

Con ese resultado el PSOE podría conformar gobierno; bien con la fórmula de la moción de censura, o bien con un acuerdo con Ciudadanos. A pesar de que Albert Rivera se apresuró ayer a tapar la vía de agua que le causa entre sus votantes de derechas esa posibilidad, acordando no pactar con los socialistas tras el 28-A, argumento que ha utilizado con profusión el PP para desgastarle, el presidente dejó abierta la puerta a ese hipotético acuerdo.

Lo más interesante de la entrevista fue que el presidente mostró con nitidez cual va a ser su planteamiento electoral. Mostró su cara más centrista, más abierta al diálogo ¡Hasta el punto de que ni siquiera descartó pactar con el PP! Sigue en esto los consejos de su jefe de gabinete, Iván Redondo: "Ahora los votos hay que ganarlos por el centro"

Sánchez puso cara de niño bueno, resaltó lo que había hecho su gobierno en ocho meses y se lamentó por lo que no le habían dejado hacer, pero su trayectoria en este tiempo ha estado salpicada de sobresaltos y cambios de estrategia que sólo obedecían a intereses partidistas, cuando no personales.

El presidente intenta hacer olvidar sus concesiones a los independentistas y su rechazo el centro derecha

El presidente reescribe así su propia historia para reubicarse ante la opinión pública como la única opción sensata en una situación política especialmente delicada.

Por ello, no está demás recordarle al presidente algunos hechos que él pretende disfrazar o maquillar:

  1. La iniciativa de la moción de censura fue de Pablo Iglesias. El PSOE no decidió aceptar el ofrecimiento de Podemos hasta horas después de que su líder hubiera propuesto a Sánchez apoyarle si presentaba la moción. El propio Sánchez, en la reunión del núcleo duro de la Ejecutiva, mostró sus dudas ante la iniciativa porque pensaba que sería derrotada -no se contaba con el cambio de posición del PNV- y porque podría desembocar en la convocatoria de elecciones, algo que deseaba Ciudadanos, pero que al PSOE le venía muy mal (sólo hay que repasar las encuestas de mayo de 2018).
  2. La moción de censura no fue "constructiva", como se empeña en afirmar. No hubo un programa alternativo al del gobierno. Lo único que unía a los que la votaron fue echar a Rajoy de Moncloa. De hecho, Sánchez prometió convocar elecciones "cuanto antes" si la ganaba. Por tanto, era absurdo pensar en un programa de gobierno si la idea inicial era convocar en otoño o invierno.
  3. El adelanto electoral no se ha debido a la derrota de los presupuestos; esa ha sido la excusa para hacerlo. La razón fundamental es que ahora Sánchez cree que tiene opciones para ganar y seguir en Moncloa más tiempo suponía un riesgo de desgaste, toda vez que había perdido el apoyo de los independentistas. Dijo en la entrevista que "el presupuesto lo es todo para un gobierno", pero él mismo ha teorizado no hace mucho tiempo que se podía gobernar vía decreto y aguantar con 84 escaños hasta 2020.
  4. Contrariamente a lo que mantuvo en TVE el gobierno sí ha cedido ante los independentistas. Lo ha hecho aumentando un 66% en inversiones en Cataluña en el presupuesto rechazado por ellos. Pero, más importante aún, les ha concedido una negociación bilateral Generalitat/Gobierno, algo que siempre pretendieron para agravio del resto de comunidades autónomas. Aceptó incorporar la figura del "mediador" (lo que provocó una revuelta interna en el PSOE, con Felipe González a la cabeza), en una negociación política que implicaba la creación de una mesa de partidos a nivel nacional donde se trataría del derecho de autodeterminación.
  5. La apertura mental que ahora muestra -negociar con todos, desde los independentistas al PP- no se corresponde con su trayectoria durante estos últimos meses, en los que sólo ha mirado hacia un lado del hemiciclo. Por ejemplo, a Rivera ni siquiera le ha recibido en Moncloa.

Sánchez, en sus orígenes, era un político moderado y encuadrado en el ala más liberal del PSOE. Pero, para llegar al poder, tuvo que cambiar su manera de pensar y pactó con Podemos y los independentistas. Ahora quiere seducir al votante de centro para ganar el 28-A, pero tiene un problema: estos ocho meses han dejado una huella imborrable.