De los cánticos marianos que decía Junqueras, del pío júbilo del vino de consagrar, de la merienda de Rufián con peli de videoclub (quizá de Van Damme, con sus mismas posturitas), vamos pasando ya a la realidad. No ha sido ni con Mariano, ni con Soraya, ni con Zoido, que sufren una como amnesia del fracaso, como con las borracheras y los gatillazos. Ha sido con José Antonio Nieto, ex Secretario de Estado de Seguridad, cuando se ha empezado a ver la verdad alrededor del 1-O, como escribía aquí Victoria Prego. Y Enric Millo, ex delegado del Gobierno en Cataluña, ha seguido descolgando las guirnaldas de fiesta del 1-O y el cuadro de Santa Cena de la DUI para dejarlos en lo que fue: el cumplimiento de un plan meticuloso e inexorable por parte del independentismo, en el que entraban desde la multitud haciendo tapón o llamarada hasta los Mossos que llegaban a los colegios, saludaban como un portero o un aparcacoches, y se iban a silbar a los parques.

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