Ya hemos visto, por si alguno no se había dado cuenta todavía, cómo se las gasta el independentismo cuando alguien osa torcer sus designios y sobre todo su relato, aunque éste sea falso de toda falsedad. No les importa, lo que les importa es que sirva adecuadamente a sus propósitos. Por eso toda la venta de una república independiente se basa en una pura ficción sin que ello les produzca la menor molestia ni el menor pudor intelectual.

Ahora están rabiosos, no hay otra palabra para describir su reacción, porque los testimonios de la última semana del juicio han sido demoledores para sus pretensiones. Y, para remate, porque Manuel Castellví,  ex responsable de Información de los Mossos, se ha atrevido a contar la verdad, una verdad que su superior el mayor Trapero y sus jefes políticos -el ex presidente Puigdemont, el ex vicepresidente Junqueras y el ex consejero de Interior Forn- habían ocultado cautamente al juez de instrucción, de tal manera que si no es porque Castellví sí se la había mencionado, aunque sin explicar su contenido, no se hubiera sabido nunca que el 28 de septiembre de 2017 estos tres políticos fueron informados de que la convocatoria ilegal del referéndum del 1 de octubre podría desembocar en hechos violentos. Y no se habría sabido nunca tampoco que esa posibilidad les importó un comino a los tres porque, según Puigdemont, tenían "el mandato del pueblo".

El tal mandato no existió nunca porque el independentismo jamás ha superado el apoyo del 47% de la población. Pero no importaba porque el mandato al que ellos querían someterse era el suyo propio, disfrazado, eso sí, de  servicio democrático al pueblo catalán. Pero lo que aquí importa es que desde el pasado jueves por la tarde y durante todo el fin de semana se ha puesto al descubierto el modo terrible, atroz, totalitario, de la extorsión que los independentistas están dispuestos a ejercer sobre aquél que tuerza sus planes.

Las barbaridades, los insultos, las amenazas, las descalificaciones que se han vertido contra aquellos testigos ante el Tribunal Supremo que viven en Cataluña y que han desmentido la versión pacífica y hasta festiva de los hechos producidos que tratan de vender los procesados y sus defensas, dan la medida del temible carácter dictatorial  de esa pulsión que no puede ni siquiera calificarse de ideología que es el independentismo.

Porque, además del intento de ridiculizar a la secretaria judicial Montserrat del Toro y de las atrocidades verbales cometidas contra el ex delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, lo que se ha desatado contra Manuel Castellví ha sido una persecución a muerte civil, pero muerte al fin y al cabo. Quieren que no pueda seguir viviendo en su tierra, quieren robarle la tranquilidad, pretenden acosarle hasta expulsarle de Cataluña como intentaron hacer con el juez Pablo Llarena.

Quieren que Castellví no pueda seguir viviendo en su tierra, pretenden acosarle hasta expulsarle de Cataluña como intentaron con el juez Llarena

Y hay dentro de los innumerables ataques y amenazas contra su persona, un tuit muy revelador de lo que el independentismo está buscando en este juicio: engañar al tribunal. Es decir, no sólo defender las posiciones políticas, sino ocultar los hechos y fulminar a quienes los desvelen. El tuit en cuestión dice así:"Es evidente que Manuel Castellví era (y es) un topo dentro de los Mossos. Acaba de reventar por los aires todas las defensas del juicio del procés".

Es decir, que como ha contado el contenido de aquella reunión ocultada hasta ahora del 28 de septiembre, y puesto que ese contenido destruye las estrategias de las defensas y pone de manifiesto que están basadas en la falsedad, el ex comisario de Información de la policía autonómica tiene que ser acusado de topo, es decir, de traidor a la causa política.

La señora Rahola, portavoz en los medios del independentismo radical, le acusa de haber ido a hacer el mayor de los daños a sus jefes políticos y al cuerpo policial. Es decir, le achaca mala voluntad, voluntad de mentir para dañar, y eso a pesar de que Rahola no estaba presente en esa reunión y por lo tanto no puede desmentir algo que desconoce. Pero eso es lo que menos importa aquí. Lo único que importa es cubrir con las falsedades que sean necesarias la causa sagrada de un independentismo ya fracasado pero empeñado en mantenerse erguido ante una población a la que se ha estado engañando sistemáticamente.

Lo único que importa es cubrir con falsedades la causa sagrada de un independentismo ya fracasado pero empeñado en mantenerse erguido

Habrá que ver este lunes  hasta dónde llega el encarnizamiento con Manuel Castellví del abogado defensor de Junqueras, Andreu Van den Eynde, que en el primer día del juicio oral ya explicó que éste era un juicio político porque castigaba el "derecho a protestar".  Y habrá que fijarse muy bien en el interrogatorio del abogado de Forn, Xavier Melero, que desde el principio ha optado por no secundar las estrategia "política" del resto de los defensores. Porque, aun con planteamientos radicalmente contrarios de uno y otro, la declaración de Castellví les ha hecho un agujero de dimensiones inmensas, quizá irrecuperables.

Pero el ex comisario de Información de los Mossos ya no puede desdecirse de lo declarado so pena de evidenciarse que ha sido presionado hasta la amenaza y el miedo. Es importante comprobar cómo se comporta porque ya en su testimonio del jueves pasado demostró estar pasando un mal rato. Veremos si se reafirma en su testimonio o la extorsión padecida por él en estos tres últimos días ha surtido su efecto.

Quizá tengamos que ver cómo el presidente del tribunal, Manuel Marchena se tiene que volver a aplicar a fondo para mantener el interrogatorio de las defensas dentro de los límites de lo jurídicamente tolerable. Porque que los abogados de los procesados le tienen muchas ganas a Castellví, de eso no cabe la menor duda, y de que van a llegar tan lejos como el presidente se lo permita, tampoco.

Y luego está la declaración del mayor Trapero, nombrado en junio de 2017 por Puigdemont para un cargo que llevaba sin cubrirse ocho años, como bien recuerda hoy aquí Casimiro García-Abadillo, justamente cuando el ex presidente de la Generalitat anunció la fecha del referéndum. Trapero tampoco mencionó a la juez instructora de la Audiencia Nacional la existencia de esa reunión y ahora resulta del máximo interés conocer su testimonio ante el Tribunal Supremo. No podemos olvidar su renuencia, incluso su irritación, al tener que aceptar la coordinación de las tres fuerzas policiales del coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos.

Su papel fue determinante, o eso parece, para que el ilegal sucedáneo de referéndum se pudiera llevar a cabo y también parece serlo para que tuviera éxito el engaño a que se sometió por parte de los Mossos a la Guardia Civil y a la Policía Nacional. Por eso es tan importante lo que diga ante el tribunal aunque puede ser que no preste testimonio: podrá acogerse a su derecho a no declarar ante el Supremo dado que está procesado en la Audiencia Nacional por los mismos hechos que se juzgan allí, aunque con otra calificación.

Estamos entrando en una fase determinante, no solo para conocer el relato de lo que verdaderamente sucedió entre septiembre y octubre de 2017 en Cataluña, sino sobre todo para para apuntalar o debilitar los fundamentos de la acusación por rebelión que sostiene la Fiscalía. El testimonio de Castellví ha sido muy importante para ello y el de Trapero podría ratificarlo y hundir la versión de que "aquí no ha pasado nada", pero aún se ignora lo que va a hacer el antiguo mayor de los Mossos.

De todos modos, tengan en cuenta que nada es definitivo hasta que todo termine y que queda todavía mucho juicio por delante.