Vivimos en una permanente campaña electoral que provoca en nuestra clase política una excitación constante y la búsqueda ansiosa de fichajes mediáticos para sus listas. Ya son historias del pasado las propuestas de gobierno, los cambios legislativos y los programas electorales. Nadie los lee, y si lo hace alguien no importa mucho, ningún partido los cumple. Sin embargo, existen cuestiones fundamentales de las que no se habla en esta campaña permanente.

No se habla de la ley electoral, una ley hecha para perpetuar el bipartidismo, que no busca la proporcionalidad, sino que permanezcan en el gobierno los grandes partidos con amplias mayorías y que los pequeños apenas tengan influencia en los órganos de poder. Es antidemocrática desde su origen. Un sistema de doble ronda como en Francia sería más representativo de la mayoría.

No se habla del gasto de dinero público en campañas electorales en los medios de comunicación. Y no me refiero a lo dicho por el más mediático de los candidatos, Pablo Iglesias, que se queja del poder económico de quien dirige los medios, mientras día tras día él sigue saliendo en televisión. Me refiero a los constantes viajes que hacen estos días los líderes de opinión de la radio por toda España, camuflando la campaña electoral como promoción turística o cultural y realizando entrevistas a candidatos electorales pagadas con dinero público. Hace unos días un programa líder de las mañanas viajaba a Cuenca y entrevistaba al presidente de la comunidad (PSOE) que era quien pagaba el desplazamiento, pero ni se acercó por allí el alcalde de Cuenca por ser del PP.

No se habla del blindaje de sus cargos públicos. Pedro Sánchez y Pablo Casado no son enemigos cuando se trata de blindar el aforamiento de cargos públicos o de repartirse, junto a Podemos, los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

No se habla de la falta de independencia entre los tres poderes del Estado. Seguimos con endogamias, influencias, cargos públicos con carnet, jueces de partido… Cuando un juez deja la carrera judicial para saltar a la política, ¿debería poder volver a la judicatura o ha perdido la imparcialidad judicial?

Solo pido a todos ellos que no vuelvan a utilizar la palabra Cambio en sus argumentos electorales, ya es sabido que nunca cambian nada

No se habla de firmar ante notario los compromisos que adquieren nuestros políticos en campaña. Casado promete bajar impuestos, igual que Rajoy lo hizo antes de ser presidente, y lo primero que hizo al llegar a Moncloa fue subirlos. Sánchez promete ahora dentista gratis en la sanidad pública, pero ni siquiera ha recuperado las ayudas a la ley de dependencia. Los votantes no pueden creer a sus políticos por las innumerables promesas incumplidas y porque a menudo prometen lo que no depende solo de ellos. Deberíamos exigir el mismo compromiso ante notario acerca de sus pactos de futuro, queremos saber con quién pactará y con quien no la persona a la que votamos.

No se habla de las mordidas que pagan constructoras de obra pública a diferentes partidos cuando gobiernan. El político termina ocupando cargo público y casualmente el ministro de Fomento casi siempre ocupa el cargo de secretario de organización del partido. Esta relación peligrosa entre grandes constructoras de obra pública y la necesaria financiación de los partidos políticos sigue existiendo. ¿Cuántos constructores están hoy en prisión por ello? Políticos muchos más.

No se habla del indulto, una potestad del gobierno que ridiculiza a la justicia, ningunea a los jueces y permite el cambio de cromos entre partidos. Lo primero que hizo Rajoy al llegar a la presidencia fue indultar a dos condenados de Convergencia i Unió por desviar 7,6 millones de euros públicos. El 54% de los indultos que concedió contaban con un informe desfavorable de la judicatura.

No se habla de la inutilidad de las ILP, las iniciativas legislativas populares. Esta iniciativa no es operativa, su redacción está hecha ex proceso para que sean inadmitidas desde el primer momento, así no obliga a los gobiernos a convertirlas en ley por muchos millones de firmas que se presenten. A las asociaciones de viudas que llevaron millones de firmas para reclamar una pensión digna ni siquiera las dejaron bajar del autobús cuando fueron al Congreso de los Diputados a entregarlas.

Son muchas más las cuestiones fundamentales para mejorar esta democracia de las que no hablan los partidos en campaña; terminaremos por creer que todos, cuando alcanzan determinadas cuotas de poder, son muy similares en sus argumentos.

Solo pido a todos ellos que no vuelvan a utilizar la palabra Cambio en sus argumentos electorales, ya es sabido que nunca cambian nada.