El PSOE ha obtenido una clara victoria electoral y el PP se ha hundido. Las elecciones del 28-A han demostrado que Pedro Sánchez acertó al adelantar los comicios al percibir que el auge de Vox tras los comicios en Andalucía y la manifestación de la Plaza de Colón le permitirían capitalizar la movilización de la izquierda.

La participación ha alcanzado un porcentaje muy similar al de las elecciones de 1982, que ganó por mayoría absoluta el PSOE de Felipe González año y medio después del intento de golpe de Estado del 23-F. La izquierda y los nacionalistas han acudido masivamente a las urnas, ante la alarma de que una derecha contaminada por Vox podría no sólo aplicar de inmediato el artículo 155 en Cataluña, sino recentralizar el estado de las autonomías.

Para evitar la vía de agua de su pacto con los independentistas, Sánchez hizo una campaña inequívoca en ese sentido. Marcó una clara línea roja: negociación, sí; pero siempre en el marco de la Constitución. Al mismo tiempo, mostró un perfil moderado y algunos líderes del PSOE  (como José Luis Ábalos) tendieron la mano a Ciudadanos para pactar un gobierno de centro izquierda. Hasta tal punto ese mensaje caló, que la obsesión de Pablo Iglesias en toda la campaña ha sido forzar al presidente del gobierno a descartar esa posibilidad, lo que no ha conseguido del todo.

Del otro lado, Pablo Casado, del que hay que decir en su descargo que sólo lleva diez meses al frente del PP, se obsesionó con la ascensión de Vox y, en lugar de centrar al partido, lo derechizó hasta el punto de confundirse en muchas de sus propuestas con el partido de Santiago Abascal. Esa derechización ha sido letal para el PP porque no ha logrado cerrar la sangría de votos hacia Vox y ha echado a muchos de sus votantes en brazos de Ciudadanos ¡El PP ha perdido casi 4 millones de votos!

Si Sánchez es uno de los grandes ganadores de la noche, Casado ha sido, sin duda, el gran perdedor. El PP tiene que hacer un examen a fondo de lo que ha sucedido, porque si no corrige el rumbo de forma nítida corre el riesgo de desaparecer, despedazado a su derecha por Vox y por el centro por Ciudadanos. En buena lógica, el líder del PP debería dimitir ya que su partido ha perdido más de la mitad de los votos y escaños que obtuvo Mariano Rajoy en 2016.

En buena lógica, el líder del PP debería dimitir ya que su partido ha perdido más de la mitad de los votos y escaños que obtuvo Rajoy en 2016

El otro triunfador de la noche es Albert Rivera, que ha logrado una subida muy importante en votos y escaños, hasta el punto de pisarle los talones al PP.

Rivera no sólo ha consolidado a su partido como un referente del centro derecha, sino que ha confirmado que es un gran dirigente político, como demostró en los debates televisados por Atresmedia y, especialmente, el de RTVE.

Pablo Iglesias ha conseguido que Unidas Podemos se mantenga en liza con un resultado digno (42 escaños), a pesar de la fuerte caída en votos y diputados respecto a las últimas elecciones. Hizo un buen segundo debate en televisión y ha convencido a muchos votantes de izquierdas de que UP es la garantía de que el PSOE va a aplicar políticas progresistas si gobierna.

Vox, por su parte, ha tenido un buen resultado (24 diputados), pero por debajo del que indicaban algunas encuestas. Abascal no va a ser un político determinante en la próxima legislatura y si el PP lo hace bien, lo normal es que sus votantes vuelvan al redil del partido conservador del que han salido.

La cuestión ahora es con quién gobernará Sánchez. Podría gobernar con Podemos y con los apoyos de PNV y ERC (partido coaligado con Bildu en las europeas). Tendría mayoría absoluta, pero defraudaría a muchos de sus votantes, que le creyeron cuando prometió no gobernar con los que quieren romper la Constitución. Aunque no incluya al PNV y a ERC en su consejo de ministros y estos partidos se limiten a apoyar la investidura, Sánchez será rehén de los independentistas en la próxima legislatura.

Un gobierno socialista con apoyo de Cs evitaría que los independentistas siguieran condicionando la gobernabilidad de España, mientras que intentan romperla

La otra opción sería que Sánchez gobernara con el apoyo de Ciudadanos. Sería la mejor solución para la estabilidad de España. Es verdad que Rivera ha dicho que no gobernaría con Sánchez, pero podría apoyar su investidura, dejándole gobernar en solitario con ministros socialistas e independientes.

Esa posibilidad sería bien vista no sólo por la mayoría de los ciudadanos (los dos partidos suman más de 11 millones de votantes), sino por los mercados financieros internacionales. No hay que minusvalorar el efecto que va a tener la desaceleración económica en la actividad y el empleo en los próximos meses. Un gobierno socialista estable con apoyo de Ciudadanos sería la garantía de que la política económica sería sensata y podría evitar los desmanes que nos esperan si Podemos entra en el ejecutivo. Pero, además, y esto es lo más importante, es que un gobierno socialista con apoyo de Ciudadanos evitaría que los independentistas siguieran condicionando la gobernabilidad de España, mientras que intentan romperla.