En Moncloa se sigue trabajando con la perspectiva de que, finalmente, Unidas Podemos (UP) acepte el "gobierno de cooperación" que le ha ofrecido el presidente a Pablo Iglesias. En los días previos al encuentro en el que le explicitó dicha oferta, celebrado el pasado 11 de junio, el líder de UP había insistido en su pretensión de alcanzar un "gobierno de coalición" con ministros de su partido, por supuesto.

Pero Sánchez le bajó los humos. "¿Qué significa un gobierno de colaboración?", vino a preguntarle Iglesias. "Pues un gobierno con un pacto programático y parlamentario, pero sin ministros de Podemos", fue, más o menos, la respuesta del presidente.

Aunque Iglesias sigue insistiendo en su idea de meter ministros morados en el gobierno, sabe desde hace casi dos semanas que en ese asunto el presidente no va a ceder ni un milímetro.

"Nosotros hemos movido ficha, ahora le toca a Iglesias decir si acepta o no el ofrecimiento del presidente, que contempla altos cargos y puestos en los entes y organismos del Estado", afirma una fuente de Moncloa.

Para el gobierno, UP sigue siendo la primera opción, a la que llaman "campamento base", el punto de partida que le proporcionaría a Sánchez un bloque parlamentario de 165 escaños, a partir del cual poder construir una mayoría no sólo para la investidura, sino para gobernar durante los próximos cuatro años.

Iglesias sabe que apenas tiene una semana para aceptar o rechazar la oferta, porque el presidente quiere convocar la sesión de investidura a mediados de julio. No las tiene todas consigo y cree que Sánchez no le ha mostrado todas sus cartas, por ello insiste una y otra vez, sin mucha convicción, en que "el presidente no nos está mintiendo".

Con los número sobre la mesa, si Iglesias dice que sí, la investidura y el gobierno estarían en manos de los independentistas de ERC y JxC y de los proetarras de Bildu (después de lo ocurrido en Canarias y de lo que está a punto de ocurrir en Navarra ni Coalición Canaria ni UPN le darán su apoyo). Incluso aunque el respaldo de estos partidos fuera en forma de abstención, el gobierno de Sánchez quedaría marcado por sus socios. Si esa hipótesis se concretara, sería difícil de mantener que estamos ante un gobierno de corte "progresista, abierto y liberal", que son los tres ejes sobre los que Sánchez ha dicho que quiere vertebrar su  política en la próxima legislatura.

Si el "campamento base" es Podemos, el Everest de la investidura sólo se puede alcanzar con los independentistas y Bildu como sherpas. El gobierno volvería de facto a la política de bloques -algo que ya hemos sufrido en los últimos doce meses- y Sánchez se vería obligado a sumir elevadas hipotecas a la hora de llevar a cabo su programa, que, en teoría, pretende que sea "integrador".

El pacto con UP se conoce en Moncloa como "campamento base". Pero, si en una semana Iglesias no acepta la oferta de Sánchez, se abrirán otras vías para la investidura

Pedir el apoyo en forma de abstención a Ciudadanos o al PP sin ofrecer nada a cambio, tan sólo con la perspectiva de "no necesitar a los independentistas" para gobernar, parece poco razonable. Sobre todo, si el socio preferente del gobierno es Iglesias, que tratará por todos los medios de llevar el agua a su molino y evitar cualquier tipo de acercamiento al centro derecha.

Por ello no deberíamos albergar ilusorias expectativas de mejora respecto a la experiencia del gobierno Frankenstein nacido de la moción de censura... si los mimbres del nuevo ejecutivo son los mismos.

Sólamente en el caso de que UP decida romper la negociación con Sánchez y votar en contra en la investidura -sea por la no inclusión de ministros o por cualquier otra consideración- podrían abrirse expectativas de un gobierno centrado con capacidad para pactar a derecha e izquierda.

Tener como "campamento base" a Podemos lleva casi irremediablemente a subir el Everest de la legislatura por su cara norte, la más difícil y la menos recomendable.

Como el presidente lo sabe, tal vez deberíamos plantearnos si no estará tensando la cuerda con el fin de que Iglesias termine rompiendo, para, de esa forma, abrir el abanico de pactos hacia el centro derecha. Al fin y al cabo, son los otros partidos los más interesados en que la legislatura eche a andar. Un adelanto electoral el próximo otoño sólo beneficiaría al PSOE y un poco al PP, mientras que UP y Ciudadanos saldrían gravemente perjudicados.

Estemos atentos a lo que ocurra en los próximos días. Todavía no sabemos cómo es Sánchez de verdad como gobernante, pero lo que sí sabemos es que es un maestro con los golpes de efecto.