El jueves 5, a las 18.30, Javier Nart volvía en el AVE desde Madrid a Barcelona. Ese día se había reunido con Albert Rivera para comunicarle que dejaba el partido, aunque no su acta de eurodiputado. Las coincidencias del AVE: se encontró con un viejo conocido que le preguntó por su situación en Ciudadanos. Le contó su acalorada discusión con el líder de Cs y su conclusión: "Albert se ha vuelto loco".

El viernes, Rivera salió airado a la palestra para arremeter contra el diputado Francisco De la Torre por unas desafortunadas declaraciones en la Cadena Ser, en las que le había acusado de no darle el pésame por la muerte de su padre; y contra el propio Nart por haber dejado el partido pero no el acta que le proporciona un suculento sueldo, en contra de lo que estipula el código ético del partido.

Los rescoldos de la crisis del mes de junio (marcada por la marcha de Toni Roldán y el encontronazo con Manuel Valls) siguen abrasando al partido que logró 57 escaños y 4,1 millones de votos en las elecciones del 28 de abril. Rivera fue uno de los grandes triunfadores de esa noche electoral. Pero la matemática le colocó ante una incómoda encrucijada: sus diputados, sumados a los del PSOE (123), alcanzaban la cifra de 180, dando lugar a una sobrada mayoría absoluta.

Pero al líder de Ciudadanos lo que de verdad le deslumbró no fue la posibilidad de formar un gobierno de coalición con el PSOE, como ya intentó en 2015, sino el haberse quedado a sólo 9 escaños y 200.000 votos del PP. Ese día, Rivera tomó una decisión que marcará para siempre su trayectoria política: en lugar de intentar un pacto con Pedro Sánchez, condicionando su política y evitando así que se vea abocado a acercarse a Podemos y a los independentistas, asumió el papel de líder de la oposición aún sin serlo.

Muchos de los que vieron con simpatía el nacimiento de Ciudadanos, saludaron su triunfo en las elecciones catalanas de 2017 y estiman a Rivera como líder político no comparten esa decisión porque está motivada no tanto pensando en el bien de España, sino en una estrategia partidista que pasa por asumir un gobierno social populista para que se cumpla su profecía: que Sánchez ya ha elegido a sus socios (UP y los independentistas) y que no hay que darle al presidente el más mínimo crédito porque Sánchez "ha roto con el constitucionalismo".

Las elecciones municipales en Cataluña ya anticiparon el descalabro de Cs. La obsesión de Rivera por superar al PP y convertirse en líder de la derecha alejan al partido del centro

Rivera ha encadenado una serie de errores tácticos que están lastrando la capacidad de Ciudadanos para convertirse en alternativa. El primero de ellos fue no capitalizar su éxito en Cataluña, dejando pudrirse la situación sin tomar una sola iniciativa capaz de aglutinar el voto no independentista, tanto del PSC como del PP. La acción de Ciudadanos se limitó a una política de gestos, como arrancar los lazos amarillos. Después del éxito que constituyó la manifestación del 8 de octubre de 2017 en Barcelona, se ha ido alejando poco a poco de Sociedad Civil Catalana, un organización transversal que agrupaba a personas de distintas ideologías pero con el común denominador de la defensa de la Constitución.

La decisión de retirar a Inés Arrimadas de Cataluña para convertirla en portavoz en el Congreso supuso otro golpe al partido. En Madrid, los papeles de Arrimadas y Rivera se confunden, no suman, mientras que se ha dejado a Cataluña huérfana de una líder que ha demostrado una enorme capacidad para combatir el independentismo y atraerse el apoyo de amplios sectores de la población.

Al igual que el nacimiento y consolidación de Ciudadanos tuvo lugar en Cataluña, es allí donde más evidentes y calamitosas consecuencias van a tener esos errores tácticos, que han llevado al partido a acercarse demasiado a la derecha. Los resultados de las elecciones municipales del 26 de mayo en Cataluña fueron una prueba de la debacle que se anuncia. Una encuesta reciente de un think tank próximo al PSC estima que Ciudadanos podría perder la mitad de sus escaños en Cataluña si hubiera elecciones autonómicas, pasando de 36 diputados a 18. Unos 600.000 votantes de Ciudadanos se pasarían al PSC, según ese mismo sondeo.

Muchos de los votantes de Cs creen que su voto no está sirviendo para frenar al independentismo. ¿Qué hará Rivera si el 10-N el PP aumenta su ventaja respecto a Cs?

Rivera se equivocó cuando dijo en julio que Sánchez sería investido presidente con el apoyo de "su banda", los independentistas y Podemos. Y ahora está a punto de cometer el mismo error. Pero con una diferencia: las elecciones que se celebrarán el 10 de noviembre (siempre hay que dejar un 1% de margen a que eso no suceda) van a poner a cada uno en su sitio. Los sondeos no apuntan nada bueno para Ciudadanos, uno de los grandes perjudicados junto a UP si se repitieran los comicios. Y eso no es por casualidad, o porque el Ibex quiera, o porque algunos periodistas nos hayamos empeñado en decir que Rivera se equivoca, sino porque muchos de los votantes de Cs creen que su voto no está sirviendo para frenar al independentismo y al populismo, sino sirviendo a una causa mucho más pueril.

El error más grave de Rivera ha sido girar demasiado a la derecha (con el objetivo de desbancar al PP) y abandonar el centro, que es precisamente lo que está aprovechando el PSOE para recuperar espacio y asestarle un golpe mortal a Podemos.

Por más que insistimos, no encontramos una respuesta satisfactoria a ese giro estratégico. Pero encuentro en su entrevista del domingo 8 una reflexión con la que estoy de acuerdo: "La política no es un lugar para hacer amigos, sino para transformar tu país... Para querer ser presidente de un país tienes que asumir que por el camino te sentirás defraudado o perderás la confianza en gente. Si no lo asumes, no te metas a político. Esto no es un juego. La vida va en serio". Bien, pero la política es, además, asumir responsabilidades. Si la decisión de Rivera es hacerle el sorpasso al PP, el próximo 10 de noviembre, casi con toda seguridad, tendremos la oportunidad de comprobar si ha acertado o no. ¿Qué hará Rivera si el PP aumenta su distancia respecto al resultado del pasado mes de abril? ¿Qué sucederá si una parte sustancial de sus apoyos se va al Partido Socialista?