Hay cómicos que tienen una costumbre muy llamativa, y es la de bromear sobre lo ajeno, pero hablar en serio de lo suyo. Esta curiosa manifestación de bipolaridad está muy extendida entre algunos conocidos humoristas, que, por ejemplo, exhiben una falsa equidistancia con respecto al proceso soberanista. Digo falsa porque son deslenguados para hacer chascarrillos sobre los múltiples defectos patrios, pero tuercen el gesto y cambian de registro cuando alguien cuestiona al independentismo.

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