Dos momentos, dos, fueron especialmente bochornosos en el debate del pasado lunes. Uno lo protagonizó Santiago Abascal, cuando afirmó que sólo se convenció de la necesidad de desmontar los chiringuitos públicos mientras se lo llevaba crudo en uno de ellos. Percibió 331.000 euros en cuatro años. Sólo entonces, con los bolsillos llenos, cayó en la cuenta de que esas organizaciones son poco menos que un atraco a cara descubierta al ciudadano. Como Abascal ató cabos y llegó a esa conclusión, y como en El Hormiguero afirmó que trabajó un tiempo en el sector privado (el equivalente a un suspiro), ya se puede confiar en el líder de Vox.
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