Con la propuesta de ayer de Inés Arrimadas a Pedro Sánchez, que nadie esperaba tan clara y contundente pero que se apuntaba desde hace días porque varios dirigentes del partido naranja llevaban tiempo insistiendo en la necesidad de que el presidente del Gobierno en funciones optara por una vía distinta a la que le tiene amarrado hoy a unas humillantes e inaceptables negociaciones con ERC, la líder de Ciudadanos ha colocado a Sánchez ante una incómoda posición.

Ya no le será posible al candidato socialista argüir que se ve en la necesidad de negociar con los independentistas porque en el sector de la derecha no quieren saber nada de él, cosa que esgrime cada vez que comparece en público, como hizo ayer.

Independientemente de que ha sido Sánchez quien no ha dado un solo paso en busca de un acuerdo con Ciudadanos o con el PP, la carta de Inés Arrimadas le pone en la tesitura de, o bien negarse a explorar esa vía, lo cual desnudaría definitivamente la amenazante naturaleza de sus auténticos planes, o bien aceptar esas conversaciones exploratorias, con lo cual quizá viéramos alejarse del horizonte español la terrible posibilidad de que el partido independentista obtenga de un presidente tan débil y tan necesitado de votos posibles cesiones que resultarían inaceptables para la mayoría de los españoles.

Sánchez ya no podrá decir que no tiene más posibilidad que la de abrazarse a Pablo Iglesias y suplicar a los independentistas una abstención a cambio de doblegarse

Lo que propone Arrimadas es un acuerdo -en el que tendría necesariamente que participar el PP- para evitar que Pedro Sánchez no dependa ni de populistas ni de nacionalistas. Eso no significaría un gobierno de concentración sino un apoyo desde fuera que llegaría tras haberse negociado una agenda de medidas que conformaran un pacto de Estado en algunas de las áreas necesitadas de acuerdos. De esta manera Sánchez podría gobernar en solitario sabiendo que podría contar con la formidable fuerza de 221 escaños, casi las dos terceras partes de los diputados del Congreso, en las cuestiones más importantes de la vida política nacional.

Ya sabemos que Pablo Casado no contempla en ningún caso hacer el menor movimiento para hacer presidente a Sánchez porque está seguro de que sería traicionado más bien antes que después. Y porque teme como a un nublado la perspectiva de perder su papel de alternativa a ese gobierno "progresista" que el presidente en funciones dice perseguir. Pero la propuesta de la líder naranja no implica que PP y Ciudadanos dejen de ejercer la oposición al Gobierno. Sí supondría que en determinados asuntos, por ejemplo, dice en su carta, ante "los nubarrones que se ciernen sobre la economía y el empleo" un acuerdo entre los partidos constitucionalistas permitiera "superar este largo bloqueo institucional".

Esto exactamente era lo que le pidieron insistentemente a Albert Rivera muchos de los miembros más destacados de Cs después de las elecciones generales del mes de abril y esto es a lo que el entonces líder del partido se negó en redondo una y otra vez, lo que provocó el abandono de las filas de Cs de muchos de sus mejores y más útiles miembros. En aquella ocasión, lamentablemente perdida, la suma de PSOE y Ciudadanos daba la nada desdeñable cifra de 180 diputados, una holgada mayoría absoluta.

No podemos decir, sin embargo, que el candidato socialista a aquella primera investidura hubiera tenido el menor interés por alcanzar un acuerdo con Rivera y por esa razón se escudó en la negativa de éste a acudir siquiera a La Moncloa para a su vez justificar su inacción política. Pero ese argumento se le vuelve totalmente insostenible desde el momento en que también los secesionistas de ERC le dieron un no rotundo después de estas segundas elecciones y ahí tenemos estos días al PSOE rondando al partido del encarcelado por sedición Oriol Junqueras y aceptando sentarse en la mesa de negociación nada menos que con uno de los considerados "arquitectos" del proceso secesionista, Josep María Jové. Ahí es nada.

Si estas conversaciones, para las que el entorno de Sánchez ha demostrado no tener ninguna prisa -lo cual equivale a no tener ningún interés- porque han contestado a Arrimadas que muy bien, que en cuanto tenga un momento libre y siempre después de que terminen los trabajos de la Cumbre del Clima, no tendrá inconveniente en reunirse con ella, si estas conversaciones llegaran a dar algún fruto, la posición actual de Pablo Casado se volvería progresivamente difícil.

Y eso porque, aún aceptando sus argumentos de la necesidad de preservar la alternativa a un gobierno del PSOE con Unidas Podemos y con el apoyo de los independentistas, las necesidades perentorias del país se pondrían definitivamente por delante de cualquier consideración de naturaleza estrictamente política. Incluido el miedo que le da a Casado el posible crecimiento de Vox a costa de su supuesta debilidad ante un posible gobierno socialista. Ahora nos estamos jugando algo más importante y más urgente.

Lo probable es que este movimiento de Arrimadas, que supone además una enmienda a la totalidad y una descalificación plena a la estrategia mantenida contra viento y marea por Albert Rivera, no llegue a buen puerto. Pero al menos tendrá la virtud de empujar a Sánchez a desvelar sus auténticos propósitos. Ya no podrá decir que no tiene más posibilidad que la de abrazarse a Pablo Iglesias y suplicar a los independentistas una abstención a cambio de doblegarse en una mesa de negociación cuya composición es ya de por sí una humillación en toda regla.

Es más, no descartemos que la carta de Arrimadas sea utilizada por el equipo negociador socialista para agitarla ante la cara de los independentistas para que sepan fehacientemente que Sánchez puede explorar otras vías que, de prosperar, no convendrían en absoluto a los propósitos de ERC y que acabarían con su pretensión de alargar las negociaciones todo el tiempo que los secesionistas consideren necesario para macerar adecuadamente las posiciones del PSOE.

Es decir, que no es descartable que Arrimadas pueda convertirse en una carta dentro de esa negociación. Pero eso sería mucho más difícil si la propuesta de la portavoz del partido naranja contara en algún momento con el apoyo o al menos la no negativa del presidente del PP porque en ese caso Sánchez se vería prácticamente obligado por la opinión pública y por sus propios votantes a recorrer, quisiéralo inicialmente o no, la vía del pacto de los partidos constitucionalistas que Arrimadas le propone.

La vía ha quedado parcialmente abierta gracias al movimiento de una política que ni siquiera tiene en estos momentos asegurado el liderazgo de su partido, algo que no se decidirá hasta el mes de marzo. Por lo pronto, acaba de demostrar que valor le sobra.

Con la propuesta de ayer de Inés Arrimadas a Pedro Sánchez, que nadie esperaba tan clara y contundente pero que se apuntaba desde hace días porque varios dirigentes del partido naranja llevaban tiempo insistiendo en la necesidad de que el presidente del Gobierno en funciones optara por una vía distinta a la que le tiene amarrado hoy a unas humillantes e inaceptables negociaciones con ERC, la líder de Ciudadanos ha colocado a Sánchez ante una incómoda posición.

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